Por Nadine Duchini
Ayelén Rives nació en la ciudad de Quilmes, Provincia de Buenos Aires. Es comunicadora social, escritora, gestora cultural y periodista. Publicó su primer libro, Morada (2015), en la colección Miliuna, surgida de la Clínica de Poesía de la Biblioteca Nacional, coordinada por Liliana Lukin. Desde entonces conforma el grupo Poetas de la Biblioteca. Publicó Kintsugi (2022) de Ediciones en Danza y este año presenta dos poemarios nuevos: Masticaciones con Ciclo Monserrat, y Azul eléctrico,con la editorial chilena Imaginistas. Quizás pensar en ella es imaginarla recitando sus poemas a dos voces, amplificando las palabras de otros escritores, rodeada de libros, flora y militancia literaria.
Para empezar, te recibiste de comunicadora social, pero ¿quién es Ayelén Rives? ¿Cómo responde a esa pregunta la Ayelén escritora y poeta? (¿se dice poeta o poetisa?)
Yo prefiero poeta. Poetisa, para mí tiene muchas otras implicancias, que no me gustan tanto y poeta vale para todo. Bueno, en mi bio yo pongo: “comunicadora social, poeta y capricorniana”. El tema de decir el signo a veces me salva de tener que explicar algunas cosas de cómo soy, pero bueno, es más que nada un chiste. Siempre sentí que soy un híbrido. Estudié Comunicación porque, cuando pensé en qué estudiar, dije: “¿qué hacen los escritores?”, Letras o Periodismo. Me decidí por periodismo, porque sentí que me acercaba a la parte social que a mí siempre me interesó. A la vez, a veces, me he definido como gestora cultural y siento que es mucho título. Me gusta hacer ciclos de poesía o talleres de actividades. La cuestión es que uno usa el título como una etiqueta y después en la realidad hace un millón de otras cosas. Y creo que esa diversidad es lo que somos. Por ejemplo, otra de las cosas que digo en mi biografía es, “amante de las plantas”. No sé cómo describir mi vínculo con las plantas, pero está en todo.
Como periodista, ¿hay temas que te atraviesan más o sobre los que te gusta más escribir? ¿Cuál es tu papel en la revista Ruda?
Me gusta escribir de cultura en general, he escrito sobre música, he escrito sobre libros; de teatro todavía no escribí, pero espero hacerlo alguna vez. Es un vínculo raro el mío con la escritura periodística, siento que aún estoy experimentando y encontrando mi voz en ese espacio. En Rudasoy editora, es decir, me encanta pensar ideas para hacer notas, buscar gente a la que le pueda interesar hacerlas, corregir esas notas y ayudar al escritor. Me cuesta un poco porque tengo que hacerlo fuera de mi horario laboral full time en una empresa. Siempre trato de no tomármelo como un trabajo, más que nada porque no tengo tanto tiempo para dedicarle y no quiero que se convierta en algo que no disfrute hacer. Creo que, si se pierde el disfrute, sobre todo en la escritura, para mí es un riesgo.
Como gestora cultural, sé que participás en la organización de eventos literarios. ¿Me contás que es Salvaje Fruta y Herbario?
Salvaje Fruta es un ciclo de recitales de poesía y música, lo estamos haciendo con Valeria Cerbero, que es una poeta con mucha trayectoria. Cada fecha buscamos que haya un hilo conector entre los textos y los invitados que vienen. Es un espacio en el que tratamos de sentar una posición, nosotras buscamos hablar de la escena actual, siempre. En la fecha anterior, el tema que planteamos fue la idea de resistencias y sentimos que la poesía también es parte de esa conversación, tiene que serlo, como amplificador de voces y de modos de ver.
Herbario es una propuesta que surgió con Sabrina Barrego, una poeta de Mendoza. Ella tiene un espacio que se llama Botánicas Textuales, donde da talleres y, en un momento, realizó una caminata botánica en Mendoza. Organizamos caminatas en el Jardín Botánico de Buenos Aires. Después, con las lluvias y la aparición del dengue decidimos pasar de las caminatas botánicas al Herbario y leer en espacios cerrados. Ahora estamos en Librería Mandrágora, en Villa Crespo. Siempre es un poco la poesía en vínculo con las plantas, esta vez lo enfocamos desde el lado de la eco-poesía.
¿Qué papel juega la naturaleza en tu escritura? ¿Sentís que, en algún punto, es inevitable que intervenga en tu proceso creativo?
