Por Tamara Bruzoni
El artista colombiano Jorge Tamayo (Cartago,1990) es más que una promesa cumplida. Sus quince años de formación ininterrumpida incluyen haber pasado por la Universidad de Caldas (Diseño visual y Artes plásticas), la Universidad de Buenos Aires (Diseño de imagen y sonido) y, más recientemente, la prestigiosa Barcelona Academy of Art (España), donde se especializó en Dibujo y Pintura. Tanto él como sus obras pertenecen a un universo neobarroco-figurativo-fantástico, que goza de una vigencia insospechada en el auge del actual asedio multimedial. Sin embargo, esto no es todo. En el mundo físico, Tamayo participó en proyectos como ilustrador de cortometrajes, jurado calificador en convocatorias virtuales para Latinoamérica y, por supuesto, como artista expositor. Su refinada técnica y creatividad han sido reconocidas con distinciones como el Primer Premio en ARTERED Colombia 2021. Su obra Huérfanos de dioses fue seleccionada de forma unánime entre más de 300 artistas de todos los rincones de su querido país.
¿Por qué lo figurativo y por qué el óleo, particularmente?
Fue una necesidad. En mi formación inicial como diseñador, lo principal se relaciona con la claridad en la comunicación. Lo figurativo es más directo para el receptor. Entendí que esto se adapta mejor a mis habilidades, ya que soy mejor expresando ideas a través del dibujo de rostros que combinando paletas abstractas. El óleo también vino desde un camino inverso. Trabajé más de diez años en el área de diseño digital, pero llegaba a mi casa y sentía la necesidad de pintar. Por un lado, porque el oficio no me lo exigía, por otro, porque tenía una idea de sacralización del material de los grandes maestros y de las grandes obras de la historia. No me permitía “difamarlo”.
Había experimentado mucho incorporando aceites a los acrílicos y devoré todos los tutoriales sobre pintura al óleo que encontré en YouTube, hasta que llegó el gran día: compré el set más barato de 12 colores que había en la tienda de arte. ¡Aún conservo aquella primera obra! Desde entonces, no volví a los acrílicos, ni a la tinta, ni a las acuarelas.
Estando en el ambiente de la Barcelona Academy of Art, ¿encontraste influencias o similitudes compartidas con el arte figurativo contemporáneo de Latinoamérica?
Sí. Actualmente, Barcelona es un centro muy fuerte. Tuve la oportunidad de conocer a artistas que admiraba incluso antes de viajar, como el artista chileno Guillermo Lorca, en un seminario que dio allí. En primer lugar, reconfirmé que el óleo es imbatible y que no tiene rivales, técnicamente, en ningún lugar de Occidente. Es más, la Barcelona Academy tenía un curso exclusivo para arte digital que cerró por baja demanda. No sé qué pasará en el futuro, pero noté también una falencia en cuanto a que España, en lo academicista, tiende a desligarse de todo aquello que no se relacione con Velázquez o Goya. Desde allí, saltea parte de la historia y va directamente a Picasso. Hay un sesgo en la historización. Sin embargo, encontré esos capítulos “extraviados” en los museos, con una temática más tendiente a escenas de cotidianidad e interiores con objetos. “Bodegones modernos”, podríamos decir, y que no comparto en gusto porque “mis criaturas y bichos” no me lo permiten.
¿Creés que aún persiste la tensión histórica entre el lenguaje figurativo y abstracto?
Creo que se ha intentado crear ese conflicto para el espectáculo del mercado. Mi posición es que podemos pensar un eje imaginario en el cual, si en un extremo se encuentra el hiperrealismo y en su opuesto el expresionismo abstracto, en un término medio estaría el naturalismo. De una punta a otra somos libres de jugar con todos los elementos que se nos ofrecen. También hay una cuestión de habilidades físicas, porque lo que tienen en común todas estas técnicas es al propio artista que hace las obras. Todo parte siempre de un “alguien” que quiere decir “algo”. El problema surge cuando se intenta imponer esa idea y hacerle creer al otro que solo una de ellas es la correcta. O cuando el propio artista, por ingenuidad, se deja presionar por el mercado y sobre lo que debe hacer “porque vende más”. Por ejemplo, yo soy un pintor muy formado en lo figurativo y si quisiera hacerme abstracto para vender más, seguramente sería un abstracto mediocre. Y puede pasar que un genial artista abstracto decida volcarse al figurativo. En una posición hipotética y relativa, este sería también mediocre. No porque no tenga la capacidad de hacerlo, sino porque algunos le llevamos muchos años de ventaja. Le ocurriría lo mismo que a mí, pero a la inversa. Para ilustrarlo me gustan los ejemplos de la música. Si alguien ha nacido con una voz suave y melódica, probablemente tenga que esforzarse muchísimo para cantar blues. A mí me tocó la figuración.

