Este fin de semana, el Ministerio de la Cultura ha dado a conocer a los ganadores del Premio Nacional de Cultura en sus diferentes áreas, con un total de 68 premiados, entre los que se incluyen los 17 premios tradicionales, que abarcan Cultura Popular, Literatura, Humanidades, Música, Saberes Tradicionales, Artes Circenses, Artesanía, Danza, Teatro, Artes Plásticas, Arquitectura, Fotografía y Cine, además de 22 personas y agrupaciones reconocidas con menciones honorarias. Asimismo, el Premio «Glorias Artísticas de Venezuela 2024» sumó a 29 personas, agrupaciones y sistemas culturales. Hay que reconocer que entre los artistas premiados se encuentran importantes creadores y cultores venezolanos. Sin embargo, también es necesario señalar que este año, como en años anteriores, el premio ha favorecido a artistas ideológicamente más comprometidos con el madurismo, muchos de ellos funcionarios públicos, como el caso de Antonio Trujillo, que recibió la mención en Literatura.
Para la lógica del madurismo, la cultura tiene una correspondencia política: la militancia y la acción cultural van de la mano, y el reconocimiento como artista parece estar vinculado a la cantidad de compromiso político que le prodigues al regente. Esto no solo se observa en estos premios, sino también en los aportes presupuestarios que reciben las agrupaciones «independientes» y hasta el bono “cultor”, que es la evolución del Sistema Nacional de Cultores Populares, el único logro del hermano de Chávez como ministro de cultura. Este se deshizo de ambigüedades y multiplicó el bozal de arepa para los artistas: el apoyo económico real (no el pequeño, no las ayudas) lo reciben solo aquellos que están de rodillas con el gobierno, a pesar de que su contribución a la «cosa cultural» nacional sea dudosa o menor que la de muchos artistas de otras tendencias políticas. Pero es algo normal en ellos; así operan desde hace más de veinte años. Estos premios, que celebran anualmente, implican un desembolso significativo de dinero y, sin duda, un honor para aquellos que realmente lo merecen, lo que nos hace pensar que las políticas del ministro de Cultura, Ernesto Villegas, son un poco más eficientes que las de sus antecesores.
Hace unos años, en 2015, durante una entrevista que le realicé al poeta Rafael Cadenas, después de apagar las cámaras le pregunté si aún le pagaban el importe mensual que implicaba ser Premio Nacional de Literatura, honor que recibió en 1985. Me dijo que era muy poco dinero, que seguían depositándolo, pero no sé si sigue siendo así en la actualidad. Este premio consiste en parte en un sueldo mensual otorgado a los ganadores hasta el día de su muerte, a quienes el Estado considera personas destacadas en las diferentes áreas de la cultura. Entonces nacen unas preguntas: ¿debe el Estado hacer eso? ¿En qué consiste un sistema de premiación a los grandes hombres de la cultura? Y ¿por qué en el estado Zulia y en Maracaibo desaparecieron los premios y concursos artísticos?
Comencemos por decir que, en materia cultural, en el estado Zulia no tenemos tradiciones estables ni de larga data, salvo las desarrolladas por instituciones privadas, porque los gerentes culturales del sector público son erráticos y nuestros gobernantes son mal asesorados por ellos. Esos secretarios de Cultura y directores municipales de Cultura, que llegan con ínfulas de cambiarlo todo, no se destinan a observar lo que ha sucedido en el pasado para determinar si vale la pena o no darle continuidad.
Solo esfuerzos como el Festival de Poesía de Maracaibo, que este año llegará a su undécima edición, o FotoMaracaibo, de la Alianza Francesa, y el Festival Manuel Trujillo Durán, de la Dirección de Cultura de la Universidad del Zulia, pueden decir que llevan una tradición de más de diez años ejecutándose. Porque el borrón y cuenta nueva de los obtusos administradores de cultura ha deshecho grandes iniciativas culturales. Yo creo que tiene más sentido que una dependencia cultural del poder público regional o municipal se dedique a organizar premios que reconozcan la labor de los grandes hacedores y concursos transparentes que permitan a los nuevos artistas financiar sus proyectos, en lugar de seguir inflando sus nóminas con actores que no actúan (al menos no en nombre del municipio ni del estado), músicos que no graban discos, pintores que no reciben su tratamiento como tales, sino que los ponen de guarda salas o a pintar paredes de blanco; y escritores que… perdón, no hay escritores contratados en ninguna dependencia cultural de Maracaibo, porque tanto la Dirección de Cultura como la Secretaría de Cultura decidieron eliminar sus departamentos de literatura.
