La organización cultural independiente en la ciudad debe hacer frente a las desacertadas políticas de exclusión que vivimos en el 2018 por parte de las oficinas gubernamentales de cultura. La constitución de 1999 impone a la asamblea de ciudadanos la mayor autoridad en el orden constitucional, por eso, en 2011 cuando decidimos fundar la asociación civil Movimiento Poético de Maracaibo, planeamos que la única manera de imponernos ante las desacertadas políticas gubernamentales en materia poética (las de ese entonces, y las de ahora, aún más) era convertirnos en una verdadera asamblea de ciudadanos, una especie de cuerpo activo de la sociedad que colegiara las intenciones de la mayoría de los dolientes del hecho artístico y literario en pos de un solo fin: la excelencia en materia de gestión cultural.
El 2018 nos dejó claro varios puntos, pero el más diáfano, fue que las acciones culturales del Secretario de Cultura del Estado, Wolfgang Viloria; y de la Directora de Cultura de la Alcaldía de Maracaibo, Keyla González; no solo fueron acciones culturales tópicas y disolutas encima de la epidermis que llamamos efemérides, sino que estuvieron desprovistas de cualquier intención de amplitud ideológica; por el contrario, su escasa actividad cultural estuvo signada por la exclusión, división y persecución de la disidencia.
El Secretario de Cultura se ha rodeado de un grupo muy reducido de intelectuales, los más de cuales son respetados por su labor en los años 60 y 70, o por su resistente trabajo en las oficinas menores de grandes aparatos culturales que a pesar de ellos mismos, jamás dirigieron; autodenominado como Consejo Regional de Cultura. Dicho consejo, que rara vez sobrepasa la docena de integrantes, delira en sus reuniones semanales con un proyecto de acción cultural que no ha movido la primera ficha: y lo entiendo así, porque si consideramos que los acertados homenajes que han venido realizando este año a agrupaciones como “Garabato”, “Mambrú” o “Tablón”, son una puesta en marcha del sesudo proyecto que llevan cocinando, debería darles vergüenza a los señores que integran dicho Consejo, porque no puede ser que todo el aparato de la Secretaria de Cultura del Estado Zulia tenga un radio de acción tan limitado: que no logra cruzar en su efecto social la Calle Ciencias del centro de la ciudad.
Estos hombres y mujeres hicieron mucho más por la cultura de la ciudad desde los puestos que la burocracia de la cuarta república les permitió ocupar, que desde la encumbrada posición del Consejo. Todo esto, solo desde el punto de vista de planificación cultural, porque es evidente el total descontrol y desorden que viven las instituciones culturales dependientes de la gobernación, bajo de egida del licenciado Viloria. Uno solo ejemplo basta: el CAM LB que trabajaba con reloj suizo (o como una estación de trenes alemana, muy a propósito de su estructura) hoy es menos que una sombra de lo que fue durante 25 años; demostrando una vez más, que no son los edificios quienes hacen las instituciones sino la gente que los mantiene en pie. Lo mismo sucede con las instalaciones de la Casa de la Cultura Andrés Eloy Blanco, decretada por el exsecretario de cultura Giovanny Villalobos, como el Palacio de las Artes: se ha convertido en poco más que un mercado popular para los empleados de la Secretaria, cada vez que tienen la oportunidad de vender la susodicha bolsita de comida: el más concurrido de los programas de acción cultural del 2018. (Esto sin menosprecio a los nobles trabajadores de la Secretaria, que mucho sufren con el salario de hambre que cobran, y quienes de verdad viven un calvario al no encontrar en sus nuevos jefes ninguna motivación para desarrollo de sus pasiones).
En la Alcaldía, como sabrán, no pintan las cosas mejor: El Museo Municipal de Artes Gráficas, que se convirtió en el único brazo cultural activo y constante de la gestión municipal anterior (ante la crisis presupuestaria y la imposibilidad de continuar con el ritmo de acción cultural parroquial con que comenzó la última gestión de los Rosales), hoy es el escenario predilecto para las reuniones políticas, los comités de acción del PSUV, y cualquier otra actividad que a los movimientos sociales de Willy Casanova les plazca realizar; por cuyo motivo, la posibilidad de desarrollar una programación cultural en el Palacio Municipal ha quedado truncada. Sabemos de la frustración de los propios miembros de la nueva administración municipal por el abuso y la desnaturalización del espacio.
