EDITORIAL: Los retos de las organizaciones culturales en el 2025

El 2025 es un año electoral y estará lleno de promesas, como siempre; pero el sector cultural seguirá sintiendo el mismo sinsabor de siempre. Ni Viva Venezuela, Mi Patria Querida, ni el Ministerio de Cultura, ni los despachos regionales y municipales de cultura han logrado cumplir con sus promesas anteriores; mucho menos podrán cumplir con las nuevas.

El año 2024 estuvo lleno de esfuerzos sorprendentes para desarrollar una acción cultural medianamente autónoma en una ciudad donde hay mucho ruido y pocas nueces que repartir. No vengo a hablarles de lo que ya conocen, sino a tomar el termómetro de lo que viene: ¿cuáles son los retos que deben enfrentar las organizaciones culturales en este año que comienza?

Comenzaré por dividir a dichas organizaciones culturales en dos grupos: las organizaciones culturales públicas, pertenecientes al Estado venezolano en sus tres niveles de poder; y las organizaciones culturales independientes o cuya dependencia del sector público no implica financiamiento directo.

En Maracaibo, el primer grupo está integrado, en primer lugar, por el Gabinete de Cultura del Ministerio del Poder Popular para la Cultura, dirigido por la abogada Keyla González, quien quizás labora en él desde el nacimiento de dicho ministerio en el año 2005, cuando era asistente del licenciado Piero Arria (hermano del actual viceministro de Cultura, Sergio Arria, e hijo de la intelectual Carmen Bohórquez). Por lo tanto, Keyla conoce bien cómo funciona esa institución, gracias a sus más de 20 años de experiencia en la gestión pública cultural.

El reto fundamental de su gestión este año será rescatar del presupuesto de gestión pública nacional lo suficiente para activar los planes y proyectos de las diferentes plataformas que integran el gabinete: pagar algunas presentaciones de teatro, dentro y fuera del marco del Festival de Teatro Progresista; realizar el capítulo Zulia de la Feria Internacional del Libro de Venezuela, que siempre es una apuesta presupuestaria engorrosa porque implica movilización, comida y una extensa programación, en su mayoría financiada directamente por el gabinete, que no cuenta con independencia presupuestaria; y desarrollar su tímida actividad cultural comunitaria, que ha venido a menos desde que la Misión Cultura se convirtió en letra muerta con el cambio de paradigma en la gestión pública (que pasó de misiones a motores, ¿sin gasolina?). Ya está claro que se olvidaron del Sistema Regional de Imprentas o de los añorados convenios de cooperación con organizaciones culturales, y mucho menos se acuerdan del desarrollo de infraestructura para nuevos centros culturales, en parte por la crisis económica y en parte porque es más rentable el show y el acto cultural que un plan de desarrollo social a través de la cultura. Pero, para decir la verdad, nada de ello depende de la voluntad de Keyla González, ya que ella es parte de un engranaje que toma sus decisiones en Caracas. Una de las pocas facultades que le quedan a ella es recomendar a quién se le asignará el deseado bono de cultores que llega por el sistema Patria; esa selección sí es su responsabilidad.

El segundo estadio de lo público es la Secretaría de Cultura de la Gobernación del estado Zulia, a quien le dedicamos nuestro último editorial titulado “Rosales cumple, Viviana no”. Allí expresamos nuestras preocupaciones sobre las debilidades de la gestión cultural de Viviana Márquez, que este año tiene el reto importante de hacer realidad todo lo que ha ofrecido en tres años y no ha realizado por falta de espacios dignos para la cultura. El gobernador Rosales cumplió su palabra y rehabilitó el espacio; a ella le corresponde ahora hacer crecer la matrícula, no del Conservatorio —que desde hace muchos años depende más del Sistema Nacional de Orquestas y Coros, quien son los dueños de los instrumentos y que pagan a la extendida red de profesores y buena parte de la logística—, sino de las escuelas más pequeñas como la casi cincuentenaria Escuela de Teatro Inés Laredo, la reciente Escuela de Teatro y Títeres, y la Escuela de Artes Plásticas Neptalí Rincón. Queremos ver cómo el flamante Centro de Formación Artística se convierte en el semillero de las nuevas generaciones de creadores de la ciudad. Le recordamos a la secretaria que, en los años ochenta y noventa, había más de 200 estudiantes de teatro y más de 500 en el Ballet, y que la mayoría de los pintores pertenecientes a la llamada “escuela zuliana” de la pintura estudiaron en la Neptalí Rincón. ¿Podrá mostrar resultados en el área cultural en el 2025 o seguirá inventando excusas?