Una pesquisa sobre la historia cultural de Maracaibo nos entrega una serie de premios que estamos seguros deberían ser retomados por los gobernantes de nuestra región. El mejor documentado en su historia y objetivos fue el Premio Regional de Literatura “Jesús Enrique Lossada”, promulgado por el Ejecutivo del estado Zulia, mediante el decreto No. 546, de fecha 8 de julio de 1992, con motivo del Centenario del Nacimiento de Jesús Enrique Lossada, figura proteica de la cultura zuliana y padre de la moderna Universidad del Zulia. En un principio abarcó los géneros de poesía, narrativa y ensayo, para luego extenderse a la dramaturgia y a la investigación literaria, premiando en 1992 a Hesnor Rivera (poesía), Enrique Romero (cuento) y César Chirinos (novela). En 1993: Guillermo Ferrer (novela), Américo Gollo (ensayo), Blas Perozo Naveda (poesía), y Camilo Balza Donatti (cuento). En 1994: Laura Antillano (narrativa), Víctor Bravo (ensayo), Lydda Franco Farías (poesía). En 1995, se otorgó únicamente a Adelfa Giovanny Rodríguez (poesía). En 1996: Mercedes Bermúdez de Belloso (poesía), José Manuel Delgado Ocando (ensayo), y José Francisco Ortiz (narrativa). En 1997: José Antonio Castro (poesía), Fátima Celis (narrativa), Miguel Ángel Campos (ensayo), el cual fue rechazado a través de la publicación de una carta en los medios impresos locales; Dianora Hernández (dramaturgia); Luis Guillermo Hernández y Jesús Ángel Parra compartieron la mención de investigación literaria. En 1998, fue otorgado a Miguel Ángel Jusayú (narrativa), Jorge Luis Mena (poesía), Ángel Lombardi (ensayo), Enrique León (dramaturgia) y Emilio Valero (investigación literaria), por un jurado conformado por José Francisco Ortiz, Iliana Morales Gollarza, Luis Guillermo Hernández, Dianora Hernández y Jorge Govea Cabrera, quienes consideraron los méritos reunidos por las obras, la trayectoria creativa y el trabajo de investigación de los autores seleccionados. En 1999, se entregó el premio en las siguientes menciones: Poesía a Gladys Aquebeque; Narrativa a Magello W. Quintero Valencia; Ensayo a Víctor Fuenmayor; y Dramaturgia a Nelly Oliver. En 2000, fueron premiados: José Parra Finol (poesía), José Quintero Weir (narrativa), Lilia Boscán de Lombardi (ensayo), Yazmina Jiménez (dramaturgia), y Cósimo Mandrillo (investigación literaria). En 2001 no se entregó. Al año siguiente, el decreto 546, que otorgaba el Premio Regional de Literatura, fue derogado por un nuevo decreto No. 400, de fecha 6 de noviembre de 2002, con algunas modificaciones, donde se suprimieron las menciones en los diferentes géneros de la literatura y se convirtió en un Premio Único, en cualquiera de los géneros que cultivara el postulado o los postulados. Asimismo, se aprobó un Reglamento del Premio. Ese mismo año, se entregó el premio por su trayectoria al escritor Orlando Chirinos. En 2003 no se entregó. Luego se entregaron consecutivamente hasta 2008: Tito Núñez Silva (2004), Camilo Balza Donatti (2005), Alberto Áñez Medina (2006), Hugo Figueroa Brett (2007) y Jacqueline Goldberg (2008). Este premio dejó de entregarse, extinguiéndose así el más importante premio literario del estado Zulia, otorgado por el Ejecutivo, que reconocía la trayectoria y el talento de los escritores zulianos.
Escarbando en los currículos de amigos del teatro, encontramos el testimonio del Premio Regional de Teatro «Aura Morán», pero no existe un registro histórico público que podamos presentar de su creación y de quienes lo recibieron en total, hasta su extensión. La Sociedad Dramática de Maracaibo, que dirigió el extinto Enrique León, entregó alguna vez el Premio Regional de las Artes Lía de Bermúdez, y hemos encontrado registros de que, en la década de los ochenta, existió un Premio Municipal de Teatro de la Alcaldía de Maracaibo.
De igual manera, leyendo el recorrido de la firma de arquitectura Nones&Nones, nos enteramos de la existencia de un Premio Regional de Arquitectura y Premio Municipal de Arquitectura Ciudad de Maracaibo, pues ellos afirman haberlos recibido, aunque no hay un registro público de los mismos. Los premios regionales de periodismo tienen una larga tradición y se entregan anualmente en la fecha del Día del Periodista en junio. Sin embargo, entre ellos existió el Premio Regional de Periodismo Cultural «Sergio Antillano», que lamentablemente ha dejado de entregarse, al igual que un premio municipal de periodismo cultural con el nombre de Marlene Nava, que se quedó en el olvido después de que los chavistas ganaran las elecciones en 2018. Durante el evento de clausura del segundo Festival de Poesía de Maracaibo, la entonces alcaldesa Eveling Trejo de Rosales escuchó la petición del Movimiento Poético de Maracaibo y prometió la creación del Premio Municipal de Literatura de Maracaibo, propuesta que consignamos por escrito varias veces, pero jamás fue ejecutada.
¿Por qué han desaparecido los premios culturales en Maracaibo? ¿Será la misma política del bozal de arepa? ¿Es mejor que señor o señora Secretaria o Director te dé cuando quiera y no que tú te ganes, por tus méritos, el reconocimiento de la sociedad? Queremos pedir desde El Maracaibeño que este año se reactiven los premios culturales y que los zulianos celebremos a nuestros creadores como se lo merecen. ¿Por qué el chavismo nacional lo hace y nuestros gobernantes locales no?