Del mismo modo, en la arremetida criminal de mediados del año 2018, la única esperanza que tenía administración cultural municipal por hacerse de un centro cultural, fue impedida a tiempo, cuando toda la sociedad civil se volcó en defensa de la Universidad del Zulia y del Teatro Baralt. Esto ha dejado a la Dirección de Cultura de la Alcaldía de Maracaibo es una profunda desarticulación, y han tenido que convertirse en una atomizada agencia de festejos para el alcalde. No hay un proyecto cultural municipal unificado; pararon el trabajo para la realización del congreso municipal de cultura y la redacción de la nueva ordenanza de cultura; y la crisis ha agudizado los problemas en las endebles ramas del árbol de dicha dirección: el cierre técnico de la Escuela Municipal de Teatro y Circo, el abandono de programas culturales que tenía casi diez años realizándose, y el constante incumplimiento de la programación anunciada, dejaron un saldo más que lamentable en el registro histórico de esta dependencia cultural, que hasta apenas cuatrocientos días, se mostraba en franco crecimiento a pesar de la sostenida crisis política y económica de la nación.
Podríamos hablar de la acciones del Ministerio de Poder Popular para Cultura, pero sería redundar, porque su apocada participación en los últimos años en la vida cultural de la ciudad no tuvo mayores cambios. Siguen siendo unos expertos comisarios políticos, sumando que la deserción de sus acólitos-empleados (todos amenazados y perseguidos tan por redes sociales, sin derecho a pensar diferente) fue abundante: la mayoría de los trabajadores MPP para Cultura, hoy están fuera del país. Los más rodilla en tierra de la revolución cultural, hoy nos escriben desde Colombia, Perú, Chile y Argentina. Mucha de la buena y talentosa juventud que entró a trabajar en las plataformas del ministerio, o en la Misión Cultura Corazón Adentro, o en cualquiera de las iniciativas centralistas que pasan por las garras del Gabinete Regional de la Cultura, abandonaron barco el año pasado. Y su director, el trovador Darwin Romero Montiel, se mantiene combativo en sus ideas, deseando a cada fogonazo virtual que los enemigos de la revolución paguen por lo que han hecho contra esta.
Lejos de ser un lugar de encuentro, el Gabinete Regional de Cultura, se ha convertido en un escenario de disputas, donde pocos son los invitados: ni los mismos revolucionarios quieren pasarse por Alborada o por las oficinas del Ministerio, donde no hay diálogo con ninguna de la partes del poder municipal ni regional. Los planes nacionales del Ministerio de Cultura son más de lo mismo: demagogia del ministro. No hay ejecución, ni verdaderos planes de seguridad social para los artistas; el Sistema de Cultores Populares murió y solo recordamos que existen plataformas para el libro, la música, la danza, el teatro, la pintura, y etc., cuando al ministro le entra la mala idea de visitar el Zulia.
No todo es tan malo: en medio de esta inconexión, algunos han ganado terrero. El poeta Alexis Fernández, que dirige el Acervo Histórico del estado Zulia, ante el divorcio de la inoperante gestión de Wolfgang Viloria, ha ido conquistando espacios para la cultura y reabriendo otros que la gestión de Arias Cárdenas había secuestrado. Se ve claramente que Alexis Fernández Quintero, puede hacer más por el Zulia desde la antigua casa colonial de la calle Venezuela, donde mudó su despacho, que el Secretario desde la oficina de la Presidencia del CAM-LB. Una nueva sala expositiva abre las puertas en la Casa de la Capitulación, y urde una alianza entre Francisco Urbina, presidente del CRU, y la directiva de la Asamblea Legislativa, para desarrollar actividades en conjunto. Ojalá haya amplitud, e inteligencia emocional, en el desarrollo de dichos planes, y podamos encontrar allí algún aliciente al desastre institucional que vivimos.
Del mismo modo, otra persona que ha conseguido una victoria para el diálogo, es la licenciada Amanda Antillano, quien después de muchos años de trabajo firme y de resistencia ante el desinterés de secretarios de cultura y gobernadores, por fin, ha sido nombrada presidenta de la Biblioteca Pública del Estado. Es la persona más preparada para dicho cargo y esperamos que lo continúe ejerciéndolo con vocación y sin comprometer su prestigio y nombre en actos políticos a favor de este desafortunado gobierno.
Así las cosas desde lo institucional-gubernamental, creemos que el siguiente paso en este panorama de retos para el 2019, es hacerle frente sin miedo a los ultrajes de la discordia y la sin razón, solo una comunidad artística unida puede hacerle frente a los esbirros culturales del PSUV. Unidos, configurados como una red de acción, informados y atentos a los cambios, con proyectos en común podremos transformar la realidad que vivimos, en un año lleno de logros para nuestra ciudadanía. Debemos conformarnos como una gigantesca asamblea de ciudadanos e imponer nuestra voluntad con firmeza.
Luis Perozo Cervantes
Director de El Maracaibeño