CALIFICACIÓN.- SOBRESALIENTE: 9
Hasta el 22 de diciembre, en el Teatro María Guerrero se representa ‘Nada’, de Carmen Laforet, uno de los mejores montajes de este 2024. Al cumplirse el 80º aniversario del Premio Nadal 1944, el Centro Dramático Nacional lleva a las tablas por primera vez la célebre obra de la escritora catalana, adaptada por Joan Yago y dirigida por Beatriz Jaén. Ambos, que ya nos deleitaron con ‘Breve historia del ferrocarril español’, vuelven a trabajar juntos para realizar la versión teatral de de una de nuestras cimas narrativas del siglo XX, una novela que es de una belleza y una crudeza desgarradoras, en la que convive el ímpetu de la juventud con el mundo decadente de los adultos durante la posguerra española. El resultado, una auténtica maravilla.
La obra está ambientada en Barcelona, en septiembre de 1939. Después de la guerra civil, muchísimas familias se ven condenadas a una destrucción moral y física devastadoras. Cuando Andrea, una joven de 18 años, llega a la casa familiar de la calle Aribau para estudiar su primer año de universidad ya nada se parece al ambiente cálido y alegre que ella conoció de pequeña. Ahora se da cuenta de que sus tíos Román y Juan, su tía Angustias, Gloria, la abuela y Antonia -la criada- viven inmersos en un ambiente de tensión permanente y atmósfera irrespirable.
En mitad de este oscuro panorama, Andrea intenta mantener a salvo su propio relato, protegiendo sus sueños y viviendo intensamente. La lucha vital de la protagonista de ‘Nada’ representa ese grito generacional de dolor y esperanza, de angustia y deseo, de los nacidos en los primeros años veinte. Una generación que rondaba los veinte justo después de la guerra y que, a partir de 1939, tiene que superar la angustia existencial de gran parte de un país que con la guerra lo ha perdido todo, incluso las ganas de seguir viviendo.
En esos primeros meses en la Barcelona de la posguerra serán fundamentales para Andrea los amigos que conoce en la universidad, en especial Ena. Una de las claves de ‘Nada’ es la relación entre Andrea y Ena. Dos mujeres, dos almas unidas para siempre por el amor y la amistad. La amistad entre mujeres, toda una revolución vital, que como decía la propia Carmen Laforet, eleva la capacidad de alegría y creación.
Joan Yago, autor de la adaptación teatral, ha hecho un trabajo realmente extraordinario. Nunca es fácil llevar una novela a las tablas y, mucho más, si se trata de la célebre novela de Laforet, que se representa por primera vez. Pero una vez visto el montaje final, podemos decir con rotundidad que la esencia de la novela está brillantemente plasmada en el texto y en la puesta en escena.
En la dramaturgia, se ha destacado la amistad entre la protagonista Andrea, joven de una familia catalana venida a menos que llega a Barcelona para estudiar en la universidad, y Ena, la hija de una familia acomodada. Ambas son mujeres ‘raras’ o diferentes en la España de los primeros años de la dictadura franquista. Entre Andrea y Ena se establece una amistad muy especial, que no es amor, pero que tampoco es amistad solamente. Porque como dice el propio Yago: «La autora de manera valiente nunca llega a definirla. Porque las cosas a veces son más complejas y no son blanco o negro y creo que es lo que la hace más interesante».
Como decíamos anteriormente, Joan Yago ha hecho un trabajo verdaderamente brillante combinando con maestría la narración y los diálogos. Porque esta adaptación teatral de ‘Nada’ tiene muchísima narración a lo largo de las tres horas que dura (más el intermedio). En al arranque, por ejemplo, a nosotros nos ha costado mucho adentrarnos en el relato de la protagonista, salpicado con todas las escenas dialogadas que suceden en la casa de sus tíos. Pasados 45 minutos de función y, poco a poco, las piezas se van engranando y es entonces cuando el espectador se puede sumergir totalmente en el universo de Laforet y disfrutar de la consistencia dramática de la obra.
