Hoy nos despertamos con estas imágenes: camiones del ejército que llevan ataúdes de una ciudad, Bergamo, a otra para cremarlos. Ya no hay más lugar para morir. Sí, es así, no hay más lugar para morir. En tu casa, junto a tus seres queridos, no podes terminar tu existencia. Obvio el riesgo de contagio, de hacer mal a quien amás es altisimo. La segunda opción sería el hospital. Estan colapsados. Piden personal, están pidiendo médicos y enfermeros porque no pueden atender el número excesivo de infectados. Terrible soledad. La muerte te despoja de todo. No hay final feliz como en las películas. Y ésta vez el horror es real. Esos camiones transportan centenares de vidas, de historias, de nombres y apellidos, de rostros que enfrentaron el último paso de un modo atroz: en soledad. Es verdad no es una guerra. Tampoco será el final de nuestra especie. Y, como dicen muchos, nos levantaremos. Venceremos y volveremos a la «normalidad». A esa vida normal, diaria, de cada día que nos hizo ciegos, sordos y mudos. Porque ese grupo de camiones del ejercito llevando centenares de vidas se podia evitar. Pero todos, absolutamente todos estabamos viviendo nuestra normalidad. Eso que todos hacen, dicen y viven, eso es lo normal. No, no es um mundo de locos, porque el loco no es normal. Y entonces a nadie se le ocurrio pensar que si China ponía en cuarentena obligatoria, sí obligatoria, sesenta millones de habitantes, era porque realmente había un serio problema. Lo normal es no preocuparse. Y sí, venceremos. Lloraremos nuestros difuntos y después todo volverá a ser como antes.
P.D: estas palabras no quieren expresar pesimismo. Es dolor. Y yo lo acepto y quiero vivirlo libremente. Aunque sé que no es lo normal.