De forma independiente, otras dependencias culturales de la Gobernación, como el Centro de Arte de Maracaibo Lía Bermúdez y el Acervo Histórico del estado Zulia(con su Museo Urdaneta, Casa de la Capitulación, Fototeca y Centro de Investigaciones Históricas), han condimentado la acción cultural de la ciudad. El primero rescata sus instalaciones poco a poco e intenta tímidamente volver a vincularse con los productores artísticos de la ciudad. El segundo mantiene una intensa y ambiciosa programación semanal que no deja desfallecer el espíritu y la identidad del zuliano. Es una lástima que ambas instituciones no cuenten con el apoyo irrestricto de la Secretaría de Cultura. Su programación deja claro la poca colaboración que el ente rector de la cultura brinda a sus iguales. ¿Por qué la secretaria no asiste a los eventos de estas organizaciones ni promueve las actividades de sus compañeros en la gestión? ¿Celo, irresponsabilidad, inmadurez, competencia? El reto fundamental de estas dependencias para el 2025 es demostrar que su proyecto cultural ha madurado al margen de la Secretaría de Cultura y consolidar así más apoyo del gobernador, quien sabe valorar a quienes se esfuerzan por mejorar su gestión a pesar de las dificultades.

En tercer lugar, la esfera municipal se ha visto afectada por la crisis de gobernabilidad que implicó la captura del alcalde electo de Maracaibo. Aun así, el año pasado vimos cómo aumentaron las actividades culturales de la Dirección de Cultura de la Alcaldía, al menos las realizadas en el Museo Municipal de Artes Gráficas “Luis Chacón”. Es una lástima que, en tres años de gestión, el concejo municipal haya suspendido dos veces la primera discusión de la reforma de la Ordenanza Municipal de Cultura. Seguimos sin un modelo de gestión cultural municipal, ya que la ordenanza de 2005 es inaplicable porque no existe un ente ejecutor de políticas públicas para la cultura. Aunque su directora, la periodista Malena Soto, quiera hacer algo, no puede, ya que FUNDACULTURA, el ente ejecutor, fue disuelto, y su cargo de directora de Cultura es simbólico, sin presupuesto. Según la ordenanza vigente, la directora de Cultura solo administra una nómina y unos espacios públicos, pero no firma un cheque ni toma una decisión sin el visto bueno del director de Desarrollo Social o del alcalde. El reto fundamental de este despacho es pulsar políticamente para crear la nueva ordenanza y con ella definir cuál es el modelo de gestión cultural al que apostará el municipio: ¿serán facilitadores de los procesos artísticos y culturales o apostarán por el fracasado modelo de producción de eventos, como una agencia de festejos al servicio de las necesidades del alcalde?

Entre dos aguas, de lo público y lo privado, se mueve la Universidad del Zulia, que en sí misma es una institución cultural por sus objetivos intrínsecos. La rectora de la Universidad del Zulia, la Dra. Judith Aular de Durán, humanista de origen, ha liderado un resurgimiento paulatino de la vida académica después de la pandemia, la crisis eléctrica y el castigo presupuestario al que el gobierno nacional ha sometido a las universidades.

El año pasado, y contra todo pronóstico, la universidad celebró el Festival Manuel Trujillo Durán, el congreso aniversario de la Red de Investigadores Estudiantiles, la reapertura del Paraninfo de la Universidad en La Ciega, editó más de veinte libros a través de EDILUZ, reestructuró la Junta Directiva y recuperó la Sociedad de Amigos del MACZUL, encuentros internacionales de danza, y la joya de la corona: el Teatro Baralt de Maracaibo, con más de 260 eventos que beneficiaron a más de 81.000 espectadores. Sin duda, un éxito de nuestra rectora, en manos de sus directores y presidentes de fundaciones universitarias.

Los retos: aprender de la gestión cultural que desarrolla el Teatro Baralt, bajo la dirección del arquitecto Jesús Lombardi, y convertir ese modelo exitoso en un caso de estudio académico. Los investigadores de la universidad deben descifrar las huellas de ese éxito para poder replicarlo en todas las dependencias culturales de la universidad y, posteriormente, en la región. Así podremos emular lo bueno que está ocurriendo en el teatro.

En la esfera de las organizaciones culturales privadas, entusiasmo y decepción se mezclan a menudo. Sin embargo, siempre hay que destacar el maravilloso esfuerzo que desarrollan dichas instituciones para mantener con vida proyectos que benefician a toda una ciudad, muchas veces a espaldas de las autoridades del sector cultural.

