El objetivo esencial de todo sistema cultural se basa en el desarrollo de la sensibilidad de los ciudadanos para que disfruten de la calidad de las prácticas del haber y el hacer en el arte. Para el caso particular del teatro -fenómeno de interacción colectiva- su función estaría en el compromiso de facilitar al hombre instrumentos que le permitan subsistir creando dentro de cualquier situación.
En absoluto es tarea fácil la de fundamentar, ensayar y difundir la actividad teatral dentro de centros de reclusión penal. Más cuando enfrentamos las espinosas trabas burocráticas donde burocratizan nuestra cultura en nombre de la libre comunicación de conocimiento.
Sin embargo, se está luchando desde estos escenarios penitenciarios por transformar el aparato cultural a través de unas bases auténticas que, así como en otras naciones, comience a dignificar la condición humana de los hombres que están sujetos a los procedimientos de reclusión penitenciaria y en esas naciones los internos estarían ejerciéndose dentro del proceso cultural integral.
Bajo fuertes medidas de seguridad, el sábado primero de septiembre a las ocho de la noche se presentó en Bellas Artes el grupo de teatro penitenciario Aquiles Nazoa, con la obra El asalto, escrita por Freddy Marín, en la que se aprecia el arquetipo heroico de los tiempos que significa que por muy alto rol social que desempeñemos, siempre tendremos algo delictivo de tipo material o emocional impune ante las leyes de los hombres.
Confieso que para mí fue sorprendente haberme encontrado con el teatro casi lleno, algo con lo que supuso, me hizo cambiar de opinión respecto a una parte de nuestro pueblo que suele asistir y aprobar este tipo de actividades, independientemente del juego de palabras y del verbo representado en un lenguaje improvisado. Me sorprendió la presencia de algunas personas, artistas y abogados, siempre en búsqueda de invalorables espacios para la libertad.
En la pieza de teatro trabajaron Carlos Matos, Obelis Oviedo, Harold Matos, Gustavo Cadenas, Ramón Santos, Sebastián Botello, Rafael Rodríguez, Miguel Díaz, Manuel Suárez, Pedro Gutiérrez, Clara Dávila, Marielena Camacho, Adelia Navarro y Norma Gutiérrez. Mención aparte merece la nobleza de Tomás Márquez -el cojo en la obra- quien acaba de cumplir nada menos que tres meses de cumplir una condena de nueve años en un asunto de coca, obra de Aquiles Nazoa. Todos ellos fueron ovacionados con reconocimientos públicos a su esfuerzo social en el reclusorio, con un largo y merecido aplauso.
Debemos considerar que si en la cárcel, un espacio impuesto de reclusión material y espiritual, es posible que una obra de teatro recorra los ángulos de libertad imaginaria que nos devuelve a la cultura, entonces este hecho se convierte en un auténtico episodio histórico del teatro de nuestra región.
Publicado en Diario Critica. 09/09/1990