Cuando se habla del teatro en Maracaibo, un nombre resuena con la fuerza de la perseverancia, la imaginación y el compromiso: Freddy Jesús Marín Martínez. Este 6 de mayo de 2025, al cumplir 71 años de vida, su trayectoria se erige como un testimonio ineludible de entrega absoluta al arte escénico, en sus múltiples facetas como dramaturgo, director, actor, titiritero y, sobre todo, como formador apasionado de generaciones de artistas. Freddy es, sin duda, uno de los grandes motores que han mantenido encendida la llama del teatro zuliano durante las últimas cinco décadas.
Nacido en la Maracaibo de 1954, cuando la ciudad aún bullía al ritmo de las gaitas y las luchas por preservar su cultura, Freddy Marín encontró en el teatro su voz más genuina. Su incursión comenzó temprano, en los pasillos del Liceo Baralt, donde siendo apenas un adolescente participó como actor en La muerte de un héroe, bajo la dirección de Nicanor Cifuentes. Fue allí donde comenzó a fraguar su relación indisoluble con las tablas. Poco después dirigió su primer montaje, El patio de los arriendos de Liu Weng Say, marcando el inicio de su carrera como director.
La formación rigurosa llegaría en su juventud, cuando se integró al Laboratorio de Investigación Teatral (LIT) de la Universidad del Zulia, dirigido por el reconocido dramaturgo Rodolfo Santana. Entre 1973 y 1974, participó como actor en obras emblemáticas como Crítica 1 y El gran circo del sur, experiencias que lo dotaron de un enfoque crítico y experimental del teatro, el cual marcaría profundamente su visión artística.
Freddy Marín fue también fundador y figura esencial del Teatro Libre de Maracaibo (TLM), donde actuó y dirigió durante años obras que hoy son referencia obligada del teatro regional, como Tiranicus de Santana y Sol de papel, de su propia autoría. Su participación en el teatro de títeres fue igualmente significativa, siendo miembro del recordado grupo Chipilín y cofundador de la AZUTTI, iniciativas que demuestran su incansable búsqueda por explorar nuevas formas de expresión.
Entre los años 80 y 90, su inquietud creativa lo llevó a impulsar diversos colectivos, entre ellos El Sol Sale de Casa, Tectura de la Facultad de Arquitectura de LUZ, y el inolvidable Balanza, fundado en 1986 en el Colegio de Abogados del estado Zulia. Fue allí donde brilló con Sol de papel, una pieza que resume su poética teatral cargada de crítica social y lirismo.
En su rol como dramaturgo, Freddy Marín ha creado un repertorio extenso y profundo. Obras como El día de ayer, El collar mágico, Hecho en Venezuela, Una muerte en Credulilandia, Esto no tiene nombre y Waleker, esta última una delicada dramatización de una leyenda guajira, demuestran su versatilidad temática y su capacidad para captar las complejidades de la sociedad zuliana. Su prolífica producción ha sido clave para dotar al teatro local de textos que dialogan directamente con las raíces e inquietudes de su público.
Además de su creación artística, su vocación docente ha sido ejemplar. Desde el Taller Regional de Teatro (TRT), Freddy ha formado a decenas de actores y directores que hoy siguen sus pasos en las tablas zulianas y venezolanas. Su aporte ha ido más allá de la dirección y la dramaturgia: ha trabajado con el grupo de teatro penitenciario Aquiles Nazoa, ha dirigido piezas para las Danzas Maracaibo, ha sido jefe de producción en óperas y ha dejado su sello en festivales como el I Festival de Monólogos Andrés Eloy Blanco en 1996.
Galardonado con el Premio Disc Jockey como director en 1989 y beneficiado con apoyos oficiales para el desarrollo del teatro experimental, Freddy Marín no ha cesado en su empeño de profesionalizar y dignificar la labor teatral en el Zulia. Su constante autocrítica y deseo de perfección lo han llevado a buscar siempre el equilibrio entre la creación y la calidad, en aras de ofrecer un producto escénico que esté a la altura de los mejores exponentes del país.
Hoy, al arribar a los 71 años, Freddy Marín sigue siendo un nombre indispensable en la cartografía cultural zuliana. Su vida es reflejo de una lucha sostenida por el teatro como herramienta de transformación social, artística y educativa. Es la voz del dramaturgo que aún tiene mucho por contar, del maestro que sigue enseñando con cada montaje y del marabino que ha hecho del arte su razón de ser.
Crédito de la fuente:Esta nota ha sido elaborada a partir de la información contenida en el Diccionario General del Zulia, de Jesús Ángel Semprún Parra y Luis Guillermo Hernández, segunda edición, 2018, publicado por Sultana del Lago Editores.