
Soy Julia Bolívar, nacida en 1910, sin segundos nombres ni apellidos, resobrina del Libertador de estas tierras, que todas juntas se llaman Venezuela. Soy oriunda de La Vela de Coro, de por allá, sierra arriba, de un poblado pequeño, casitas de barro, sin luz pero mucha agua, y fui feliz hasta los siete años, cuando mi abuela materna, Mónica de Bolívar, murió dejándome los recuerdos que hoy añoro.
Un día de mi infancia estaba yo, desnuíta, aplastando mangos en el fondo de la choza, y veo pasar a un hombre, y preguntó quién es. Mi abuela responde que es familia mía, descendiente de los Bolívar.
Mi mamá era Felícita Antonia Bolívar. Se murió a los 49 años. Hermeterio Figueroa, mi padre, tiene más de 60 años de muerto. Mónica tuvo a mi madre con Juan Vicente de Bolívar, hermano de Simón Bolívar. Se conocieron por Coro, sembrando café y caña.
Desde muy pequeña comencé a oír esas historias de parentescos, la mayoría de boca de mi abuela. Supuestamente Juan Vicente llegaba en caballo, desenfundaba sus espadas y se metía al campo a sembrar. Le encantaba sembrar. Cultivaba yuca, caña, café, qué sé yo. Muchas cosas; comida, mucha.
Entre tantos cuentos que me echaba mi abuela, solo uno me hizo llorar. Iba yo pa’ los siete años, creo. Me dijo que mi abuelo murió ahogado en alta mar, cerca de las Bermudas, en agosto de 1811. Hicieron un hueco debajo de la barca para que se llenara de agua.
De mis hermanos solo quedo yo. Éramos siete, me parece. Juan, Perfecto, Francisca, Exilda, Pedro… hay otra, pero el nombre se me borró. Hay sobrinos, muchos, pero están regados. Yo nunca parí. Soy estéril, como que llaman.
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La candela se llevó lo que quedaba de mi partida de nacimiento, y también la de mi mamá. Se deshizo cuando se incendió el registro civil de Coro. El presidente Chávez me dijo que para hacerme justicia social necesita documentos. Hace cinco años mandó a gente de Corpozulia a hablar conmigo. Me dieron una casa, nevera, dos abanicos de techo, un juego de muebles y una pensión. Esos cobritos se me van en medicinas.
Mi cédula es 2.363.009, me la saqué la última vez en Maracaibo, la primera vez fue en Coro, y me pusieron ‘imposibilitado para firmar’; no sé por qué, porque a mí escribir no se me ha olvidado. Que me busque, que me haga la prueba que sea, que yo no estoy diciendo mentiras. Yo soy familia del Libertador.
Mi abuela murió cuando yo tenía siete años. Estuve tres años con mi papá, pero una señora, amiga de él, me pidió. Llegué al Zulia a los 10. Quería que le cuidara a sus hijos. Al tiempo me cansé y me fui. Rodé y rodé, me crié sola. Lavé y planché ajeno, limpié casas. Hasta que me casé en Bachaquero en 1941. Duré poquito. Mi marido se fue con otra.
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Betania, más callejera que nadie. Es montuna, no le gustan las fotos. Pero es la que me cuida. Es hija de uno de los nueve muchachos que crié. Este barrio, Blanca Valero, sector Libertad, es lo que me queda. Y la casa que me regaló el Gobierno, pero ya no sirve. Las puertas están dañadas, no cierran bien, y boté los muebles porque estaban sucios, como usados y rotos.
Tengo 80 años siendo cristiana y eso es lo que me mantiene en pie. No me duele nada, solo me tiemblan las piernas cuando camino, pero eso es la vejez. Es que si uno no se mueve se tulle. Casi siempre me dan las 12.00 en el porche agarrando fresco, porque la casa esta es caliente. Yo sí quiero mudarme de aquí… estoy muy sola… pero mi Dios es muy grande, no me abandona.
A veces los vecinos me pasan el bocaíto de comida o la iglesia de la comunidad, que recoge y me da una cesta. Así vivo. Tengo un cuadro con fotos incrustadas en las esquinas de los muchachos que he cria’o. Lo que más valoro es el retrato que está allá arriba, pegao al techo. El de Simón Bolívar, mi retío o tío abuelo, como dicen. Me lo regaló un vecino. Y bueno, esta tarjeta telefónica con su cara. Mis mayores tesoros.
alguien sabe si sigue viva la señora? Mi esposa es familiar de ella.