Maracaibo, 9 abril de 2025. En el marco del mes del libro y del idioma, la Biblioteca Pública del estado Zulia se convirtió en un espacio de descubrimiento, reflexión y juego creativo gracias a la voz del poeta y editor zuliano Luis Perozo Cervantes, quien ofreció una conferencia íntima y vibrante a los jóvenes embajadores de la institución. Niños desde los once años, adolescentes y universitarios participaron con entusiasmo en esta jornada literaria en la que la lectura, la escritura y la imaginación fueron celebradas como actos de libertad.
Desde el inicio, Perozo Cervantes desmontó con humor la solemnidad de una conferencia tradicional. Con una cercanía desarmante, comenzó planteando una paradoja aparentemente sencilla: “El mundo de los libros es un mundo muy interesante en varios sentidos. Primero, el libro no necesita electricidad. Así que en estos días de apagones es muy útil, ¿verdad?”, dijo, arrancando las primeras carcajadas de su joven audiencia.
A partir de ahí, su charla se convirtió en un recorrido ameno por la función de la literatura en la vida cotidiana, no desde el deber ni la imposición escolar, sino desde el deseo personal. “Leer es extraordinario cuando no es obligatorio. Cuando te obligan a leer un libro que no te interesa, se vuelve como ver matemáticas el día que tienes examen y no te gustan las matemáticas. Ojalá uno pudiera amanecer con una maquinita que diga: ‘Hoy te van a gustar las matemáticas’”, expresó, conectando con las vivencias escolares de los asistentes.
Leer desde el gusto, escribir desde la diferencia
El poeta insistió en que no hay tema “indigno” para la lectura, y que el verdadero motor del hábito lector es la curiosidad personal. “Hay libros sobre cualquier tema. Si te gusta el automovilismo, hay libros geniales sobre automóviles. Si te gusta sembrar matas, vas a conseguir libros sobre botánica. Hasta sobre química, si te gusta ese mundo loco de los tubos y los vapores.”
En medio de una dinámica participativa, invitó a los asistentes a reconocer su propio lugar como lectores, pero también como creadores. “Cuando pensamos en la cantidad de libros que se han escrito, uno llega a una terrible conclusión: qué difícil es escribir algo nuevo. ¿Cómo sé que lo que quiero escribir no lo ha escrito ya otra persona?”, se preguntó en voz alta. Y entonces compartió una reflexión esencial que marcó el corazón de la jornada:
“La clave está en que nadie en el mundo es exactamente igual a ti. Ni siquiera tus hermanos gemelos tienen tu misma huella digital. Lo único que nadie más puede escribir, es lo que tú sientes, lo que tú vives, lo que tú ves desde tu barrio, desde tu calle, desde tu mirada.”
A partir de esta afirmación, la conferencia se tornó un ejercicio de conciencia identitaria. Cervantes explicó que intentar leer todos los libros escritos es imposible: “Si lees un libro a la semana desde los 15 hasta los 70 años, apenas llegarás a unos 2.500 libros en tu vida. Y en la sala general de esta biblioteca hay más de 20.000 libros. ¡Imagínate cuántos hay en el mundo!”.
La alternativa, aseguró, es escribir desde lo irrepetible: desde la experiencia personal. “Aunque parezca exagerado, el amor que tú sientes por tu abuela, aunque se parezca mucho al que siente tu hermano, es distinto. Porque tu relación con ella es única. Y eso, aunque parezca simple, ya es una historia que vale la pena escribir.”
ADN, cuentos y ciencia: una charla sin límites
En un momento particularmente memorable, Perozo Cervantes comparó la escritura con la biología: “Nuestro ADN, como las computadoras, funciona con combinaciones. La computadora usa ceros y unos. El ADN tiene cuatro variantes. Y gracias a esas combinaciones, no hay en el mundo dos personas iguales. Por eso tú puedes escribir algo que nadie más haya escrito.”
Para ilustrar el poder de la reinvención literaria, leyó el cuento “El flautista y los automóviles” del autor italiano Gianni Rodari. A través de una lectura dramatizada, los asistentes escucharon una reinterpretación del clásico cuento del flautista de Hamelín, donde los ratones eran reemplazados por automóviles, y los finales eran múltiples y abiertos.
Luego de leer los tres desenlaces posibles, lanzó una provocación creativa: “Ahora quiero que ustedes escriban un nuevo final, pero que ocurra en Maracaibo. ¿Qué pasaría si el flautista no tocara una flauta, sino un furro? ¿Y si en vez de carros, desaparecen las motos que no dejan dormir en el barrio? ¿Qué pasaría si todos los carros terminaran en la Cañada de Morillo, o en el lago, convertidos en lanchas?”
El auditorio, entre risas y comentarios, comenzó a imaginar nuevas posibilidades. Un niño compartió un cuento propio escrito en sexto grado sobre una banana que defendía el medio ambiente.
La imaginación como herramienta
En la parte final del encuentro, Luis Perozo Cervantes compartió fragmentos de su libro Mi papá pinta poemas, un texto entrañable escrito para niños pequeños, pero que resonó con fuerza entre los adolescentes y universitarios presentes. “Esto es como para unos yokis —bromeó—, pero se los voy a leer igual, porque la imaginación no tiene edad.”
Uno de los relatos que leyó fue la historia de un niño cuya mascota más grande era un rinoceronte volador pintado en la cocina. “La mascota más grande que he tenido fue un hermoso rinoceronte volador que mi papá pintó en la cocina para que yo pudiera regresar volando a mi cuarto después de comer las galletas que mi mamá me hace”, leyó en voz alta, mientras los jóvenes lo escuchaban con atención y sonrisas.
El cuento, cargado de ternura y absurdo, narra cómo el rinoceronte se enamora de una jirafa con el cuello encogido, y termina devorado por ella cuando esta se convierte en carnívora. “Los dibujos evolucionan”, explicó el autor, “y en este caso, la jirafa, que ya había cambiado, se convirtió en una jirafa carnívora y se comió al pobre rinoceronte que estaba enamorado de ella.”
Con esa imagen fantástica y trágica, Luis Perozo dejó una reflexión profunda: “A veces, cuando uno dibuja con mucha imaginación, las cosas cobran vida. Eso mismo pasa con la escritura. Lo que está en tu mente, cuando lo escribes, se vuelve real.”A partir de esa certeza, animó a los jóvenes a escribir desde su mundo emocional y cotidiano. “La escritura es como la huella digital: única. Es como la pintura, como la escultura. Es una forma de expresar lo que llevamos por dentro. Y si logramos eso, ya estamos haciendo arte.”
Antes de despedirse, dejó una tarea y una promesa: “Quiero que escriban ese cuento. No importa si son cinco líneas o cinco páginas. Y si alguien quiere ilustrarlo, también puede hacerlo. Ustedes tienen ideas maravillosas en la cabeza. Eso puede ser un libro. Puede ser un bestseller. Y puede comenzar hoy.”
La propuesta fue recibida con entusiasmo por la periodista Xiomara Jiménez, jefa de prensa y coordinadora del programa de embajadores de la biblioteca, quien confirmó que dentro de dos semanas se celebrará una lectura pública de los textos inspirados en el flautista maracucho, con la posibilidad de publicarlos en una antología colectiva.
Así concluyó una jornada que comenzó entre estanterías y terminó en el territorio inagotable de la imaginación. Porque, como dijo Luis Perozo Cervantes al final, mirando a sus jóvenes oyentes:
“Cada lector es un mundo. Y cada mundo merece contarse.”