Y si difícil era adaptar el texto de Laforet, mucho más complicado aún era poder recrear en escena el universo de ‘Nada’. De ahí, que lo que ha hecho Beatriz Jaén es para quitarse el sombrero. Ella ha sabido plasmar, de forma deslumbrante los tres mundos de la novela. Por un lado, el mundo de la casa, oscuro y tenebroso, con esas peleas familiares que dan miedo. En segundo lugar, ha sabido captar esa luz del mundo exterior que se abre para la protagonista: esa Barcelona, esa juventud, la universidad y sus amigos, y sobre todo Ena, que le va a abrir un mundo de posibilidades, una nueva manera de ver el mundo. Y, por último, el mundo interior de Andrea relacionado con la fantasía y los sueños, quizás el más complejo de recrearse, en el que las videoproyecciones juegan un papel fundamental.
En la puesta en escena de Jaén, destacar el espectacular espacio escénico diseñado por Pablo Menor Palomo, que ha recreado una casa antigua de la posguerra, con dos pisos. En la planta baja, un ambiente endiablado de muebles, destartalado, caótico, con los muebles apilados en las paredes, las camas por ahí tiradas, un antiguo piano… En el piso de arriba, una especie de buhardilla donde habita Román, a la que se accede por unas empinadas escaleras. Esa oscuridad de la escenografía contrasta con la luminosidad de la puesta en escena cuando entran en juego las diferentes lámparas que caen del techo, o un coche de época cuando la protagonista va a a la playa. Antes de ver la función, nunca podía imaginar que la puesta en escena me trasladara a los lugares de la novela. De ahí, que tengamos que alabar la deslumbrante dirección de Beatriz Jaén, responsable deuna puesta en escena de muchos quilates. Por poner solo un ejemplo, el último acto es una joya al completo y ese final con las dos protagonistas declarándose su amistad incondicional, bajo la lluvia, es de una belleza insuperable.
En esta puesta en escena, tenemos que destacar también el magnífico diseño de luces de Enrique Sueca, el vestuario -fiel reflejo de la época- de Laura Cosar, el movimiento coreográfico de Natalia Fernandes, las videoproyecciones -llenas de colorido- de Margo García y, por supuesto, la espléndida música y ambientación sonora creada por uno de los grandes, Luis Miguel Cobo.
Para dar vida a los protagonistas de ‘Nada’, Beatriz Jaén ha escogido a diez fantásticos intérpretes, de diferentes generaciones. Un elenco fabuloso en el que brilla con luz propia Júlia Roch, que interpreta a la protagonista, Andrea, al mismo tiempo que ejerce de narradora con una asombrosa naturalidad. Lo que hace Roch está al alcance de muy pocos actores. Durante las tres horas de función, en ella recae todo el peso de la historia. Júlia supera el reto con nota deleitando al público con una memorable actuación llena de luz, sensibilidad, consistencia y mucha verdad. Todo lo que hace sobre las tablas del María Guerrero es verdad, y eso se transmite al patio de butacas. Por su parte, Julia Rubio está espléndida dando vida a la mejor amiga de Andrea, Ena. Una mujer libre, independiente y muy especial para su época.
Completan el reparto: Amparo Pamplona (espléndida interpretando a la Abuela, qué placer ver a este pedazo de actriz sobre las tablas), Carmen Barrantes (fantástica en la piel de Angustias, la tía de Andrea, y desdoblándose también en otros personajes), Jordan Blasco (genial como Iturdiaga y también interpretando a Jaime, el novio de Ena),Pau Escobar (muy divertido dando vida a Pons),Laura Ferrer (soberbia dando vida a Gloria, uno de los mejores personajes de la obra),Manuel Minaya (interpreta a Juan, el marido de Gloria),Andrea Soto (impecable en la piel de Antonia, la criada, y también en la madre de Ena) yPeter Vives, magnífico dando vida a Román, el atractivo, carismático y seductor tío de Andrea. Todos ellos están estupendos.
En definitiva, ‘Nada’ es uno de los mejores montajes que hemos visto en este 2024. Una obra en la que habíamos depositado muchísimas expectativas, que se han cumplido con creces.
Lo mejor: la espectacular puesta en escena de Beatriz Jaén y la deslumbrante actuación de Júlia Roch en la piel de la protagonista y la narradora.
Lo menos bueno: el abuso de la narración, que aunque somos conscientes de que es un recurso totalmente necesario en la adaptación de una novela al teatro, pensamos que en los primeros 45 minutos ese ‘abuso’ impide entrar de lleno en la historia.
Aldo Ruiz