Dos horas de aventura

Por María Belén Gómez

Riddle of fire (Estados Unidos, 2023), dirigida porWeston Razooli. Con Lio Tipton, Charles Halford, Skyler Peters, Phoebe Ferro, Lorelei Olivia Mote, Charlie Stover.

Esta es la historia de tres valientes niños que se enfrentan a cazadores, princesas y brujas para preparar una tarta de arándanos y desentrañar la contraseña de un televisor. Con espíritu épico, la ópera prima de Weston Razooli invita a jugar desde el comienzo: “¿Eres un caballero o eres un escudero? ¿Puedes resolver el Acertijo de fuego?”, pregunta el film con una tipografía que recuerda a las de los lomos de los libros de cuentos de hadas. La propuesta consiste en un relato de realismo mágico en el que se adopta la perspectiva de la infancia, que resulta en una especie de extrañamiento del mundo adulto.

La película reenvía sin disimulo a clásicos del universo del frikismo. Las andanzas de los protagonistas se tornan legendarias en su pueblito de montañas, con un soundtrackque hace pensar en la comarca de los hobbits de El señor de los anillos. A su vez, elementos como el vestuario de los chicos, sus juegos y el carácter nostálgico empapan la obra de tintes ochentosos del estilo Cuenta conmigo. Todo ello con una delicadeza que se percibe en los colores de los paisajes o de diversas “chucherías” (como un gnomo de jardín o un pastel) y que remite a las creaciones de Wes Anderson.

Los protagonistas son los hermanos Hazel y Jodie, y su amiga Alice. Intrépidos, recorren su pueblo en sus tres motitos en busca de aventuras, pero como tantos niños, sucumben ante una consola de videojuegos llamada “Fire”. El único problema es que su televisor tiene programado un control parental. Su madre, en reposo debido a una gripe, les promete brindarles la contraseña si le consiguen su postre favorito, para el cual precisan un huevo manchado. Nuestros tres héroes emprenden, entonces, una mística misión que los topará con una peligrosa banda de cazadores liderados por una bruja que tiene una pequeña hija: Petal. Serán llevados por accidente a los bosques alejados de su hogar y se enfrentarán a adultos violentos, armados, borrachos, todo para conseguir el ingrediente que les falta. “¿Me seguiste hasta acá por unos huevos? No lo puedo creer”, exclama el vil personaje John Redrye. “No es importante que lo creas”, le responde Hazel. Ahí está el extrañamiento, en la conversión de algo tan simple como un huevo en un tesoro, que cada vez que aparece hace sonar un tintineo mágico: un adulto no podría comprenderlo.

Ese extrañamiento se extiende en toda Riddle of Fire. Las escaleras se bajan saltando como si fuese parkour, una botella de soda sirve de blanco para practicar tiro con pistolas de paintball. Todo aquello de lo que los adultos hacen caso omiso en su cotidianeidad, los chicos lo desautomatizan, convirtiéndolo en juegos y cosas asombrosas. Esa desautomatización opera con la mirada de la cámara: ella está atenta, mediante planos generales, a su alrededor, al exterior, al enorme patio de juegos que es el mundo, donde pueden ocurrir miles de historias. Ella está atenta, a su vez, a lo pequeño, poniendo el foco con planos detalle en los rincones del hogar de Hazel y Jodie y en sus juguetes, dispositivos que también son capaces de presentarles un sinfín de posibilidades.

Las actuaciones protagónicas de Phoebe Ferro, Charlie Stover, Skyler Peters y Lorelei Olivia Mote (Alice, Hazel, Jodie y Petal, respectivamente) resultan divertidas y enternecedoras. Aunque reflejan inexperiencia en muecas o diálogos algo forzados, cabe recalcar que se trata de un elenco jovencísimo que combina el encanto de la película. Las de Lio Tipton y Charles Halford (los adultos, los villanos) cumplen, mas no sobresalen especialmente.

Riddle of Fireasume la mirada lúdica y curiosa de la inocencia y logra entretener durante casi dos horas. Se siente nostálgica, se siente maravillosa. Es una ficción que parece exclamar que la imaginación está al poder.

Fuente

admin@elmaracaibeno.art

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