En un acto lleno de emociones, complicidades y versos, la editorial Sultana del Lago celebró en Maracaibo la presentación de tres nuevos libros de poesía que, más allá de ser simples publicaciones, se convirtieron en un verdadero bautizo de tres voces que desde ya enriquecen la literatura zuliana. Uraní Torres, Carlos Paúl Gutiérrez Reales y Tito Peley Barrios, acompañados de familiares, amigos y amantes de la poesía, compartieron con el público no solo sus obras, sino también sus anhelos, sus búsquedas y sus historias personales.
La velada, celebrada el 22 de marzo, fue conducida por Luis Perozo Cervantes, editor y motor incansable de este proyecto, quien, en un gesto que ya es una costumbre entrañable, decidió correr un día la conmemoración del Día Mundial de la Poesía —que la UNESCO estableció desde 1998 cada 21 de marzo— para convertirla en una celebración íntima, local y viva. Y lo logró: entre risas, anécdotas y recuerdos compartidos, la palabra poética se hizo hogar.
La presentación fue inaugurada con un cálido agradecimiento a Yasmina Jiménez, reconocida promotora cultural, actriz y fundadora de espacios esenciales para el teatro y la lectura en Maracaibo, quien fue señalada por el propio editor como «una heroína de la cultura» en esta ciudad. Su presencia marcó de inmediato el tono afectivo y comunitario de la noche.
Luis Perozo Cervantes recordó las 12 ediciones anteriores de la Lectura Abierta de Poesía, actividad que durante más de una década dio vida al Día de la Poesía en Maracaibo. Sin embargo, este año el festejo tomó otro rumbo, uno que resultó igual de significativo: dar la bienvenida a tres primeros libros que marcan, según sus propias palabras, “tres ladrillos más en la construcción de la identidad de la zulianidad”.
Uraní Torres, nacida en 2005, fue la primera en ser presentada. Su poemario Facetas discontinuas, además de ser un debut literario, se posiciona como un acto de reivindicación. El editor no dejó de destacar que pocas voces femeninas han sido visibilizadas en la literatura zuliana, recordando las dificultades que enfrentó incluso María Calcaño en 1936, cuando fue tildada de “casquivana” por atreverse a publicar versos donde el erotismo femenino se manifestaba sin tapujos. En la voz de Uraní, la poesía se convierte en un espejo donde el dolor, la soledad y la melancolía se transforman en arte. Sus poemas, leídos por ella misma esa noche, dejaron en el aire una sensación de asombro ante la madurez emocional y literaria de tan joven autora.
Luego, Carlos Paúl Gutiérrez Reales, también nacido en 2005 y ganador del undécimo Slam Poético de Maracaibo, presentó su libro 1000 disparos a la luna. Un título que, según el propio Luis Perozo Cervantes, revela ya de entrada su espíritu romántico y su deseo de construir belleza incluso desde la ironía y el humor. La poesía de Carlos fue descrita como intensa, lúdica y profundamente ligada a las emociones, capaz de arrancar sonrisas y lágrimas en el mismo poema. Entre declamaciones y confidencias sobre su proceso creativo, el joven poeta conquistó al público y sembró la certeza de que su nombre resonará cada vez más fuerte en los escenarios literarios del país.
La noche culminó con la presentación de Colección absurda, del inconfundible Tito Peley Barrios, el más veterano del grupo y, quizás, el más irreverente de todos. Sus textos no buscan la musicalidad ni las formas clásicas de la poesía, sino que, desde una estética antipoética y una ironía mordaz, se burlan de la solemnidad y se enfrentan sin miedo a la hipocresía social. Tito, acompañado de su familia y visiblemente emocionado, hizo gala de su estilo genuino, entre carcajadas y reflexiones amargas, demostrando que la poesía no solo embellece, sino que también sacude y provoca.
El acto no solo fue una presentación editorial, sino un verdadero rito. Luis Perozo Cervantes propuso un simbólico bautizo literario en el que cada autor eligió un padrino para su libro, siguiendo la creencia de que “ponerle nombre a algo es un acto sagrado”. Entre aplausos, bromas y emoción contenida, cada ejemplar fue oficialmente consagrado como parte del patrimonio literario de la ciudad.
La velada cerró con la promesa de que estos libros ya no solo son sueños encuadernados, sino herramientas para que otros puedan verse reflejados, inspirarse o incluso cuestionarse. Y como señaló Luis Perozo Cervantes, citando a Facundo Cabral, “en el mundo hay más caricias que bombas”. En Maracaibo, al menos por esa noche, hubo más poesía que ruido.