EL IMPERIO ROMANO EN EL DIVÁN. INFLUENCIA Y NOSTALGIA DE LOS SOPRANO

Cuando el 10 de enero de 1999 se estrenó el episodio piloto de Los Soprano en la cadena norteamericana HBO nadie podía pronosticar lo que después sucedería. La Home Box Office era una cadena por cable que tenía un papel secundario en la parrilla americana, donde terminaba de encontrar su hueco, un estilo. Una cadena considerada como las “cloacas de la televisión”, según el actor Michael Imperioli que interpreta a Christopher Moltisanti en la serie. El escritor y productor televisivo David Chase apareció un día con el guion de un episodio piloto para desarrollar una serie sobre un mafioso con ataques de ansiedad. El resto ya es historia de la televisión y de la cultura popular.

Se acaba de estrenar en HBO un documental extraordinario (Wise Guy: Los Soprano por David Chase, de Alex Gibney) sobre el fenómeno Los Soprano y sobre su creador, el mencionado David Chase, que se sienta en el diván de forma equivalente a cómo lo hizo su personaje más emblemático, Toni Soprano, en buena parte de los episodios de la serie. Quiero antes de continuar advertir de que el documental está plagado de información sobre las tramas (spoilers), cosa que, en mi opinión resulta no sólo necesaria, sino que supone uno de los pilares por los que el documental resulta tan impactante. En un diván debes contar la verdad, aunque duela.

Los 90 fueron los años de Los Simpson, Friends, Expediente X, Seinfeld o Doctor en Alaska. En España triunfaban Farmacia de guardia, Al salir de clase o Médico de familia. Había mucha comedia y menos drama. Las series se consumían en horarios atados a la programación de las cadenas, a veces incomprensibles y variables. Se veían en familia y se comentaban al día siguiente en los trabajos y en las aulas. Siempre se han realizado buenas series y entonces también las había, algunas incluso alcanzaban gran repercusión mediática y social, pero algo nuevo surgió a partir de aquel extraño episodio piloto de Los Soprano, un clic se activó en creadores y espectadores en forma de punto de inflexión o de borrón y cuenta nueva. Los Soprano no parecía una serie más, incluso no parecía una serie de las buenas o de las muy buenas, era otra cosa.

Lo más destacado que se puede decir de una serie tan compleja como Los Soprano es que se trata de una obra personal, tan personal que tiene como origen y eje la relación del autor con su madre y, por extensión, la relación de los guionistas con sus madres. Este es un hecho más que curioso porque que un trabajo profesional suena a terapia de grupo. Al equipo de guionistas le costaba conectar con un director de orquesta exigente y quisquilloso, muy cerrado en ocasiones. Encontraron la manera de hacerlo incorporando algo de sus propias vidas en las líneas que escribieron. Este es un factor clave para entender el torrente creativo, libre y desprejuiciado que surgió a partir de ese momento. Los actores también aportaron mucho en este sentido. Cada uno de ellos entendió su personaje como la parte de un todo que sumaría más que el conjunto de sus partes, mimándolo y protegiéndolo hasta el punto de no tolerar su desaparición cuando así lo exigía la historia. No olvidemos que es una serie sobre gánsteres, y mucha gente muere en las historias de gángsteres. James Gandolfini, el inolvidable Toni Soprano, reconoce que se basó en el propio David Chase para interpretar su papel.

David Chase reconoce que algunas de sus decisiones y de sus actitudes pudieron estar influenciadas por el personaje que él mismo creó. El juego de espejos entre realidad y ficción estaba servido y puesto al servicio de la obra. Esos vasos comunicantes no se crearon solo en el caso de las principales figuras, algunos actores dirigieron episodios, como Steve Buscemi en el famoso episodio de la nieve (Pine Barrens) o algunos otros participaron en la escritura del guión, como el anteriormente mencionado Michael Imperioli. Tony Sirico, el querido y temido Paulie, aparecía cada mañana en el plató de rodaje con un peinado realizado por él mismo que no podía ser tocado por nadie, peluqueros incluidos. Los personajes y la historia se comen a los autores, a los actores y a los directores.

Decir a estas alturas que la influencia de Los Soprano ha sido muy grande en series posteriores es entrar en el terreno de la obviedad. Quien haya visto Breaking bad (2008) y su igualmente fantástica secuela Better call Saul (2015) habrá percibido las semejanzas en el tono cómico-dramático entre ambas series o en el ejercicio de estudio psicológico sobre la complejidad de los personajes.

Las localizaciones, el vestuario, los peinados, cualquier detalle en Los Soprano aportan al conjunto de manera decisiva, porque todo era bien conocido por un equipo de rodaje formado en buena parte por italo-americanos nacidos y criados en New Jersey. The wire (2002) tomó ese testigo para dotar de realismo a lo que era una ficción ambientada en las calles de Baltimore, calles que se pateó como reportero el otro David de la televisión y creador de la serie: David Simon. Los diálogos afilados, la precisión en los giros de guión o el encaje entre tramas principales y secundarias se aprecian también en otras series ya míticas como Mad men(2007), donde todo gira en torno a un personaje principal de arrolladora personalidad pública, pero de frágil estabilidad emocional privada, individuos que andan por la vida con una máscara, peleando con uñas y dientes para que nadie sea capaz de arrebatársela.

