Cada imagen tiene un texto detrás

Por María Belén Gómez

Julieta Secchiari es fotógrafa y diseñadora audiovisual. En contraste con la tradición de su familia, ligada a la ciencia , ella sembró en su adolescencia un fuerte interés por el arte, siendo un momento clave el descubrimiento de una vieja cámara analógica en un placard de su casa. Estudió Diseño de Imagen y Sonido en la UBA, una carrera donde siempre se partía de la misma pregunta: ¿qué quiero mostrar? Así, comenzó a tomar fotografías profesionalmente, logró exhibir sus obras en distintas ocasiones y trazó su trayectoria en medios masivos de comunicación como Canal 13 y DirecTV. En esta entrevista, reflexiona acerca de sus proyectos, su inspiración y su postura en cuanto a las nuevas tecnologías.

En tu trabajo fotográfico hay mucha presencia y exploración de sujetos femeninos, con cuerpos que se retuercen, se entrelazan con otros o interactúan con objetos. ¿Cómo explicarías esta marcada tendencia que puede rastrearse desde tus comienzos hasta tus obras más recientes?

Siempre me generó mucha atracción observar personas. Al principio me gustaba fotografiar miradas, que considero que expresan muchísimo. Pero un día, haciendo unas fotos a una chica, descubrí que había algo del cuerpo que podía expresar más sin necesidad de la mirada. De pronto, me encontré editando una foto y borrándole la cabeza a la chica. Había algo en la corporalidad que generaba un concepto, una emoción o una incomodidad. Y no es lo mismo el cuerpo femenino que el masculino: hay algo del cuerpo femenino, de la sutileza, que acompaña toda esta búsqueda que es con el cuerpo en movimiento, algo característico de mi proyecto de fotos. Cuando genero una sesión, la búsqueda es mutua, yo propongo un espacio donde la persona que tengo enfrente (que no es necesario que sea bailarina o acróbata) pueda expresar qué le está pasando en ese momento de su vida y me encargo de sublimar esa información en imágenes. Hay algo un poco terapéutico en todo esto.

Claro, ¿podríamos pensarlo como una co-creación?

Sí. Hay un juego que tiene que ver con el dirigir. Yo a las modelos no les digo qué hacer, sino que pongo música, propongo juegos teatrales o menciono emociones, frases o acciones para que la persona no esté pensando en que le estoy sacando fotos sino en la consigna que le di. Ahí es cuando ella empieza a moverse y yo a observarla, entonces se dispara mi creatividad y empiezo a guiarla de distintas maneras y las fotos empiezan a hacer un recorrido donde la primera y la última son completamente diferentes. Se genera un entorno de confianza y la persona incluso descubre cosas de sí misma. La propuesta es: empezá a moverte como sabés, como estás acostumbrada a hacer, y yo te voy a ir sacando de esa comodidad para hacerte llegar a lugares donde, de pronto, no sabés qué hacer. Y también hay algo de mí que necesito sublimar emocionalmente hacia afuera en esta creación artística. Yo veo mis fotos año tras año y puedo acordarme de qué me estaba pasando por lo que veo en ellas.

Entonces hay cosas en las sesiones fotográficas que se van improvisando, pero ¿qué es lo que ideás previamente?

En general yo no parto de un concepto, sino, por ejemplo, de una paleta de colores. A eso sí le doy mucha importancia. Y al estilo de vestimenta y la locación, eso es fundamental: la puesta en escena. Es algo que traigo de la facultad. Todo lo que previamente se pueda planificar, se hace, pero todo lo que ocurre en el medio no lo puedo planificar. Así que está este equilibrio entre lo impredecible y lo planeado, como cuando un objeto ayuda mucho a que una persona pueda “indagar” a partir de algo externo, porque quizás la persona no sabe improvisar y si le das un objeto su mente puede enfocarse en otra cosa, pero este no es cualquier objeto. O el lugar, que lo es todo: no es lo mismo una habitación en la que las paredes se caen a pedazos que un bosque completamente verde.

Los retratos que hacés a menudo parecen entrañar un espíritu surrealista. Una de tus series recuerda a las pinturas de René Magritte. O pienso en otra con ambientación de una casa antigua, como dijiste, con paredes cayendo a pedazos. ¿Te inspirás en este movimiento?

Me encanta el surrealismo. No tengo referentes visuales que yo diga “voy a mirar esto para inspirarme”. Sí miro muchas imágenes para despertar mi creatividad, pero la realidad es que amo el surrealismo desde que leí un cuento de Cortázar a mis trece años, “Axólotl”. Quedé completamente atravesada de emociones y entendí que hay algo del surrealismo que me gusta mucho. Me hallo más en el surrealismo de la escritura, que es lo que me dispara imágenes (como la obra de Cortázar “Casa Tomada”, también). Me gusta más leer que ver arte y por eso leo mucho, porque me hace imaginar. Para mí, cada imagen tiene un texto detrás.

