Lo abstracto, figuración de lo lúdico

Por Ailén Quiroga

Luva Luvatti es artista visual y muralista, oriunda de Carlos Paz. Ha logrado conformar un estilo propio tan característico que quien camine por la ciudad y advierta sus murales va a identificar su obra sin necesidad de buscar su firma. Pero su trayectoria no se detiene ahí: ha intervenido las paredes de las capitales de varias provincias, e incluso de ciudades de Europa, como Barcelona y Roma.

¿Cuándo decidiste que te ibas a dedicar a la pintura?

Siempre supe que, de alguna forma, el arte podía ser mi destino, porque estuvo presente en mi vida desde chica. Vengo de una familia de artistas y en mi casa de la infancia siempre estuvieron presentes el arte, la pintura, la música y la poesía. Estudié piano de niña y teatro de adolescente. Y el dibujo, por supuesto, es una constante en mi vida. Era un hobby que tenía de pequeña, algo que me conectaba con mi papá en su taller de técnico constructor. Pasé por algunos talleres de pintura y me di cuenta que a la gente le interesaba lo que yo hacía, que tenía algo para dar. Después de algunos años de participar en exposiciones y hacer pinturas en vivo, me encontré con el mural. Era algo que me interesaba, al punto que me di cuenta que me quería dedicar cien por ciento a ello. Pero no me animaba a poner mi nombre: sentía algo de vergüenza y temor a la exposición. Busqué pseudónimos hasta que un día, gracias a la ayuda de mis amigas, empecé a usar Luva como nombre artístico. Hoy es, además, mi marca. Así, me apropié del mural como mi forma predilecta de expresión. Me parece hermosa, porque a nivel plástico me da mucho placer hacerlo, y porque el lienzo está expuesto al público inmediatamente. Recibo en el instante una devolución de lo que produce mi obra en el espectador y el proceso es público, de principio a fin.

Pienso en el taller de tu papá, y en cómo el trabajo de llevar a cabo un mural tiene mucho paralelismo con lo laboral, incluso en el overol que usás. ¿Creés que tu conexión con el mural pueda tener relación con ello?

Siempre sentí fascinación por el trabajo de taller. Lo loco es que, además, el trabajo de mi papá tenía mucho que ver con el oficio del dibujo. Había varias cosas que me encantaban de eso. Primero, la idea del proyecto en papel que después se lleva a lo real en escalas enormes. Mi papá hacía antes las casas en miniatura, en madera balsa. Había algo del trabajo en escala que me gustaba mucho. Si me pongo a pensar, hay algo de eso en la realización de un mural: del papel a la pared.

¿Cómo te parece que se valora el trabajo de la realización del mural? ¿Es menos reconocido que otras formas hoy relacionadas a las bellas artes, como la pintura de caballete o la escultura?

El mural es una forma de arte plástico tan conocida y necesaria como cualquier otra. Además, posee un sentido simbólico importantísimo: convierte a la calle en un museo a puertas abiertas. Expande la experiencia artística para todos, para quienes no pueden acceder a un museo, por prejuicio o por desconocimiento, y para quienes suelen habitar los espacios académicos de las bellas artes. Esto se sabe, pero la comunidad artística “académica” muchas veces deja afuera de sus circuitos a artistas emergentes o prometedores, más que nada por una cuestión formativa. Así, no logran entrar quienes se forman de manera autodidacta. En especial en una ciudad pequeña como Carlos Paz, que piensa más en los artistas que vienen de afuera. Pero, al mismo tiempo, como el circuito independiente también es más pequeño, sirve para hacer que tu obra tenga visibilidad. De esta forma se logró armar una comunidad artística carlospacense, llena de artistas jóvenes talentosísimos, que tiene un poder de autogestión y resistencia enorme. En ese sentido, estoy muy agradecida con mi ciudad y mi provincia.

¿Desde el Estado provincial y municipal se les da herramientas de crecimiento y fortalecimiento, o solo se pone el foco en llevar gente de Buenos Aires?

En Carlos Paz en particular se pone mucho esfuerzo en las compañías de teatro que vienen en la temporada. Está todo pensado con fines turísticos, así que tienen los ojos puestos en las producciones y artistas de Buenos Aires. De todas formas, esto activa de forma paralela al sector privado, que busca renovarse con obras de arte. Esa es mi principal fuente de trabajo. A nivel provincial y en la ciudad de Córdoba no es así. Hace un par de años que se apuesta al arte local, lo que nos ha abierto las puertas a muchísimos artistas cordobeses. Por ejemplo, para el municipio de la capital pinté varios metros cuadrados de la costanera, a través del proyecto “Arte de nuestra gente”. De parte de la provincia participé en la dirección artística de un proyecto de arte mural en Circunvalación junto a Camino de las sierras.

Ya que hablamos de las sierras y la costanera, tu leitmotiv es la naturaleza. ¿Pintarla a grandes escalas tiene que ver con recrear un paisaje, o con la sensación que ella produce?