No la he tematizado, pero sí siento que atraviesa toda mi escritura. Me inspira muchísimo y a veces son pequeños detalles, sensaciones e imágenes. Por ejemplo, ahora mi viejo está en Salta y me cuenta que a la tarde se levanta un viento desde la quebrada que hasta la noche está soplando fuerte, y digo: ¡qué poético! Quiero estar ahí y escribir algo sobre ese viento que es una presencia. Atraviesa mucho, mis primeros dos libros, Moraday Kintsugi. Quizás los dos libros que publiqué este año, son lo más alejado de la naturaleza que he escrito, pero creo que también eso tiene que ver con que pude despegarme un poco de ese lugar.
Masticaciones y Azul eléctricolos escribiste y publicaste juntos. ¿Hay algo que los diferencia o los une?
Escribí ambos en el 2017, uno atrás del otro. Los mandé a concursos y no pasaba nada, entonces, en el medio, me puse a escribir Kintsugi. Después me decía a mí misma que dejé mis otros dos libros huerfanitos. Los escribí el mismo año, era obvio que iban a salir el mismo año. Estaban entrelazados, aunque yo no quisiera. Son completamente diferentes a nivel temática y voz poética. Pero me acuerdo que cuando los presenté, encontré un verso en Masticaciones que podría tranquilamente ir en el otro libro, decía “algo desacompasado y eléctrico me respira”. La diferencia en ese sujeto que construye esa voz poética los une, los dos sujetos poéticos se sienten distintos de su contexto y buscan salir de esa especie de opacidad, ya sea de la sociedad, en uno, o de la tecno-sociedad, en el otro. Hay como una especie de necesidad de que la voz emerja por sobre la imposición social y creo que eso podría ser lo que los conecta.
“Una boca se abre al mundo para devorarlo y desconoce que está indigesto. Una boca que mastica, una boca que no habla”. ¿Por qué el nombre Masticaciones?
Ese nombre tan raro (se ríe), que lo súper peleé para que todos me lo acepten. El libro habla mucho del masticar, de que “la digestión se basta únicamente de palabras”, a veces para digerir ciertas ideas, ciertas sensaciones, imágenes, sólo hay que poder ponerlo en palabras. Creo que se llama Masticaciones, también, porque mastiqué mucho esos poemas, era algo de lo cual yo quería escribir hacía muchísimo tiempo y nunca sabía bien cómo. Entonces, me surgió esa palabra, “masticaciones”. La gente me decía “qué título raro”, “esa palabra no existe, ¿no querés ponerle un nombre más normal, tipo “Mordidas”?” Yo sentía que, si le ponía ese nombre, era como intentar hacerlo lindo y no va por lo lindo este libro. Va por un lado bastante grotesco, por momentos, entonces, que el título dé a entender que es grotesco, me parece bien.
El otro título, Azul Eléctrico, ¿cómo se te ocurrió?
Y Azul Eléctrico es un poco sobre esa ficción que sostenemos en la virtualidad. Pensé en la luz de las pantallas a la que se le dice la luz azul. La voz del protagonista del libro es la voz que busca emerger por sobre los mensajes estandarizados que intenta emitirnos la virtualidad del mundo digital. Yo no me propuse escribir la historia de un cyborg, sino que me vino su voz intentando salir de ese encierro virtual, en el cual estamos conectados con otros, pero a la vez estamos solos. También me preguntaron mucho por qué Azul Eléctrico y para mí la presencia de la luz azul era importante ¿Qué es lo que uno ve a la noche, cuando mira las ventanas de los edificios? Ve las habitaciones azules porque están las pantallas iluminando, no las luces del techo, no las velas como en otra época, son las pantallas y estamos teñidos de esa luz azul.

Es verdad que la gente mira mucho las pantallas, en una red social escuché la frase: “Es un libro con demasiadas palabras”. ¿Qué pensás?
Mirá, pienso que esa idea de que “hay muchas palabras” es algo un poco multicausal, las redes influyen mucho en que nos dispersemos más. Al poder económico le conviene que tengamos menor capacidad de interpretación y menor capacidad de expresión, también. Es esta frase que dice “los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo”. Volviendo a la poesía, creo que esta tiene la capacidad de que el lenguaje se amplíe. Que construya múltiples sentidos, que al usar una palabra no signifique sólo eso, que pueda junto con otra mostrarte una imagen diferente, como una especie de sinestesia. Si nos simplificamos, también nos convertimos en una especie de Chat GPT. Abramos a la multiplicidad de sentidos, salgamos un poco de lo literal, hay mucha literalidad en esta época. Las palabras son como una piedra y te golpean. Para mí no es así, la palabra es dúctil, es moldeable y, de hecho, estamos viendo cómo nos quieren convencer de esa literalidad. Usan la palabra libertad para otra cosa.
Imagenes de Nadine Duchini