Yo es otra

Por María Belén Gómez

Son tiempos de egocentrismo. De selfies, bótox y liposucciones. Tiempos gerontofóbicos, machistas, consumistas. Todo ello puede tornarse sumamente inquietante, como muestra La Sustancia(2024), el filme de Coralie Fargeat que ha perturbado salas de cine. La protagonista, una actriz hollywoodense obsesionada con lucir joven y perfecta, entraña la representación de lo siniestro (concepto freudiano que explica cuán terrorífico puede volverse lo cotidiano, familiar o conocido), en un siglo plagado de imágenes retocadas y procedimientos estéticos, donde la alteración del cuerpo a veces da como resultado subjetividades irreconocibles. Otra película que trata este tema es Tiempo(2006), de Kim Ki-duk, en la que una chica decide cambiar completamente su rostro porque cree que su novio se va aburrir de ella. Aunque son historias de distintos géneros, de diferentes países y separadas por casi veinte años, ambas logran retratar la misma problemática: aquel anhelo excesivo de conseguir “la mejor versión” de una misma. 

La ambientación en ambas obras es urbana: lo siniestro no sucede en casas embrujadas o lejanos y misteriosos pueblos, sino en ciudades de la furia, como la que describe Soda Stereo, donde “nadie sabe de mí, y yo soy parte de todos”. El asfalto, la arquitectura posmoderna, los carteles con tipografías llamativas y luminosas, conforman el paisaje de vorágine, en el cual van y vienen multitudes ruidosas y apresuradas, cuyos hogares son departamentos uniformes, amontonados uno encima del otro. En viviendas así, las protagonistas de La Sustanciay Tiempo guardan secretos que, cuando se revelan en público, lo hacen en forma de gritona y sangrienta locura, bajo las críticas y escandalizadas miradas de quienes, de todas maneras, se olvidarán pronto de ello. Sus secretos tienen que ver con sus inseguridades, con su temor a (no) ser vistas con el mismo rostro o misma identidad de siempre, con la dificultad para sobresalir entre la muchedumbre. En esa circunstancia es cuando aparece un elemento de lo siniestro: cuando la sonrisa, los ojos, la piel se convierten en algo que produce rechazo; cuando lo familiar resulta incómodo, tedioso, y comienza la envidia, la competencia, la fobia hacia el propio yo, la dismorfia corporal y la manía de “renovarse” para parecerse a las titánicas mujeres que se lucen en las gigantografías de la ciudad.

Tanto en La Sustanciacomo en Tiempo se subrayan los rostros, que se ven en espejos mediante planos subjetivos, o son detalladamente enfocados con primerísimos primeros planos. También abundan en fotografías que los personajes a veces ostentan y otras esconden. En los dos filmes se crean tensiones en la contemplación de la propia cara, en el reconocimiento y la aceptación, pues cuando las protagonistas se someten a cirugías o tratamientos estéticos, aparece de nuevo lo siniestro. ¿Quién es aquella que parpadea en mi reflejo? ¿La conozco a la que sonríe en este retrato? Para las protagonistas de estos largometrajes,el que exista su “versión mejorada” se hace estremecedor, lo que es llevado al extremo con la presencia de dobles. 

Estas películas exponen monstruosidades del siglo XXI cuando exploran, a través de hiperbólicas, peculiares o incómodas escenas, los escalofriantes efectos que la sociedad de consumo tiene en los cuerpos humanos. Son relatos de terror muy contemporáneos, configurados a partir de elementos como el temido paso del tiempo o la grotesca mutación de la sustancia. En ambos filmes, la peor enemiga de la protagonista es ella misma, y así se configura un sombrío juego entre lo conocido, lo desconocido y lo reconocido, en el que toparse con la propia imagen parece disparar pensamientos de gramática rimbaudiana: “Yo es vieja”, “yo es joven”, “yo es bella”, “yo es fea”. Yo es otra.

Imagen de portada: composición de fotogramas de La Sustancia y Tiempo.

Fuente

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El Maracaibeño es un periódico literario y cultural fundado por Luis Perozo Cervantes, cuyo primer y único número impreso fue lanzado el 8 de septiembre de 2014, bajo el lema “El nuevo gentilicio cultural”. Su creación surgió como respuesta a la necesidad de un espacio dedicado a la promoción y difusión de la cultura en Maracaibo.

El 1 de octubre de 2017, El Maracaibeño dio un paso importante al transformarse en un diario digital, convirtiéndose en el primer periódico de la ciudad enfocado exclusivamente en la cultura. Con su nueva versión digital, adoptó el lema “Periódico Cultural de Maracaibo”, extendiendo su alcance a todo el país.

Este periódico es una propuesta respaldada por la Asociación Civil Movimiento Poético de Maracaibo, que busca fomentar un periodismo cultural que contribuya a la construcción de una nueva ciudadanía cultural en la región. El Maracaibeño se posiciona como un vehículo para llevar las noticias más relevantes de la cultura, desde críticas de arte hasta crónicas y ensayos, cubriendo así una amplia gama de expresiones artísticas.

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