Cada 8 de mayo, Maracaibo tiene razones para recordar con admiración a uno de sus hijos más destacados y laboriosos. Este 2025 se conmemoran 146 años del nacimiento de Felipe Ramón Amado del Hoyo, un nombre que, más allá de su legado empresarial, encarna la historia de una época de esfuerzo, modernidad e identidad regional en la economía zuliana.
Felipe Amado nació en Maracaibo en 1879, en un hogar tradicional zuliano. Huérfano desde temprana edad, asumió con entereza la responsabilidad familiar, iniciando desde joven en el duro pero honesto trabajo. La fabricación y venta de escobas, en una época donde el comercio minorista sostenía a miles de familias, fue su primer contacto con el mundo de los negocios. Desde allí, demostraría su capacidad para ver oportunidades donde otros solo observaban necesidades.
En 1918, Amado adquiriría una pequeña bodega en la avenida Libertador que marcaría el inicio de su carrera como comerciante al mayor de víveres. Los productos agrícolas llegaban a sus manos en piraguas procedentes de la región andina y del sur del Lago, estableciendo así un nexo comercial que dinamizaría el intercambio de bienes entre zonas rurales y urbanas. Su visión de crecimiento no se detuvo allí.
En el panorama económico de Maracaibo surgió la idea de formar parte del negocio cervecero, entonces en manos de empresarios de Curazao. La fundación de la Cervecería Maracaibo abrió la puerta a un mercado prometedor, pero el giro decisivo llegaría en 1929, cuando Felipe Amado decidió crear su propio emporio: la Cervecería Regional C.A., sociedad fundada junto a bodegueros locales, factores mercantiles y empleados de confianza. Como primer presidente y socio mayoritario, lideró la empresa en una lucha sin precedentes por conquistar el gusto del consumidor zuliano.
En una competencia comercial de gran escala contra las cervecerías Zulia y Maracaibo, Amado se enfrentó con determinación y astucia. La calidad fue su estrategia. Para ello, implementó una idea revolucionaria: traer agua pura del río Catatumbo en bongos, asegurando así un producto superior. Esta decisión significó hipotecar su amada residencia «Baalbek», situada en la emblemática avenida Las Delicias. Fue una apuesta arriesgada, pero acertada, que posicionó a Cervecería Regional como una de las marcas más queridas y respetadas del país.
Con el paso del tiempo, Felipe Amado amplió su visión empresarial. Creó la compañía Orange Crush C.A., estableciendo plantas en Maracaibo, Barquisimeto y Coro. La distribución de refrescos como Orange Crush, Bidú y Old Colony marcó una nueva etapa en su legado. Además, incursionó en la industria alimentaria para animales con Fortifal y en la importación de frutas con el barco frigorífico Florida, lo que diversificó y robusteció su imperio comercial.
Más allá de su éxito económico, Felipe Amado se distinguió por su espíritu altruista y su profundo sentido de pertenencia zuliana. Fue un generoso benefactor de instituciones clave para el desarrollo de la región, como la Iglesia Católica y la Universidad del Zulia, a las cuales apoyó en distintos momentos con donaciones y aportes significativos.
En el ámbito familiar, forjó un hogar sólido junto a Blanca Emira Montiel Gil, con quien tuvo seis hijos. Su descendencia también dejó huellas en la arquitectura y el urbanismo marabino. Su hijo Teodoro Amado Montiel edificó la icónica quinta Luxor, símbolo del esplendor de Maracaibo en los años 50, considerada hoy patrimonio arquitectónico de la ciudad.
Felipe Amado falleció en 1971, dejando tras de sí no solo empresas prósperas, sino también un ejemplo de constancia, visión empresarial y compromiso social. En este aniversario, su nombre resuena como el de un hombre que supo transformar su esfuerzo en legado y que encarna, en cada sorbo de cerveza Regional y en cada rincón que ayudó a levantar, el espíritu trabajador e innovador del zuliano.
Recordar a Felipe Amado es honrar a los forjadores de nuestra identidad económica y social, aquellos que, como él, apostaron por el Zulia cuando todo estaba por hacerse.