Comenzaré por la Alianza Francesa de Maracaibo, que logró realizar FOTO Maracaibo el año pasado. Bajo la dirección de Mexi De Donato, promete en este 2025 desarrollar la Fête de la musique y una nueva edición del evento fotográfico más importante de la ciudad. Los retos de esta organización siempre están ligados a la agenda diplomática, pero sin duda dependen de la matrícula de estudiantes de francés. La invitación a quienes nos leen es a aprovechar la oportunidad de aprender una nueva lengua en una institución que ayuda a la ciudad a mantener vivos grandes proyectos culturales.

El Centro Bellas Artes, luego de la inyección presupuestaria que hiciera la Alcaldía de Maracaibo en 2022, ha resurgido. Por supuesto, aún está lejos de la genial gestión cultural que desarrollara Adriana Vera hace una década. La actual directora, la señora Liliana Blanco, ha intentado retomar el espíritu del entrañable Oscar D’Empaire, quien hizo del Bellas Artes la vanguardia de las artes plásticas en la ciudad.

Es destacable la labor de Luis Fernando Núñez Rincón, de 700 Arte y antigüedades, quien sigue la senda de su abuela Beatriz Canaán de Rincón y ha llevado a las salas del Bellas Artes a sus mejores artistas en estos tiempos. El reto del Bellas Artes, desde que la señora Blanco lo dirige, ha sido integrar realmente a las Bellas Artes, no solo las artes plásticas, y recuperar el espíritu filantrópico de las fundadoras, entre quienes se encontraba la poeta Mercedes Bermúdez de Belloso. Lamentablemente, al faltar la poesía en su programación, terminan por defraudar su legado. Es labor de la junta directiva, heredera de los fundadores, garantizar que el legado de sus padres y abuelos perdure con los años.

En cuanto a las casas productoras de espectáculos teatrales —Barikai, Techo Verde, Teorema, Teatro del Sur, Esencia Teatro, Socialité Teatro, Teatro Mampara, Titilar, TEA, Fundrama, Mambrú y hasta el antiguo Grupo Tablón, entre otros—, todas resisten en la penosa realidad de no contar con financiamiento constante ni poder planificar funciones estables. La falta de oferta no permite constituir un público teatral sólido. Lo poco que tiene éxito responde más al impacto en redes sociales que a un programa artístico y conceptual sólido.

A excepción de “Shakespeare Bajo el Sol” de José Luis Montero y Alfredo Peñuela, y del Festival Corto Teatro de Teorema Producciones, el año pasado vivimos pocos espectáculos teatrales de calidad, efímeros y de una sola puesta en escena. El reto de los creadores teatrales es trabajar como gremio, priorizar su arte sobre sus intereses personales y llegar unidos ante las instituciones culturales para exigir espacios y financiamiento. Solo cumpliendo con la Ley del Teatro podrán superar el promedio mediocre actual.

En términos universitarios, la Universidad Rafael Urdaneta ha dado un ejemplo que deberían seguir la URBE y la Universidad José Gregorio Hernández, cuyas acciones culturales para la ciudad son insuficientes. Lo mismo aplica a CorpoZulia que ya no desarrolla acciones culturales y al arzobispado, que han abandonado el Museo Obispo Lazo. No obstante, reconocemos la labor de resistencia de la UNICA y Fe y Alegría en la construcción de programas que orienten a las comunidades hacia la educación y la cultura. Aunque siempre esperamos más de la Iglesia, es justo destacar su esfuerzo.

Por motivos de extensión, no puedo continuar con los retos de las organizaciones de cine, música y danza. Sin embargo, es importante resaltar que tanto públicas como privadas sobreviven de manera independiente, al margen de quienes deberían apoyarlas. La mayoría de las producciones musicales y audiovisuales de 2024 surgieron de movimientos individuales, no de una maduración colectiva de la ciudad. Las academias y estudios de danza florecen en un entorno donde el Estado no brinda apoyo ni beneficios fiscales; son flores que crecen en el desierto.

Hay mucho por decir y hacer, pero desde El Maracaibeño deseamos que el 2025 sea un año de progreso colectivo, en el que todos los habitantes de la ciudad crezcan junto con sus creadores y artistas.

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Luis Perozo Cervantes

Autor de 23 libros. Productor audiovisual. Conductor del programa "Puerto de Libros - Librería radiofónica". Presidente-fundador del Movimiento Poético de Maracaibo. Creador del podcast Cuestionario Cervantes. Editor-Jefe de Sultana del Lago Editores. Coordinador del Festival de Poesía de Maracaibo y la Feria Independiente del Libro de Maracaibo.

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