Volviendo a Los Soprano, hay otro factor que considero importante para entender su éxito y su influencia. David Chase declara en el documental que él tenía pretensiones de copiar a maestros del cine, sobre todo a maestros europeos: Jean Luc Godard o Roman Polanski. Estas pretensiones no fueron alcanzadas ¡por suerte! y, sin embargo, hay algo de ellos y de otros en la serie.

Su espíritu libre, su independencia creativa y su estilo, a veces, experimental, conectan con los referentes del cine de autor y con una manera de hacer las cosas en buena parte ya perdida, en la que producción y creación, con sus tiras y aflojas, capitaneaban un barco sin un rumbo del todo conocido asumiendo riesgos y errores. En resumen, una de las características más extraordinarias de Los Soprano es que es buena sin parecer querer ser buena.

Después de lo anterior, ¿qué podemos decir de la situación actual? Lo políticamente correcto, los grandes presupuestos y la dictadura de los fans han llenado las series de productos(palabra fea) mediocres y solo aptos para consumo rápido, como la fritanga. Si sirve de vara de medir, yo mismo he vuelto a ver este verano Breaking bad, y el documental mencionado me ha llevado de nuevo a Los Soprano, muchos años después. Esto tiene una parte de nostalgia y tiene otra parte de desilusión y aburrimiento por lo que ahora se nos presenta.

Hay cosas buenas, sin duda, pero es difícil sorprender al espectador después de años de tan tremenda fiesta en los que, además de las anteriores, tuvimos la suerte de poder ver El ala oeste de la Casa Blanca (1999), A dos metros bajo tierra (2001) o Band of brothersThe Pacific (2001-2010). Tampoco ayudan las políticas de los canales de streaming, más pendientes de sus cuentas de resultados que de los aspectos creativos. Los grandes presupuestos y el talento han entrado en el mundo de las series, pero parece haber salido la capacidad de sorprender y la libertad artística.

Sin embargo, siempre hay excepciones, no quiero parecer tan negativo. En la década entre los años 2010 y 2020 algo de esa corriente de la gloriosa década anterior llegó a las pantallas. Conforme el espectador abandonaba poco a poco las pantallas de cine, se iba enganchando a series y más series de manera compulsiva, se creó un estado casi de adicción en el que, como sucede con todas las adicciones, el sujeto se vuelve cada vez menos crítico y más alienado. Detrás de una situación de este tipo, siempre hay una industria que aprovecha la situación para exprimir al máximo la gallina de los huevos de oro.

En cualquier caso, hay que destacar series como Mindhunter (2017), serie inacabada que resulta un buen ejemplo del trasvase con éxito entre el cine y la televisión con David Fincher al mando; El joven papa (2016), que combinó el cine de autor europeo de Paolo Sorrentino con el talento y el dinero americanos produciendo una serie profunda, sorprendente y divertida, al mismo tiempo; True detective (2014) generó un efecto arrollador cuando se estrenó, efecto que quizás se ha diluido en sus posteriores temporadas pero que vuelve a aparecer cuando se recuerda.Fargo (2014) con el espíritu excéntrico y absurdo de los hermanos Coen muy presente; The leftovers (2014) como una distopía pasional e intrigante, quizás irregular pero mucho mejor que otras que vivieron después; o, en España, es muy recordada El Ministerio del tiempo (2015), una buena combinación entre historia y entretenimiento. The night of (2016) hace referencia en estilo a los policiacos setenteros y puso el listón muy alto en el subgénero de las miniseries; listón que alcanzaron joyas como Chernobyl (2019) o Wild, wild, country (2018) en el terreno de los documentales.

Los británicos siempre mantienen una línea de alto nivel en sus producciones, buen ejemplo de ello son algunos episodios de Black mirror (2011) o Inside Num. 9(2014), o las policiacas Sherlock (2010), Happy valley (2014) o Line of duty (2012).

En animación, no puedo olvidar a aquel caballo depresivo de Bojack horseman (2014), una rareza con tono tragicómico y demoledor; o Rick y Morty (2013), que permite al espectador relajarse mientras un conjunto de personajes resultan todo lo políticamente incorrectos que se puede ser hoy en día. Del fenómeno Juego de tronos (2011) poco más se puede decir que no se haya dicho.

Entramos en los años 2020 y la sensación que tenemos como espectadores es que la ilusión se va perdiendo y el cansancio aumentando por la cantidad de oferta y una cierta repetición visual y estructural en las series. Todas se parecen, aunque la envoltura sea distinta. Las plataformas trabajan como máquinas de hacer churros para un público que los demanda con poco nivel de exigencia, como si nos molestara presenciar algo nuevo y diferente y solo nos sintiéramos cómodos volviendo a lo que ya conocemos. No aceptando los riesgos ni las aventuras.

