¿El trabajo dignifica?

Por Ailén Quiroga

Desde el fin de la Segunda Guerra Mundial se ha planteado y discutido la idea de lo “inimaginable” del funcionamiento del Holocausto y la “solución final de la cuestión judía”. Su sistematización, cual maquinaria de relojería, incluía su autodestrucción, ya que a pesar de la existencia de testimonios, ante la falta de evidencias, los hechos de la industria del genocidio de la Shoah se considerarían inimaginables, impensables o indecibles. A pesar de este exceso de planificación, con el fin de la guerra y la apertura de los campos, se han distribuido de manera global registros e imágenes. El Holocausto, a partir de esos documentos, no sólo era imaginable, pensable o decible, sino también representable. Desde entonces, se realizaron infinidad de producciones audiovisuales acerca de los crímenes del Tercer Reich. Aquellas que tuvieron mayor circulación fueron, en general, en las que se figura directamente el sufrimiento de las víctimas: la tortura, el hambre, el dolor y la muerte han prevalecido como temas y motivos de estos discursos.

Sin embargo, en estos últimos años se ha otorgado particular relevancia a dos filmes que tematizan el Holocausto de una forma distinta, no solo por el fuera de campo, sino también por sus leitmotiv. Se trata de La conferencia (2022), de Matti Geschonneck, y La zona de interés (2023), de Jonathan Glazer. La primera recrea la reunión en la que se estableció la “solución final”.  En ella, no se ve ni oye nada más que lo que sucede y se discute en la sala. Pero además, lo que la distingue es el enfoque de configurarla en el universo de lo laboral. Los nazis no son retratados tanto como militares, sino como oficinistas y burócratas. El film lo hace explícito, sus personajes hablan de oficinas, de sus compañeros y climas de trabajo. Del mismo modo, a los judíos no se los menciona como seres humanos, sino como una plaga, una carga, un gasto, como si se tratara de una piedra que interrumpe cierto sistema productivo. La solución que proponen es acelerar el proceso de su aniquilación. Serán las mismas víctimas las que oficiarán de agentes de su propia muerte, un proceso que las alejaría de su condición humana al convertirlas en un engranaje más de la maquinaria de Auschwitz.

Rudolph Höss fue quien comandó esta maquinaria, y es el protagonista de la película de Glazer. El ejercicio del director sobre el fuera de campo es distinto al anterior. Como elemento retórico utiliza un muro que separa Auschwitz de la casa en donde vive el comandante de la SS junto con su familia. Ese muro intenta invisibilizar lo que sucede al otro lado de esa casa de ensueño para una familia de clase media. De todas formas, invisibilizarlo es imposible: se ven los techos de los galpones, el humo de los hornos, se oyen los gritos y los disparos. Pero en el eje narrativo del film, al igual que en La conferencia,no se muestra a Höss exactamente como un criminal de guerra o un militar. Se trata de un burócrata en ascenso social y económico, como podría serlo cualquier protagonista de una historia sobre el sueño americano. De nuevo el universo de lo laboral, de nuevo la deshumanización que produce. 

Estos actos deshumanizantes no sólo hablan de la Segunda Guerra Mundial y la maquinaria asesina del nazismo, sino que también enuncian críticamente que el agente de la deshumanización es el capitalismo. El trabajo de edición de sonido de La zona de interés es el elemento clave que construye esto: un zumbido constante y abrumador, que emula la sonoridad de una zona industrial. En determinado momento, mediante una operación metonímica, Glazer hace explícito su comentario acerca del capitalismo: este sonido se combina con la imagen de unas abejas que recolectan polen. El zumbido de los insectos trabajadores se vuelve uno con el del otro lado del muro. Luego, se acalla y la imagen se funde a rojo.

Estas películas parecieran dar a entender que aún hoy es necesario recordar que la piedra basal de los genocidios es la deshumanización. Se hace claro cómo se efectuó esto cuando los personajes de La conferencia describen a la “solución final” como “procesos estructurados y basados en la división del trabajo”, y evitan siempre oficializar la palabra “exterminio” o “asesinato”. Queda ahora plantearnos cuáles son esas estrategias en los intentos de exterminio que suceden en la actualidad, cuando la hiper-espectacularización que define esta época no permite una práctica clandestina del tipo de los del siglo anterior. 

La Shoah se conformó respecto a la idea de una maquinaria de lógica industrial y mercantilizada. Esta sistematización logró la degradación de la condición humana de los judíos a un eslabón de la cadena productiva del exterminio. El film de Glazer cierra con un flashforward al presente y nos muestra cómo trabajan las empleadas de limpieza del museo de Auschwitz. De esta forma, exhibe como el campo de concentración continúa su proceso de deshumanización. Se trata de un efecto duplicado a partir de la naturalización: esas mujeres son deshumanizadas al incorporar en su cotidianidad los horrores que sucedieron en aquel espacio; y las víctimas, cuando sus restos se funden como parte de la infraestructura. Así es como, ochenta años después, la deshumanización del Holocausto se mantiene en el tiempo, constante, a través del trabajo.

Imagen de portada: Pósters de los films 

Fuente

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