Yo Soy Julia Bolívar

Señora Julia Bolívar. Fotografía: Cortesía: Diario La Verdad.
Señora Julia Bolívar. Fotografía: Cortesía: Diario La Verdad.

por Isabel Cristina Morán

Soy Julia Bolívar, nacida en 1910, sin segundos nombres ni apellidos, resobrina del Libertador de estas tierras, que todas juntas se llaman Venezuela. Soy oriunda de La Vela de Coro, de por allá, sierra arriba, de un poblado pequeño, casitas de barro, sin luz pero mucha agua, y fui feliz hasta los siete años, cuando mi abuela materna, Mónica de Bolívar, murió dejándome los recuerdos que hoy añoro.

Un día de mi infancia estaba yo, desnuíta, aplastando mangos en el fondo de la choza, y veo pasar a un hombre, y preguntó quién es. Mi abuela responde que es familia mía, descendiente de los Bolívar.

Mi mamá era Felícita Antonia Bolívar. Se murió a los 49 años. Hermeterio Figueroa, mi padre, tiene más de 60 años de muerto. Mónica tuvo a mi madre con Juan Vicente de Bolívar, hermano de Simón Bolívar. Se conocieron por Coro, sembrando café y caña.

Desde muy pequeña comencé a oír esas historias de parentescos, la mayoría de boca de mi abuela. Supuestamente Juan Vicente llegaba en caballo, desenfundaba sus espadas y se metía al campo a sembrar. Le encantaba sembrar. Cultivaba yuca, caña, café, qué sé yo. Muchas cosas; comida, mucha.

Entre tantos cuentos que me echaba mi abuela, solo uno me hizo llorar. Iba yo pa’ los siete años, creo. Me dijo que mi abuelo murió ahogado en alta mar, cerca de las Bermudas, en agosto de 1811. Hicieron un hueco debajo de la barca para que se llenara de agua.

De mis hermanos solo quedo yo. Éramos siete, me parece. Juan, Perfecto, Francisca, Exilda, Pedro… hay otra, pero el nombre se me borró. Hay sobrinos, muchos, pero están regados. Yo nunca parí. Soy estéril, como que llaman.

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La candela se llevó lo que quedaba de mi partida de nacimiento, y también la de mi mamá. Se deshizo cuando se incendió el registro civil de Coro. El presidente Chávez me dijo que para hacerme justicia social necesita documentos. Hace cinco años mandó a gente de Corpozulia a hablar conmigo. Me dieron una casa, nevera, dos abanicos de techo, un juego de muebles y una pensión. Esos cobritos se me van en medicinas.

Mi cédula es 2.363.009, me la saqué la última vez en Maracaibo, la primera vez fue en Coro, y me pusieron ‘imposibilitado para firmar’; no sé por qué, porque a mí escribir no se me ha olvidado. Que me busque, que me haga la prueba que sea, que yo no estoy diciendo mentiras. Yo soy familia del Libertador.

Mi abuela murió cuando yo tenía siete años. Estuve tres años con mi papá, pero una señora, amiga de él, me pidió. Llegué al Zulia a los 10. Quería que le cuidara a sus hijos. Al tiempo me cansé y me fui. Rodé y rodé, me crié sola. Lavé y planché ajeno, limpié casas. Hasta que me casé en Bachaquero en 1941. Duré poquito. Mi marido se fue con otra.

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Betania, más callejera que nadie. Es montuna, no le gustan las fotos. Pero es la que me cuida. Es hija de uno de los nueve muchachos que crié. Este barrio, Blanca Valero, sector Libertad, es lo que me queda. Y la casa que me regaló el Gobierno, pero ya no sirve. Las puertas están dañadas, no cierran bien, y boté los muebles porque estaban sucios, como usados y rotos.

Tengo 80 años siendo cristiana y eso es lo que me mantiene en pie. No me duele nada, solo me tiemblan las piernas cuando camino, pero eso es la vejez. Es que si uno no se mueve se tulle. Casi siempre me dan las 12.00 en el porche agarrando fresco, porque la casa esta es caliente. Yo sí quiero mudarme de aquí… estoy muy sola… pero mi Dios es muy grande, no me abandona.

A veces los vecinos me pasan el bocaíto de comida o la iglesia de la comunidad, que recoge y me da una cesta. Así vivo. Tengo un cuadro con fotos incrustadas en las esquinas de los muchachos que he cria’o. Lo que más valoro es el retrato que está allá arriba, pegao al techo. El de Simón Bolívar, mi retío o tío abuelo, como dicen. Me lo regaló un vecino. Y bueno, esta tarjeta telefónica con su cara. Mis mayores tesoros.

 

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El Maracaibeño es un periódico literario y cultural fundado por Luis Perozo Cervantes, cuyo primer y único número impreso fue lanzado el 8 de septiembre de 2014, bajo el lema “El nuevo gentilicio cultural”. Su creación surgió como respuesta a la necesidad de un espacio dedicado a la promoción y difusión de la cultura en Maracaibo.

El 1 de octubre de 2017, El Maracaibeño dio un paso importante al transformarse en un diario digital, convirtiéndose en el primer periódico de la ciudad enfocado exclusivamente en la cultura. Con su nueva versión digital, adoptó el lema “Periódico Cultural de Maracaibo”, extendiendo su alcance a todo el país.

Este periódico es una propuesta respaldada por la Asociación Civil Movimiento Poético de Maracaibo, que busca fomentar un periodismo cultural que contribuya a la construcción de una nueva ciudadanía cultural en la región. El Maracaibeño se posiciona como un vehículo para llevar las noticias más relevantes de la cultura, desde críticas de arte hasta crónicas y ensayos, cubriendo así una amplia gama de expresiones artísticas.

El Maracaibeño no solo es un medio informativo, sino un símbolo de la riqueza cultural de Maracaibo, llevando a sus lectores las noticias más importantes del ámbito cultural, tanto local como internacional.

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