Amanda Labarca. Crítica-crónica* por Maurice Lamm-Häuser

La gente conversa entre ella, las conversaciones son inentendibles, hay olor a cabritas, ¿Hace cuantos años que no voy al circo?. ¡Aquí aquí! – grita una señora desde una par de asientos más adelante, con el teléfono pegado al oído mientras levanta y agita su mano libre. Estoy en el teatro, pero no lo parece. El ambiente no es sombrío como se acostumbra en los demás teatros, aquí la gente se mueve y habla y el olor a cabritas inunda el espacio. Así es el teatro real, ese teatro de calle, ese teatro humano, en donde la verdadera obra transcurre en un baile entre el público y los actores.

Si tuviese que comentar de todo lo que engloba a la obra destacaría la labor de todos los encargados de traer a la vida aquella obra. El sonido se utilizó con elegancia para retratar el estado mental de la protagonista, el vestuario y escenografía cumplen un rol que al principio podría resultar arbitrario, y cuando menos te lo imaginas toman un valor no imaginado
dentro de la historia, y es el contexto histórico el que nos ayuda a poder comprender todos esos detalles. La iluminación supo equilibrarse entre una iluminación realista y algo mucho más onírico. El guión, escrito por Isidora Stevenson, la interpretación de Ximena Rivas y a la dirección de Manuela Oyarzún Grau hacen que se te olvide por completo que toda la
historia ocurre en solo un día, en una habitación, en un monólogo.

En el teatro la obra muta en conjunto con su público, y para llegar al máximo esplendor del teatro en Quilicura, es necesario recordar que aquí no somos callados, aquí nos movemos, aqui se venden cabritas cuando la obra está por comenzar.

Maurice Lamm-Häuser
Director y docente

*Este ejercicio es resultado del taller de Crítica y Crónica impartido por Zavel Castro y Alejandra Delgado en el Festival Quilicura Teatro Juan Radrigán, en enero de 2024*

Fuente

admin@elmaracaibeno.art

El Maracaibeño es un periódico literario y cultural fundado por Luis Perozo Cervantes, cuyo primer y único número impreso fue lanzado el 8 de septiembre de 2014, bajo el lema “El nuevo gentilicio cultural”. Su creación surgió como respuesta a la necesidad de un espacio dedicado a la promoción y difusión de la cultura en Maracaibo.

El 1 de octubre de 2017, El Maracaibeño dio un paso importante al transformarse en un diario digital, convirtiéndose en el primer periódico de la ciudad enfocado exclusivamente en la cultura. Con su nueva versión digital, adoptó el lema “Periódico Cultural de Maracaibo”, extendiendo su alcance a todo el país.

Este periódico es una propuesta respaldada por la Asociación Civil Movimiento Poético de Maracaibo, que busca fomentar un periodismo cultural que contribuya a la construcción de una nueva ciudadanía cultural en la región. El Maracaibeño se posiciona como un vehículo para llevar las noticias más relevantes de la cultura, desde críticas de arte hasta crónicas y ensayos, cubriendo así una amplia gama de expresiones artísticas.

El Maracaibeño no solo es un medio informativo, sino un símbolo de la riqueza cultural de Maracaibo, llevando a sus lectores las noticias más importantes del ámbito cultural, tanto local como internacional.

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