‘JUANA DE ARCO’: MACARENA GARCÍA, GEORGINA AMORÓS Y ANA POLVOROSA PROTAGONIZAN UN MONTAJE INTERDISCIPLINAR, EFECTISTA E IRREGULAR, CON DRAMATURGIA Y DIRECCIÓN DE MARTA PAZOS

CALIFICACIÓN: 5

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‘Juana de Arco’ es la pieza con la que se ha inaugurado Nave 10 Matadero. Una obra que se podrá ver hasta el próximo 3 de noviembre y que cuenta con la dramaturgia y dirección de Marta Pazos, una de las directoras más solicitadas y relevantes del panorama teatral español en la actualidad. Se trata de una propuesta interdisciplinar y vanguardista que destaca por su belleza plástica y su estética,dos elementos predominantes en el teatro de la artista gallega. En palabras de Luis Luque, director de este nuevo espacio escénico, «la elección de una figura femenina -como Juana de Arco-, icono de la cultura de Europa, no es baladí, es una declaración de intenciones de este nuevo centro de la ciudad de Madrid: belleza, reflexión y poesía serán los ejes de este proyecto artístico». 

A priori, la ‘Juana de Arco’ de Pazos reunía todos los ingredientes para convertirse en uno de los espectáculos de la temporada por muchísimas razones (la historia de un fascinante personaje histórico, una directora de gran prestigio, un elenco de campanillas con Macarena García, Ana Polvorosa y Georgina Amorós a la cabeza, etc…). Sin embargo, el resultado dista mucho de lo que esperábamos porque la propuesta estética de la directora gallega acaba devorando al contenido -en su mayor parte- y la historia de Juan de Arco queda diluida en un sinfín de elementos de la puesta en escena. Estamos ante un montaje irregular, con destellos estéticos muy potentes, que solo alcanza solidez y consistencia en su recta final, con unos magníficos últimos 25 minutos.

Es evidente que la historia de Juana de Arco es de gran atractivo para cualquier dramaturgo. La doncella de Orleans, como así la llamaban, vive una increíble transformación a partir de su contacto con lo divino. Con apenas diecisiete años, acude a la corte del Delfín Carlos VII para que el heredero ponga en sus manos la conducción del ejército. Contra todo pronóstico, la joven −que afirma hablar en nombre de Dios− consigue levantar el asedio inglés a la ciudad de Orleans y convertirse en una líder para los soldados y el pueblo. Los caminos del espíritu, no obstante, siempre acaban transgrediendo los terrenales, de forma que Juana se precipita de la gloria al juicio por herejía.

Estamos ante una propuesta en la que la danza y la música juegan un papel determinante. El montaje arranca con una coreografía de las siete actrices, sugerente en un principio pero que se termina haciendo eterna. Dura unos diez minutos, resulta totalmente plana y lineal, y parece no tener ninguna intención. Al menos, eso es lo que se transmite al público. Una coreografía de las siete que se retoma en la parte final, en este caso con acierto y de forma mucho más comedida.

Bien es cierto que, casi ninguna de las actrices es bailarina, pero eso no es ningún obstáculo para que el trabajo de movimiento no esté bien integrado en la historia y resulte un simple artificio efectista salvo en contadas excepciones. Ocurre lo mismo, por ejemplo, en la escena de las batallas donde las coreografías -diseñadas por Belén Martí Lluch-no están bien resueltas por las actrices y, en lugar de sumar, restan. Todo esto, además, ralentiza muchísimo el ritmo del montaje perdiéndose la intensidad de la historia. 

Lo mismo sucede con la ambientación de sonido -las voces de las actrices están excesivamente microfonadas llegando a resultar muy incómodo) y la música creada por Hugo Torres -con base de música electrónica-, presente durante toda la obra, (hora y cuarenta y cinco minutos aproximadamente), dificulta en ocasiones escuchar bien a las protagonistas. Bien es cierto que hay momentos musicales vibrantes, pero toda la obra con fondo de música electrónica resulta Dcargante.También hay dos canciones creadas por Hugo Torres -compositor y director artístico de la compañía Voadora-. La primera interpretada por Macarena García -una canción que parece metida con calzador- y la segunda, muy bonita, que canta Joana Vilapuig (magnífica en la piel de Juana de Arco) mucho más emotiva y sentimental, perfectamente integrada en la historia, tanto la letra como la música.

