Por Florencia Pérez Calonga
El trágico reinado de Eduardo II, la triste muerte de su amado Gaveston, las intrigas de la reina Isabel y el ascenso y caída del arrogante Mortimer,versión de Carlos Gamerro, Oria Puppo y Alejandro Tantanian del texto de Christopher Marlowe. Teatro General San Martín. Av. Corrientes 1530. Funciones: miércoles a sábados 20 hs., domingos 19hs.
El drama Eduardo II, escrito por Christopher Marlowe a fines del siglo XVI, es una obra pionera en el teatro isabelino por explorar la homosexualidad y la vulnerabilidad del poder en un contexto donde la monarquía debía encarnar la estabilidad política y moral. Marlowe presenta la relación entre el rey Eduardo II y su favorito, Gaveston, como un desafío a las normas de gobernanza y género de su época, lo que lo convierte en un texto transgresor. Históricamente, Eduardo II (1284-1327) fue un rey cuya cercanía con Gaveston generó tantas fricciones con la nobleza que culminaron con su abdicación y muerte. Marlowe, al dramatizar estos eventos, no solo denuncia las intrigas del poder, sino también la persecución de las diferencias en una corte rígidamente heteropatriarcal.

Tomando este texto como punto de partida Alejandro Tantanian, reinterpreta el clásico de Marlowe con una audacia que resignifica la historia en clave contemporánea. Montada en la sala Martín Coronado del Teatro General San Martín, El trágico reinado de Eduardo II…articula el deseo y la identidad sexual como ejes de una tragedia donde la libertad personal desafía las estructuras de poder. La relación entre Eduardo II y Gaveston no solo desestabiliza una corte sumamente rígida, sino que expone la fragilidad de quienes gobiernan desde la represión. En esta versión, el conflicto no solo reside en la intolerancia de una corte medieval, sino en las resonancias con los debates contemporáneos sobre la libertad de ser y amar, una reflexión profunda sobre la rebelión del cuerpo y el deseo frente a un sistema que se resiste al cambio.

La obra destaca que amar es un acto político, pero sobre todo cuando ese amor desafía las normas impuestas. Así, el texto se transforma en un manifiesto sobre la libertad, donde cada decisión de los personajes refleja la tensión entre el deseo de vivir auténticamente y la presión de un sistema que intenta sofocar esa autenticidad. El escenario se convierte en un campo de batalla entre el impulso de ser y la obligación de obedecer lo que provoca una constante ambigüedad en la estructura de los personajes: Eduardo II, de la mano de Agustín Pardella, se muestra como un hombre vulnerable pero obstinado. Su fragilidad oscila entre el amor ciego por Gaveston y la impotencia ante la traición de su entorno, q lo que lo obliga a estar atrapado entre el deseo y las expectativas de poder. Mientras que la figura de Gaveston, interpretada por Eddy Garcia, encarna la promesa de una libertad imposible, su rol adquiere una presencia ambigua entre la provocación y la devoción. Pero no son solo estos dos personajes los que se destacan; en esta adaptación, cada figura se construye desde una humanidad palpable, donde las actuaciones revelan la ambición, el miedo y la frustración que los atraviesan. Este trabajo coral refuerza la complejidad de la obra: amor y poder, lealtad y traición, libertad y represión se entrelazan en cada interacción. Las actuaciones trascienden los arquetipos, transformando a los personajes en seres cargados de contradicciones. Es en su vulnerabilidad, sus excesos y sus anhelos insatisfechos donde encuentran una resonancia dolorosamente contemporánea.

Desde la puesta en escena se construye una escenografía y un vestuario, diseñados por la artista visual Oria Puppo, con una estética imponente que mezcla aspectos operísticos con lo teatral, un espacio que amplifica la tensión entre lo íntimo y lo monumental. Cada elemento en escena refuerza el carácter dramático del relato, donde los cuerpos se mueven entre lo fastuoso y lo opresivo. Los trajes, cargados de simbolismo, funcionan como extensiones del poder y la identidad de los personajes, mientras el escenario refleja el derrumbe emocional y político que atraviesa la corte.

El trágico reinado de Eduardo II… cuestiona las jerarquías impuestas y evidencia la fractura de un sistema que se niega a evolucionar, proponiendo que ser y amar libremente son, en sí mismos, desafíos radicales frente a un orden establecido que persiste en el control y la censura. La obra plantea preguntas relevantes en un contexto político plagado de ejercicios de poder que no solo limitan la libre expresión, sino que castigan a aquellos que se atreven a pensar distinto, sin perder la esencia trágica del texto original. En un presente donde las luchas por los derechos sexuales y afectivos siguen vigentes, esta obra resuena como una reflexión crítica sobre la necesidad de desafiar las estructuras opresivas que, siglos después, continúan ejerciendo control sobre nuestros cuerpos y deseos.
Fotos Carlos Furman