La poesía, en su forma más descarnada y honesta, fue la protagonista de uno de los momentos más emotivos de la exposición colectiva El don de hacerme sentir, donde el poeta zuliano Luis Perozo Cervantes ofreció una lectura pública de tres textos pertenecientes a su libro Memoria de un pasado amoroso, ganador de la V Bienal de Literatura Abraham Salloum Bitar. En un ambiente íntimo, rodeado de obras visuales que hablaban desde lo sensorial, la voz del autor se convirtió en un canal de memorias y afectos que tocaron profundamente al público.
La velada comenzó con una breve reflexión del poeta sobre el vínculo entre las distintas disciplinas del arte: “He dicho que los artistas plásticos son buenos solamente cuando dentro del lenguaje pictórico hacen poesía”, expresó, y agregó con ironía: “porque en el lenguaje hablado todos ejecutamos ese lenguaje hablado… los políticos hacen desastres con ese lenguaje, y los reggaetoneros hacen cosas peores”. Fue una introducción que rompió el hielo con humor y sinceridad, dando paso a un momento de profunda entrega emocional.
Luis Perozo Cervantes leyó primero el poema “Memoria de un hijo por venir”, una pieza que, como explicó, está dedicada a su hijo Luis Arturo Perozo. El texto evoca una paternidad anticipada, simbólica, en la que el hijo es una promesa grabada en los genes, en los sueños y en la fe. “Están en mí los genes de los huesos flacos de mi hijo, de los silencios de sus ojos, de las flores sonrientes de sus dientes”, recitó el autor, dejando al descubierto una ternura contenida. El poema, cargado de imágenes poderosas, se convirtió en un manifiesto del amor paterno como un acto de fe en lo desconocido: “A mi hijo lo tengo en la garganta como un yo prestado al infinito”.
El segundo poema leído fue “Memoria del funeral de mi padre”, dedicado a la memoria de su padre, Luis Antonio Perozo. En este texto, la poesía se transforma en duelo, en resistencia frente a la trivialización de la muerte. “Estoy seguro que él no merecía un funeral, no merecía que todos pasaran por su féretro a decir que se veía hermoso”, leyó con voz contenida. “Ahora pienso que merecíamos llorar todo el día durante un año y seguir llorando descuidadamente en su nombre”. Fue un lamento convertido en palabra, que sacudió a los presentes por la sinceridad de su dolor y la crudeza con la que denunció los consuelos vacíos y la banalidad de las despedidas protocolares.
La lectura culminó con el poema “Mi amante, el Romano”, una pieza dedicada a Rael Timaure, quien también grabó el video del evento. Este poema se adentra en el terreno del deseo, el exilio interior y la búsqueda de identidad desde una óptica homoerótica y profundamente humana. “Conocí tu desnudez una noche después de un largo viaje… llegaste hecho de todas las esperanzas”, recitó el poeta con voz grave y mirada fija en el público. La imagen del amante como legionario herido se entrelaza con escenas de pasión, ruptura y redención. “Nunca antes un romano, vestido de conquistador, desnudo delirio, había llegado tan lejos en su marcha triunfal de fracasos”, dijo. La figura del romano se disuelve entre la culpa, la entrega y el amor imposible: “Simulas un milenio de latigazos por recibir. La culpa nos ha enseñado el mérito que proporciona el deseo”.
Luis Perozo Cervantes cerró su participación agradeciendo al público y al equipo curatorial de la exposición, y recordando que la poesía, como el arte en general, es una forma de autorretrato: “La poesía también es un autorretrato, un autorretrato del alma del poeta”. Sus palabras, lejos de ser una despedida, quedaron resonando como ecos en la sala, reafirmando la capacidad de la literatura para hurgar en lo íntimo y transformarlo en experiencia compartida.
La presencia del autor en El don de hacerme sentir no solo enriqueció la propuesta estética del evento, sino que también marcó un hito emotivo al situar la palabra como un canal de memoria, amor y resistencia. En un tiempo donde lo superficial a menudo reina, la honestidad de su poesía fue un acto de valentía que conmovió y movilizó a los asistentes.