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Dicho lo cual, vamos a centrarnos en lo que sí nos ha gustado del montaje. Los últimos 25 minutos atrapan al espectador, desde que Juana de Arco es encarcelada y sometida a juicio por la Inquisición. Es, en esta parte, cuando se luce más el texto de Martínez Vila y el trabajo interpretativo de las actrices, y cuando todos los elementos de la puesta en escena se alinean al servicio de la historia.Joana Vilapuig brilla en el centro del escenario rodeada de los cuatro jueces de la Inquisición que no tienen piedad de ella: «Has vestido ropa de hombre como si se tratara de un mandato divino, y no solo eso, has hablado y te has conducido como un hombre, has hecho mofa de tu feminidad por influjo de la magia negra y las prácticas ocultistas». 

A partir de aquí vemos a la Juana más íntima y personal, se muestra el alma del personaje perfectamente reflejada en la delicada interpretación de Joana Vilapuig (la mejor del elenco con diferencia) y através de la canción que interpreta. Después, llega la apoteosis final cuando Juana es quemada en la hoguera y devorada por las llamas. Una escena espectacular donde sí están perfectamente integradas todas las disciplinas: la imagen, la danza, la música, el maravilloso vestuario, la poesía. Esa sí es la Marta Pazos que reconocemos. 

En el resto del montaje, evidentemente que hay detalles, momentos o escenas puntuales que también nos han gustado por su potencia estética. Por ejemplo, la escena en la que Juana se ‘transforma’ físicamente mientras está tumbada en una cama custodiada por dos mujeres y, de repente, aparece sin su melena convertida en un hombre. También, en la primera parte de la obra nos gusta mucho cuando se le aparece la santa Catalina de Alejandría (Ana Polvorosa). Estéticamente tiene mucha fuerza la imagen de ella, incrustada en el espacio escénico diseñado de Max Glaenzel, con ese maravilloso traje azul turquesa, que le cae hasta el suelo. Por supuesto, el vestuario de Leandro Cano es uno de los puntos fuertes de este montaje, que ha sabido mezclar lo clásico y lo futurista con enorme talento y creatividad.El traje amarillo de la señora del fuego es sencillamente deslumbrante.

En el apartado interpretativo destacar, cómo no, a Joana Vilapuig dando vida a Juana de Arco. Nunca la habíamos visto en teatro y nos ha sorprendido mucho.Transmite de manera brillante todos los matices del personaje y el arco evolutivo, desde la fuerza y el descaro del comienzo hasta la fragilidad del final. Ha sido todo un descubrimiento, habrá que seguirla muy de cerca. Y, por cierto, canta muy bonito.

Completan el reparto: Macarena García (correcta dando vida a Carlos VII aunque no sea desde luego su mejor papel), Georgina Amorós(también es la primera vez que la veíamos sobre las tablas, interpreta a Gilles de Rais, el sanguinario aristócrata amigo de Juana de Arco), Ana Polvorosa (se mete en la piel de Catalina de Alejandría, tampoco tiene muchas oportunidades para lucirse más allá de la escena de la aparición), Bea de Paz(Santa Margarita de Alejandría), Katalin Arana(destaca especialmente en el trabajo de movimiento, se nota su formación como bailarina) y Lucía Juárez (que derrocha fuerza dramática dando vida al líder del tribunal de la Inquisición condenando a la hoguera a Juana). En definitiva, un maravilloso plantel de actrices a las que, creemos, se les podía haber sacado mucho más partido a nivel interpretativo. 


Lo mejor: los últimos 20-25 minutos del montaje y la espléndida actuación de Joana Vilapuig dando vida a la protagonista.

Lo peor: es un montaje en el que el continente (interdisciplinar) eclipsa al contenido, salvo en la recta final donde todo está perfectamente integrado en pro de la historia. 

Aldo Ruiz

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