Sea como sea, una vez más, hay casos excepcionales que se salen de la media y me gustaría destacar en primer lugar algo bastante reciente: hace pocos meses se estrenó en Disney + una serie que ha pasado injustamente desapercibida (otro signo de los tiempos, el bajo reconocimiento de la calidad), una serie española, en la que se percibe parte del espíritu y de los mimbres de los clásicos que mencionábamos en anteriores líneas: un tema complejo y difícil de abordar (atentado del 11M), escenarios y actores que se funden en un todo y valentía para rodar episodios como el llamado El corredor, una especie de túnel visual que te lleva imparable hacia el horror. Me refiero a Nos vemos en otra vida (2024), una serie creada por los hermanos Sánchez-Cabezudo, que ya fueron responsables de otra de las series más interesantes que se han rodado en España en los últimos años: Crematorio (2011).

Como en el caso de Mindhunter, David Fincher se encuentra detrás de la serie de cortometrajes de animación denominada en su conjunto Love, death and robots (2022), una muy interesante recopilación de historias que incluye un gran componente de innovaciones técnicas y temáticas, a destacar en la serie el muy premiado corto del español Alberto Mielgo, Jíbaro, una fantasía visual para buenos paladares.

The dopesick (2021) aborda con mucha crudeza la tragedia del fentanilo en los Estados Unidos, denunciando lo inaceptable sin moralina y sin afectación, tan directa e implacable como los efectos de esos medicamentos. Las historias de éxito extravagantes y rocambolescas siempre han tenido gran desarrollo en la cultura americana, en The last dance (2020) nos cuentan la transformación en caso de éxito del equipo de baloncesto de Los Angeles Lakers de los años 80, tan divertida que cuesta creer que tan disparatados personajes pudieran llevar a puerto un barco tan alocado. Devs es una serie de 2020 que está al nivel de la buena ciencia ficción, terreno tan mal trillado en los últimos años que ha perdido parte de su capacidad de sorprender; en los mandos se encuentra Alex Garland, otro caso de director de cine que se pasa a la televisión con éxito y niveles aceptables de calidad y rigor.

En España, durante estos últimos años se ha producido la aparición meteórica de los llamados Javis, Javier Calvo y Javier Ambrossi han llenado de aire fresco la habitación de la producción de series con Veneno (2020) y La mesías (2023), en su haber se incluye la gran intuición que demuestran seleccionando y desarrollando historias y personajes, tomando también ciertos riesgos formales, en su debe, quizás se encuentren demasiado en la línea de lo que se considera correcto de forma oficial. Antidisturbios (2020) o Patria (2020) ayudaron también a mantener un buen nivel en la ficción televisiva española, generando debate y discusión, no solo entretenimiento.

Teniendo en cuenta todo lo anterior, parece que nos encontramos en una línea gradual y descendente y que no debemos esperar demasiado del futuro próximo, ni siquiera de un medio plazo halagüeño, ya que todo tiene visos de continuar en esta situación durante un tiempo considerable. Estas mismas semanas se está produciendo un hecho que puede servir como indicador del status actual: a raíz del estreno de la última película de Francis Ford Coppola, Megalopolis se ha generado un torrente de críticas y opiniones, incluso de discusiones. La película parece que no ha gustado, en general, pero hay críticos que están señalando que este hecho les recuerda a otras películas anteriores que en su momento fueron defenestradas y con el tiempo fueron consideradas como imprescindibles.

¿Estará Megalopolis en este club?, veremos. Otro aspecto que destacan los defensores de la película es el hecho de que se trate de una obra de autor (producida incluso por el propio Coppola) pero de alto presupuesto, cosa que parecía estar reñida e incluso resultar oxímoron dentro una misma frase. Hace mucho tiempo que estos dos aspectos no coincidían en una sola película: presupuesto más autoría, quizás desde La puerta del cielo (1980), de Michael Cimino o Blade runner (1982), de Ridley Scott. El maestro Coppola ha declarado en distintas entrevistas que el camino que propone es el que se debería recorrer en el mundo audiovisual: más riesgo y más capacidad para soñar, menos miedos y cuentas de resultados.

Megalopolis hace una equivalencia entre la caída del imperio romano y la caída de nuestro propio imperio contemporáneo, el occidental, en un futuro próximo. En el episodio Romanos y judíos de la primera temporada de Los Soprano, la banda de Toni trata de convencer a un importante miembro de la comunidad judía de New Jersey para hacer algo que no quiere hacer, los métodos son los habituales de la mafia. A pesar de sus sufrimientos, el personaje judío se resiste a dar su brazo a torcer y clama entre dolores ante lo inevitable:

– En Masada, 600 judíos resistieron durante dos años ante miles de soldados romanos, pero… ¿dónde están ahora los romanos?

A lo que responde Toni con toda tranquilidad:

– Delante de ti, desgraciado.

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