Es sabido que las vanguardias históricas y neovanguardias no solo establecieron diálogos con el pasado, sino que ampliaron la aceptación de recursos en el campo artístico. ¿Cómo consideras que tus obras dialogan con la tradición pictórica?
Siempre he sido un romántico defensor del pasado, más allá de la nostalgia. Respeto el pasado y a quienes han hecho las cosas bien. Cuando empecé a pintar con óleos, habiendo pintores de todas las épocas y estilos, tuve que enfrentar una difícil decisión: ¿por cuál empezar? La academia se ciñe a un programa específico pero, en mi caso, ¡tenía todo el buffet para mí solo! En lugar del abstracto o contemporáneo comencé a indagar en cómo pintaban Da Vinci o Caravaggio y me obsesioné. Fue intuitivo, porque en mi forma de proceder, incluso cuando diseñaba digitalmente, tenía muy presente que todo había nacido de ese pasado. El pasado es innegable. Después de leer La divina comedia uno puede comprender toda la literatura posterior. Lo mismo ocurre con el cine. Después de ver Ciudadano Kane uno puede comprender el origen de toda la cinematografía moderna, hasta Los Simpson y las series actuales. Corroboré la importancia de comprender el pasado. No para copiarlo o repetirlo, sino para estudiarlo y luego hacer algo decente. Por ello, mi diálogo con el pasado comenzó desde mi propia formación. No me había gustado tanto la técnica de veladuras del Renacimiento, pero sí la pintura veneciana que combinaba pinceladas y veladuras. Al mismo tiempo, ya estaba observando a Rembrandt que era más libre y me comenzó a gustar. Aún sigo aprendiendo de ellos. De hecho, tengo una lista de consejos para mí mismo entre los cuales uno dice: “Cuando tengas dudas sobre el blanco, recurre a Rembrandt”.
“Lo importante no es saber, sino tener el teléfono del que sabe”. La pregunta que sigue invierte la anterior, ¿cuáles son los recursos que has adoptado de la contemporaneidad?
La comunión con herramientas digitales ¡y también los tutoriales! Mis maestros insistían con el dibujo Nunca entendí la exigencia de tener que hacer el dibujo directamente sobre el lienzo teniendo la posibilidad de imprimirlo y calcarlo. No por el hecho de que sea más fácil, sino porque a mí, en lo particular, me interesa la pintura. Además, los grandes maestros del pasado tenían ayudantes que transferían los bocetos a sus lienzos. Yo tengo una relación muy fuerte con lo digital y dependo de mi iPad para componer, hacer estudios de color, etcétera. Por ello, si en algo tengo relación con las vanguardias, es posible que sea con el Pop Art que llevó a los lienzos composiciones antes realizadas en otros soportes. Además, me gusta mantener una buena relación con mi pasado en la ilustración digital.
En cierto modo, tu trayectoria sigue asimilando una dialéctica “inversa”. Es una buena manera de derribar ciertos tabúes o censuras autoimpuestas por algunos artistas en nombre de “la vieja escuela”.
Exacto. Yo no tengo esa obsesión de utilizar los mismos materiales para obtener los mismos resultados. Tengo tres pinceles que uso, de los cuales desconozco especificaciones técnicas como su tipo de cerdas, etcétera. Solo sé su marca y que pintan como a mí me sirve. De ese modo evito el problema de conseguirlos cuando se desgastan. Solo voy y los reemplazo en la tienda sin tener que esperar “a que me llegue por correo un pincel de Europa hecho con pelo de marta.”
Fotos: Todos los derechos reservados. ©2024 por Jorge Tamayo