La escritura «rea» de María Moreno

La entrada La escritura «rea» de María Moreno se publicó en la revista Cuadernos Hipanoamericanos.

POR MARÍA NEGRONI

Da la impresión de ser una autora agresiva, socarrona, descentrada, con una cultura hecha de mezcolanzas. Que es capaz de contar anécdotas autodenigrantes y de darse «dique» con cosas que avergonzarían a otros. Alguien que conoce las ansiedades en toda su perversa intimidad. Que cuestiona la vigilancia que el psicoanálisis y la política ejercen como celadores odiosos sobre las formas «correctas» del lenguaje. Que sabe leer un poco más allá de los libros. Que crea escenas de lenguaje, con una sintaxis ebria, un poco artera. Que piensa en diagonal, sin orden, atenta solo a los cortocircuitos capaces de producir en la lengua un matiz inesperado, un efecto disonante, sin descartar ningún recurso, incluidos el tapadito rosado del kitsch y los deslices mediáticos de la cultura popular. Que escribe como si le hubiera agarrado un repentino «ataque de erotomanía, insinuándose y escurriéndose, como si el universo entero la deseara, desde los chulos del bar La Paz hasta los gallos del gallinero, desde la multitud en la calle Florida hasta el viento del norte».

Su trayectoria afiebrada –que conoce el camino de las redacciones, la política y el feminismo– no se priva de nada: la crónica, el relato, la rememoración, la crítica mordaz, el chiste privado y una mirada entre escéptica y ladeada le permiten cubrir los diversos aspectos de la época en que le tocó vivir, incluyendo las utopías juveniles que inauguró el Mayo Francés, la cultura porteña de los bares, la celebración de lo lumpen, y hasta las reflexiones irreverentes sobre el feminismo que le permiten decir frases como esta: «Los feminismos a menudo oponen el amor a la obra. Sin embargo, Simone de Beauvoir escribió El segundo sexo al compás de un amor casi siempre anual en sus realizaciones, con las ojeras de la ausencia, y la obsesión por las cartas que se extravían, la calentura de que, mientras se tiene cabeza para interrogar la guerra de Argelia, se quiere estar cogiendo bajo una manta india en un callejón donde se descarga la basura, del otro lado el océano».

En el principio fue el nombre, el nombre falso, pasar de llamarse María Cristina Forero a autobautizarse María Moreno. También fue el barrio del Once, el conventillo repleto de historias, la voz proliferante de la abuela analfabeta y el discurso de la madre, Doctora en Bioquímica y Farmacia, que le enseña a su hija a estudiar de memoria, con la vista fija en el diez.

En esa infancia hay tangos, radioteatros, libros prohibidos, maestras que maltratan. Hay también una galería de abuelos y tíos abuelos que fueron fotógrafos de la Revista Sur y de Victoria Ocampo y muy especialmente dos amigos de su mamá, compañeros del Laboratorio donde trabajaba, que solían frecuentar la casa de la infancia: Esther, la Paraguaya y Jorge, su subordinado, dos personajes que se revelarán después, en la adultez de la autora, como Esther Ballestrino de Carteaga, Madre de Plaza de Mayo, detenida desaparecida, arrojada al mar en 1977, y el actual Papa Francisco, cuando todavía no era ni siquiera el arzobispo Jorge Bergoglio sino apenas Jorge, mucho antes de estudiar para cura y tener relaciones turbias con los jefes genocidas de la dictadura militar.

Hay en definitiva una niña freak, fóbica y proletaria que conoce bien las tretas para evitar el terror de sus traumas, para alumbrar las peripecias de su propio cuerpo en todas sus marchas y contramarchas.

Leer jugando siempre me consoló de la tragedia, nos dice. Me gustaría morir leyendo. Pero no libros importantes. Podría ser una vulgar lista de catálogos, más fácilmente un prospecto. Que la muerte me alcance en el momento en que el sentido se me escapa y no sepa si sueño que leo y eso es morir, o si ya olvidé mi lengua y lo ignoro: irme como cuando no se recuerda por qué copa se va o qué saque o como en una sobredosis.

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El Maracaibeño es un periódico literario y cultural fundado por Luis Perozo Cervantes, cuyo primer y único número impreso fue lanzado el 8 de septiembre de 2014, bajo el lema “El nuevo gentilicio cultural”. Su creación surgió como respuesta a la necesidad de un espacio dedicado a la promoción y difusión de la cultura en Maracaibo.

El 1 de octubre de 2017, El Maracaibeño dio un paso importante al transformarse en un diario digital, convirtiéndose en el primer periódico de la ciudad enfocado exclusivamente en la cultura. Con su nueva versión digital, adoptó el lema “Periódico Cultural de Maracaibo”, extendiendo su alcance a todo el país.

Este periódico es una propuesta respaldada por la Asociación Civil Movimiento Poético de Maracaibo, que busca fomentar un periodismo cultural que contribuya a la construcción de una nueva ciudadanía cultural en la región. El Maracaibeño se posiciona como un vehículo para llevar las noticias más relevantes de la cultura, desde críticas de arte hasta crónicas y ensayos, cubriendo así una amplia gama de expresiones artísticas.

El Maracaibeño no solo es un medio informativo, sino un símbolo de la riqueza cultural de Maracaibo, llevando a sus lectores las noticias más importantes del ámbito cultural, tanto local como internacional.

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