
Me convocan a ver una obra de “teatro documental”, resultado de una investigación sobre el trabajo en la línea de prevención de suicidio en Uruguay.
Primero dudo: ¿realmente quiero ir? ¿Será demasiado doloroso?
Quien me invita no tiene idea que recientemente tuve que acompañar a alguien muy cercano, transitar su primer velorio de un suicidio adolescente. Ni que fui incapaz de expresar en palabras la impotencia como adulta ante esa decisión o la falta de real entendimiento del dolor que otra madre está sufriendo ahora mismo.
Decido que debo ir. Que si ellas, las integrantes de este colectivo teatral pueden llevarlo al escenario, poner el cuerpo para hacerlo, yo debo ser capaz de presenciarlo y luego escribir sobre ello.
La sala Hugo Balzo del Sodre parece imposible de llenar pero lentamente y sobre la hora del inicio, casi no tiene sillas vacías. Mayoría de público femenino, pero de a poco los varones se van haciendo presentes.
Un escenario con piso blanco y una enorme ventana con cortinas venecianas también blancas, nos espera. Tres escritorios que luego se moverán por la escenografía, una planta que también luego descubriré es parte importante de la trama. La vida de las plantas y su relación con los humanos y sus sentidos.
Comienza la función con una proyección de un texto de El Dios salvaje de Al Álvarez que nos sorprende y nos deja mudos.
Las actrices se presentan, emocionadas; y amablemente nos solicitan poner en modo avión nuestros celulares, para no tener interferencias con sus dispositivos electrónicos. Y vaya que los tienen.
Debemos despojarnos de nuestra conectividad y de nuestros prejuicios.
Nos piden también que seamos discretos acerca de lo que vamos a ver. Tanto las personas investigadas y entrevistadas (algunas presentes en el público) como las propias artistas, abrirán su intimidad y confiarán en que hagamos honor a esa vulnerabilidad.
Digamos solo entonces que se trata de una obra que conmueve. No hay historias macabras ni traumáticas. Hay datos, estadísticas, confesiones, canto, baile, música, sinceridad y un excelente trabajo técnico que respalda el exquisito e intimista trabajo de interpretación.
Me quedo con el concepto “pulsión de vida” y la belleza de la puesta en escena.
Llamada entrante es una obra necesaria, que te interpela y que habla de la gente que día a día le pone cuerpo y voz para intentar detener esta situación que cada día nos puede hacer sentir más solos.
Última función: sábado 22 de marzo 2025. Entrada
Yo que ustedes no me la pierdo.
Una obra de Florencia Guzzo, Paula Lieberman y Camila Souto.
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