Dicen que Maracaibo es la tierra del sol amado, pero también podría ser la tierra donde encontrar un buen libro es casi tan complicado como encontrar un aire acondicionado que no suene como un tractor. Comprar un libro aquí no es solo un acto de consumo; es una hazaña digna de un poema épico. Sin embargo, entre las dificultades y las anécdotas, surgen historias de resistencia cultural que nos hacen creer que todo es posible.
Por ejemplo, en 2017 fundé Puerto de Libros, una pequeña librería que comenzó como un sueño virtual y que ha crecido hasta convertirse en dos sedes físicas: una en la Vereda del Lago y otra en el histórico Teatro Baralt. Mi idea era sencilla: combinar las nuevas formas de comercio electrónico con el encanto de las antiguas librerías. Hoy, Puerto de Libros es un lugar donde las personas pueden reunirse para disfrutar de talleres, ferias literarias, y hasta proyecciones de cine. Cada una de sus sedes ofrece una experiencia única: la Vereda del Lago se ha convertido en un espacio al aire libre para la lectura y el cine clásico, mientras que el Teatro Baralt resalta como un epicentro cultural en el corazón de la ciudad. Además, gracias a nuestra alianza con la SuperApp Yummy, logramos llevar libros a miles de usuarios sin que tengan que moverse de su casa (porque, seamos sinceros, sobrevivir al calor marabino ya es bastante trabajo).
Pero volvamos a la realidad general. La disponibilidad de libros en la ciudad es limitada y dispersa. Desde las tradicionales librerías Europa, Aeropuerto y El Quijote, hasta las más pequeñas del mercado Las Pulgas como Punto y Coma, y El Prado, la variedad existe, pero el surtido deja mucho que desear: autoayuda, poca literatura universal, y algunos bestsellers muy atrasados. Las novedades o los lanzamientos recientes son tan raros como una tarde sin calor en Maracaibo.
Con la extinción de la librería La Cátedra Libre, que estaba en la plazoleta de la Facultad de Humanidades porque sus dueños retornaron a Chile tras más de cuarenta años de exilio político, la ciudad universitaria quedó sin librería. Así mismo, las gigantescas TecniCiencia y Nacho cerraron sus puertas en el Sambil, dejando un incomparable vacío. Maracaibo quedó aislada de las grandes cadenas de librerías de Venezuela, incluidas Las Novedades, que nunca abrió sede en nuestra ciudad. Espacios como El Emporio del Libro, propiedad del poeta Carlo Maglione, apenas abren. El fotógrafo Audio Cepeda, quien solía encargarse de abrirla, dejó de hacerlo por desavenencias con el dueño. La socialista Librería del Sur desapareció hace casi diez años, dejando promesas incumplidas por parte del gobierno nacional para reabrirla.
A esto se suman los vendedores informales de libros usados, como los del casco central, junto al Centro de Arte de Maracaibo Lía de Bermúdez, donde destaca Armando Arreaga. Aunque ofrece joyas inesperadas, su situación refleja el abandono hacia una actividad tan noble como la venta de libros. En el Uni Centro Las Pulgas, Valmore Suárez lleva más de veinte años vendiendo libros escolares de segunda mano y textos universitarios, especialmente de medicina. Es un ejemplo de perseverancia que merece reconocimiento.
En contraste, Maracaibo cuenta con nuevas y destacadas iniciativas. La Librería Universitaria «Dr. Jesús Enrique Lossada», ubicada en la Biblioteca Pública del Estado en la Avenida El Milagro, se presenta como “la primera librería virtual universitaria de Venezuela”. Ofrece más de 200 textos universitarios en diferentes áreas científicas y humanísticas, disponibles para docentes, estudiantes e investigadores. Abierta de lunes a viernes, busca promover la lectura y facilitar el acceso al conocimiento. Es un paso positivo desde las instituciones, pero aún insuficiente para transformar el panorama literario de la ciudad.
La joya de la corona cultural marabina es, sin duda, Puerto de Libros. Desde nuestro nacimiento, hemos enfrentado todo tipo de obstáculos, desde desalojos injustos hasta los estragos de una pandemia. Pero seguimos aquí, apostando por la cultura y demostrando que la pasión por los libros puede superar cualquier adversidad. Cada libro vendido, cada evento realizado, es un pequeño acto de resistencia cultural en una ciudad que necesita más espacios para la reflexión y el conocimiento.
El problema de conseguir libros parecerá banal para quienes solo leen los comentarios de Tiktok, pero no es menor para quienes consideran los libros como un refugio o una forma de vida. Obras capitales como En busca del tiempo perdido de Marcel Proust o Ulises de James Joyce son imposibles de conseguir. Del mismo modo, encontrar títulos contemporáneos como Los detectives salvajes de Roberto Bolaño o trabajos de autores locales, como quien les escribe hoy, es tan complicado como explicarle a un foráneo por qué un «cepillado» es el remedio perfecto contra el calor.
Es urgente que las autoridades culturales de la ciudad, el estado y la nación, así como las universidades, tomen medidas. Pero la realidad es que el gobierno regional y municipal ha dado la espalda al mundo del libro, olvidando su papel en la promoción cultural. En lugar de incentivar a los libreros, muchos han enfrentado trabas y falta de apoyo. Esta indiferencia institucional no solo limita el acceso a la lectura, sino que también desincentiva a nuevos emprendedores que podrían enriquecer la oferta cultural de la ciudad.
Por otro lado, la empresa privada brilla como una luz en la oscuridad. Puerto de Libros es el ejemplo perfecto de cómo la gestión cultural desde el emprendimiento puede transformar una ciudad. Este proyecto es un testimonio de cómo las pequeñas acciones pueden tener un impacto gigantesco, conectando a las personas con el conocimiento, la creatividad y la posibilidad de soñar con un futuro mejor.
Porque la lectura es mucho más que un pasatiempo; es la llave para abrir puertas a mundos desconocidos, la chispa que enciende la imaginación y el arma más poderosa contra la ignorancia. Un libro puede cambiar una vida, y muchas vidas cambiadas pueden transformar una sociedad. La lectura nos enseña a ser críticos, a cuestionar, a soñar con un mundo mejor y, sobre todo, a construirlo. En una ciudad como Maracaibo, donde los retos son constantes, leer no solo es un acto de resistencia, sino también de esperanza.
Así que no perdamos la fe en los libros ni en quienes los crean, venden y leen. Construyamos juntos una ciudad donde cada página escrita sea un ladrillo en el edificio de una sociedad más justa, libre y creativa. Comprar un libro es una aventura; leerlo, una revolución. Y en Maracaibo, donde hasta el calor parece poesía, cada lector puede ser el inicio de un cambio profundo.