Sí, creo que mi obra tiene que ver con tratar de llevar los sentidos a la lectura más simple de las cosas. También con la idea de movimiento y de sensación orgánica. La naturaleza me inspira y logra alcanzar eso. Por eso también acudo a la abstracción, me interesa que la obra tenga una lectura más sensitiva que intelectual. Me gustan las formas y los colores. Muchas veces, estos se relacionan con las cosas que tenía en casa cuando era chica. Las plantillas de dibujo de rotring de mi papá tenían transparencias que generaban colores que hoy componen mi paleta. Juguetes, herramientas, películas, las sierras y todo aquello con lo que conviví en mi niñez participa en mi obra. Trato de reproducir lo que le sucedió a la niña que fui (y soy) cuando me encontré por primera vez con esos objetos. Busco que mi obra genere la sensación que tiene un niño cuando saca un juguete de su envoltorio. En eso juega la selección de colores también. Claros y brillantes, como los del packaging de una golosina.

Es un proceso de interacción lúdica, ¿no? Tanto para el espectador como para vos, desde el diseño del collage hasta la puesta en gran escala.  

Es absolutamente un ejercicio lúdico desde el momento cero, en el que pienso la obra como collage y la superposición de figuras. Ese proceso actualmente es casi todo digital. A veces juego con lo físico con retazos de papel y tela. Si tengo un bloqueo, uso cartulinas para ayudarme con la forma. A veces trabajo bajo una consigna y eso me divierte mucho, porque tengo que estructurar mi lenguaje para un fin. Me parece fascinante y divertidísimo. A veces puede ser medio frustrante si no sale, pero es un desafío. Casi siempre empiezo por el color. Y el color a veces surge (como sucede con los recuerdos de la niñez) de algo que me encanta, que veo por primera vez y me fascina, un objeto o paisaje que me llame la atención. Por ejemplo, una bolsa de verdulería colgada en un bazar. Le saco una foto, busco los colores y los vuelvo a combinar en una composición nueva. Esa es la primera parte, la del diseño, que es más personal e introspectiva. Luego, como te decía antes, mientras pinto el mural se genera una conversación con el espectador. Los efectos que busco se dan incluso cuando la obra no está terminada. El trabajo en la pared y en la calle es un proceso colectivo. La producción del mural se da en forma lúdica e interactiva.

Hay algo en esto de lo interactivo que se ve en varias de tus formas de hacer arte. Además de los murales en lugares que uno transita o habita, trabajás mucho con objetos de uso diario. ¿Hay ahí cierto sentido del arte como forma de vida social?

Sí, tal cual. Al intervenir objetos de uso común, trato de hacer llegar mi trabajo artístico a personas que tal vez no tengan acceso al arte en canvas. Sumado a que es una forma de generar ingresos. Soy artista y además es mi trabajo. Ver el arte como un trabajo aún cuesta un poco. Poder vivir de él se vuelve muy difícil y cuesta arriba. Las ferias, las tiendas online y las colaboraciones nos sirven a los artistas para hacer llegar nuestra obra de una forma más accesible. Nos sirve económicamente, y también para que el arte tenga una salida más. Otro camino para que las personas lleguen a este mundo de la creatividad.

Fuente

admin@elmaracaibeno.art

El Maracaibeño es un periódico literario y cultural fundado por Luis Perozo Cervantes, cuyo primer y único número impreso fue lanzado el 8 de septiembre de 2014, bajo el lema “El nuevo gentilicio cultural”. Su creación surgió como respuesta a la necesidad de un espacio dedicado a la promoción y difusión de la cultura en Maracaibo.

El 1 de octubre de 2017, El Maracaibeño dio un paso importante al transformarse en un diario digital, convirtiéndose en el primer periódico de la ciudad enfocado exclusivamente en la cultura. Con su nueva versión digital, adoptó el lema “Periódico Cultural de Maracaibo”, extendiendo su alcance a todo el país.

Este periódico es una propuesta respaldada por la Asociación Civil Movimiento Poético de Maracaibo, que busca fomentar un periodismo cultural que contribuya a la construcción de una nueva ciudadanía cultural en la región. El Maracaibeño se posiciona como un vehículo para llevar las noticias más relevantes de la cultura, desde críticas de arte hasta crónicas y ensayos, cubriendo así una amplia gama de expresiones artísticas.

El Maracaibeño no solo es un medio informativo, sino un símbolo de la riqueza cultural de Maracaibo, llevando a sus lectores las noticias más importantes del ámbito cultural, tanto local como internacional.

Muchachos ojos de papel

‘LOS PILARES DE LA TIERRA, EL MUSICAL’: LA NOVELA DE KEN FOLLET REVIVE EN TODO SU ESPLENDOR EN LA GRAN VÍA CON UNA MAJESTUOSA PUESTA EN ESCENA Y UNA VIBRANTE PARTITURA MUSICAL

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *