Este 27 de abril de 2025 se conmemoran 87 años del nacimiento de Miyó Vestrini, una de las voces más singulares y combativas de la literatura venezolana del siglo XX. Periodista brillante, poeta incisiva y figura clave de los movimientos de vanguardia, su obra constituye un testimonio de rebeldía, sensibilidad y compromiso con la palabra.
Nacida como María José Fauvelles Ripert en Nimes, Francia, en 1938, llegó a Venezuela a los nueve años. Fue en los pueblos de Trujillo donde vivió su infancia, pero su adolescencia la llevó a Maracaibo, ciudad que marcaría profundamente su despertar literario. Allí se integró al grupo Apocalipsis (1955-1958), una generación de jóvenes creadores que buscaba renovar la poesía venezolana. Publicó sus primeros textos en el Diario de Occidente bajo la tutela del periodista Ciro Urdaneta Bravo, y más adelante, en Panorama, donde su voz poética comenzó a distinguirse por su tono confesional, intenso y lúcido.
Durante los años sesenta, Vestrini viajó a Europa como agregada cultural y jefa de prensa en la Embajada de Venezuela en Roma, una experiencia que afianzó su cosmopolitismo y su visión crítica del poder, la cultura y el arte. De regreso en Venezuela, se instaló en Caracas, donde se integró a los movimientos de vanguardia Sardio y El Techo de la Ballena, y se convirtió en figura activa de La República del Este, espacios donde se fusionaban la poesía, la política, el arte plástico y la irreverencia.
Su obra poética, aunque no excesivamente extensa, es de una intensidad y precisión estremecedoras. Libros como Las historias de Giovanna (1971), El invierno próximo (1975) y Pocas virtudes (1986) construyen una voz que enfrenta la experiencia del dolor, la memoria y la muerte con una mirada seca, cortante y bella. Su escritura no se complace en adornos, sino que busca lo esencial, lo íntimo, lo indecible.
Vestrini también dejó una huella profunda en el periodismo cultural venezolano. Fue jefa de prensa de la Cancillería en 1978, dirigió la página de arte de El Nacional, coordinó la revista Criticarte y obtuvo dos veces el Premio Nacional de Periodismo (1967 y 1979). Fue pionera en el periodismo infantil con suplementos como El Cohete y El Tobogán, y se destacó como directora del programa radial Al pie de la letra. Su serie de entrevistas Al filo de la medianoche, publicada en el Papel Literario, reveló su capacidad para construir diálogos penetrantes y memorables con intelectuales, artistas y escritores de su tiempo.
Su última etapa estuvo marcada por una dedicación intensa a la escritura de guiones de telenovela en colaboración con Salvador Garmendia, a la creación de su columna Parejas para El Diario de Caracas, y a la dirección editorial de Fundarte. Su vida fue interrumpida trágicamente el 29 de noviembre de 1991, cuando decidió poner fin a su existencia, dejando tras de sí una obra que todavía duele, respira y conmueve.
En sus propias palabras, pronunciadas durante la entrega del premio de periodismo cultural que hoy lleva su nombre, Miyó Vestrini afirmó: “Creo que en el periodismo he encontrado la mejor justificación de mi existencia y en la poesía la mejor recreación de mi vida interior”.
A más de tres décadas de su partida y en el aniversario número 87 de su nacimiento, su figura se agiganta como un símbolo de libertad creadora y como una voz que sigue interpelando al lector desde la franqueza, la belleza y el abismo. La crítica literaria más rigurosa —como la de Alfredo Chacón, Luis Alberto Crespo, Laura Antillano, Claudia Schvartz y Faride Mereb— coincide en que la escritura de Vestrini permanece viva por su intensidad emocional, su irreverencia estética y su fuerza testimonial.
Maracaibo, ciudad donde floreció su juventud poética, la recuerda con orgullo. Su memoria se mantiene encendida en cada verso descarnado, en cada frase filosa que escribió con la precisión de quien no temía mirar la vida de frente. Porque Miyó no sólo escribió poesía: vivió poéticamente, con todas sus consecuencias.