La comunidad cultural del estado Zulia se encuentra en medio de una controversia tras el anuncio de la obra infantil «El Gran Cataplum», presentada por Charlot Teatro de Muñecos bajo la dirección de Wolfgang González. La polémica surge debido a las notables similitudes entre esta nueva producción y la obra «Cataplum es un payaso», escrita en 2017 por el reconocido poeta, dramaturgo y profesor universitario Carlos Ildemar Pérez.
Trayectoria de Carlos Ildemar Pérez
Carlos Ildemar Pérez, nacido en Maracaibo el 14 de julio de 1964, es una figura emblemática en el ámbito literario y teatral venezolano. Licenciado en Letras por la Universidad del Zulia (LUZ) en 1991 y Magíster en Literatura Venezolana en 1997, ha dedicado su vida a la enseñanza, la escritura y las artes escénicas. Su obra abarca poesía, ensayo, dramaturgia y crítica de arte, siendo autor de títulos como «Los Heredarios» (1988), «Sermones para Vivir Aquí» (1993) y «Provinciano cósmico» (2012). Además, ha sido galardonado con múltiples premios, incluyendo el Primer Premio en la I Bienal de Poesía Udón Pérez y el Premio de Poesía de la Bienal Nacional de Literatura «Miguel Ramón Utrera» en 2012.
Su compromiso con la cultura lo llevó a desempeñar roles clave, como la dirección de la Escuela de Letras de LUZ y la fundación de la Cátedra Libre Poesía de la misma universidad. En 2020, fue designado director de la Editorial de la Universidad del Zulia (EDILUZ), consolidando su influencia en el ámbito académico y cultural.
La obra «Cataplum es un payaso», escrita por Pérez en 2017, narra las peripecias de un payaso llamado Cataplum, explorando temas de identidad y autoaceptación. Por otro lado, «El Gran Cataplum», anunciada por Wolfgang González para ser presentada en el Teatro Baralt, también centra su narrativa en un personaje homónimo con características y tramas que, según críticos y conocedores de ambas obras, reflejan una preocupante semejanza.
Cuestionamientos a Wolfgang González
Wolfgang González es conocido en el ámbito teatral zuliano por su trabajo con marionetas y títeres a través de Charlot Teatro de Muñecos. Sin embargo, este no es el primer señalamiento en su contra relacionado con la originalidad de sus producciones. La comunidad artística ha manifestado inquietudes sobre la falta de reconocimiento a las fuentes originales en sus adaptaciones y montajes. La actual controversia refuerza estos cuestionamientos, poniendo en entredicho la ética profesional de González y su respeto por los derechos de autor.
Reacciones de la comunidad cultural
Diversos actores del ámbito cultural han expresado su solidaridad con Carlos Ildemar Pérez, resaltando la importancia de proteger la propiedad intelectual y mantener la integridad en las producciones artísticas. Se espera que las instituciones pertinentes, incluyendo el Teatro Baralt, realicen una revisión exhaustiva de la situación y tomen las medidas adecuadas para salvaguardar los derechos de los creadores originales.
La polémica en torno a «El Gran Cataplum» subraya la necesidad de establecer mecanismos más rigurosos que garanticen el respeto a la autoría y fomenten un ambiente de creación basado en la ética y la transparencia en el panorama cultural venezolano.
Cataplum es un payaso
Cuento de marionetas
Carlos Ildemar Pérez
Maracaibo, 2015Érase una vez una maleta que apareció misteriosamente en las puertas de un circo. Uno de los trabajadores, intrigado, la llevó ante el dueño del circo, quien decidió abrirla frente a su pequeño hijo. Para sorpresa de todos, dentro de la maleta había un diminuto payasito de madera, una marioneta que dormía profundamente.
Como nadie reclamó al curioso personaje, decidieron que se quedara a vivir en el circo. Lo pusieron a hacer algunas tareas. Una de ellas fue limpiar la boca de los animales. Ya estaba subido en una escalera, con su cepillo en mano, limpiándole los colmillos y las muelas al león, cuando de pronto… ¡resbaló! Y cataplum: cayó dentro de la boca del león. Pero, como al león no le gusta comer payasitos —y menos si son de madera— lo escupió de inmediato. Así fue como el pequeño se salvó de convertirse en merienda.
Después, le asignaron otra labor: limpiar los instrumentos musicales de la orquesta del circo. Cuando estaba al borde del trombón, volvió a resbalar… ¡y cataplum! Cayó dentro del instrumento. Sacarlo fue una tarea difícil, pero finalmente lograron desatorarlo, y el payasito pudo volver a respirar.
Nadie sabía dónde colocarlo sin que se cayera, porque cada vez que lo hacía, se escuchaba un sonoro cataplum. Fue entonces cuando, alguien muy ingenioso —porque en los circos siempre hay gente muy ingeniosa— propuso que lo llamaran así: Cataplum. Desde ese momento, el pequeño payaso-marioneta fue conocido con ese nombre.
En una oportunidad, el dueño del circo le pidió a Cataplum que sacara a pasear la cometa de su hijo. Eran las dos y media de la tarde, y hacía un calor insoportable. A Cataplum no le gustaba salir al sol, y menos a esa hora, cuando el sueño le caía encima como una lona de carpa. La cometa tampoco quería salir; decía que podía quemarse su largo y colorido rabo. Pero el payasito, obediente, tiraba de la cuerda para que la cometa saliera. Entre tirones y negativas, Cataplum se cansó… y se quedó dormido.
La cometa, al ver la oportunidad, decidió salir sola. Arrastró a Cataplum, quien tenía la cuerda bien amarrada al brazo. Afuera, el viento soplaba sabroso y el sol ya no quemaba tanto. Así que la cometa se elevó. Y subió, subió, subió… Y como Cataplum seguía atado a ella, también comenzó a elevarse.
Subieron tanto, tanto, tanto, que desde el circo nunca volvieron a ver a Cataplum.
—¿Dónde está Cataplum? —preguntaban los niños.
—Para verlo, hay que mirar hacia las nubes —decían los cuentacuentos.
El hijo del dueño del circo se puso triste, pero su padre le buscó otra cometa, y volvió a sonreír. Dicen —y hay quienes lo juran— que Cataplum se convirtió en astronauta, y que es el único payasito-marioneta que anda por el mundo investigando planetas, flotando de un lugar a otro, y que a veces, montado sobre la Vía Láctea, sigue volando, volando… atado para siempre a su cometa.