En tu empleo, que consiste en filmar, editar y fotografiar material para medios masivos como canales de televisión, ¿creés que es posible aportar algo de tu mirada artística?

Siempre es mi objetivo, trato de dejar mi impronta. Pero estos medios grandes, que son empresas, tienen algo que está muy estandarizado. Es un ámbito bastante complejo para dar lugar a la innovación. Lo que suele ocurrir en los medios masivos es que, si uno logra innovar, todos hacen lo mismo, y la tele particularmente siempre fue técnicamente igual: plano abierto, cuanto más se vea mejor, muy distinto al cine. Si yo alguna vez, editando, quise darle a algo una vuelta creativa me dijeron que no, que hiciera lo que se sabe que funciona. Recién ahora, después de un recorrido de unos años, logré encontrar un lugar como camarógrafa en un programa de cocina en el cual puedo proponer dónde ubicar la cámara y hacer que cambie el concepto, la mirada, lo que se está transmitiendo. El espectador recibe eso, aunque sin darse cuenta. Pero es complejo, en el cine sí podés crear mucho más.

¿Te gustaría trabajar en cine?

Bueno, mis dos sueños siempre fueron trabajar en un canal de televisión y trabajar en una película. Uno ya lo cumplí y, el otro, me gustaría. He trabajado en cortometraje, pero no en una película. Siempre del lado de la imagen, de la cámara.

En tus últimos proyectos mostraste los usos que podés darle a la inteligencia artificial para tus fotografías. ¿Cómo creés que en estos tiempos podemos conservar la singularidad en las obras de arte con una herramienta que genera o modifica imágenes instantáneamente cuando un usuario se lo pide?

Yo soy una persona muy optimista en cuanto a la inteligencia artificial, tengo colegas que no. Considero que es algo que dentro de no tantos años va a ser clave para el desarrollo de cualquier actividad. Creo que es un momento muy importante para mirarse con la IA y entender cómo se puede aprovechar, cómo nos puede potenciar. Yo la estoy utilizando para cosas que a mí me demandan tiempo. Me soluciona, porque así yo puedo hacer algo más. Entonces, yo si quiero le digo a la IA: “haceme una foto como la estoy imaginando”, y me la va hacer quizás incluso mejor, más realista o con mejor definición. Es decir, el resultado va a ser mejor, pero no todo el proceso. Acá está lo que yo rescato, lo que la IA no va a poder suplantar, que tiene que ver con toda la parte humana y real de la experiencia. Para mí, lo más único de la fotografía no es el resultado, sino todo lo que fue necesario para llegar a eso. Obviamente la IA puede ser parte, le puedo pedir que me de un montón de referencias visuales para armar cosas, pero la experiencia de la persona enfrente y yo con la cámara y el diálogo que se genera con todas las emociones que se ponen en juego no se puede reemplazar, sobre todo el bienestar y la sensación que tenemos después de ejecutar esa creación. Entonces, podemos sumarla como herramienta para potenciar nuestro trabajo, pero la singularidad y la creatividad de un artista viene adentro.

Fuente

admin@elmaracaibeno.art

El Maracaibeño es un periódico literario y cultural fundado por Luis Perozo Cervantes, cuyo primer y único número impreso fue lanzado el 8 de septiembre de 2014, bajo el lema “El nuevo gentilicio cultural”. Su creación surgió como respuesta a la necesidad de un espacio dedicado a la promoción y difusión de la cultura en Maracaibo.

El 1 de octubre de 2017, El Maracaibeño dio un paso importante al transformarse en un diario digital, convirtiéndose en el primer periódico de la ciudad enfocado exclusivamente en la cultura. Con su nueva versión digital, adoptó el lema “Periódico Cultural de Maracaibo”, extendiendo su alcance a todo el país.

Este periódico es una propuesta respaldada por la Asociación Civil Movimiento Poético de Maracaibo, que busca fomentar un periodismo cultural que contribuya a la construcción de una nueva ciudadanía cultural en la región. El Maracaibeño se posiciona como un vehículo para llevar las noticias más relevantes de la cultura, desde críticas de arte hasta crónicas y ensayos, cubriendo así una amplia gama de expresiones artísticas.

El Maracaibeño no solo es un medio informativo, sino un símbolo de la riqueza cultural de Maracaibo, llevando a sus lectores las noticias más importantes del ámbito cultural, tanto local como internacional.

GEISHA/SAMURAI MEMORIAS DE JAPÓN

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