Permiso para existir: a escribir sí se enseña

Hace ya casi 45 años que Clara Obligado fundó el taller literario que todo el mundo coincide en considerar el pionero de nuestra disciplina en España. Pronto, fueron apareciendo otros: la Escuela de Letras, los Talleres de Escritura Fuentetaja, el Taller de Escritura de Madrid de Enrique Páez y, ya en los albores del siglo XXI, dos actores fundamentales: l’Escola d’escriptura del’Ateneu barcelonès y Escuela de Escritores. Justo es citar a las muchas escuelas y talleres de menor tamaño que también han contribuido al proceso de creación de nuestra enseñanza: Billar de Letras, Hotel Kafka, La Plaza de Poe, Bibliocafé, Selecta, Laboratori de Lletres y tantos otros y a programas universitarios como los másteres de creación literaria de la UCM, de la UPF o de la Universidad de Sevilla. Entre todos, nos las hemos ingeniado para enseñar el oficio y hacer crecer el talento de muchos de los autores y autoras que, a día de hoy, encontramos en cualquier librería. Para todos nosotros, la aprobación de esta ley supone el reconocimiento de la labor de una vida.

Y es que, durante estos años, la enseñanza de la escritura creativa no solo se ha consolidado de forma que da empleo a cientos de docentes y atiende las necesidades formativas de muchos miles de estudiantes cada año, sino que también se ha desarrollado desde el punto didáctico y metodológico hasta alcanzar una madurez pedagógica plena.

La dinámica del taller —basada en la práctica de la escritura y la lectura de los textos en un grupo de trabajo en el que se señalan las virtudes y los principales defectos del texto y se ofrecen orientaciones para mejorarlos— es sin duda la piedra angular de nuestra enseñanza. Y esto no es inocuo. Por su propia naturaleza, el taller literario necesita del diálogo y de la escucha, de la reflexión inteligente y de una sensibilidad artística que se afina en cada sesión; requiere del valor de leer en público nuestro trabajo y de la humildad para aceptar como una ayuda los comentarios que señalan sus defectos; precisa de la constancia y del amor por la tarea para seguir escribiendo sin una recompensa tangible a la vista. Es un diálogo sin más jerarquía que la que otorga el conocimiento, basado en el respeto y la empatía, que no busca la homogeneización sino, al contrario, la construcción de una mirada poética personal. El objetivo es potenciar la individualidad del artista en el marco de una experiencia grupal que cuida la diversidad y se adecúa al ritmo de aprendizaje y los intereses literarios de cada cual. Aprender así marca carácter y construye un tipo de persona muy necesaria en estos tiempos.

A partir de esta dinámica básica, a lo largo de los años se ha construido una completa pedagogía. La lectura crítica y el análisis textual, la conexión con otras disciplinas artísticas y de pensamiento, el desarrollo de cursos por niveles con objetivos y competencias a desarrollar claros, la redacción de manuales y materiales teóricos bien argumentados y estructurados y, por fin, el desarrollo de programas equivalentes a másteres y grados universitarios, ha creado una enseñanza cuya calidad reconocen nuestros alumnos y las editoriales que publican sus obras y también es reconocida a nivel internacional. El importante papel de las principales escuelas de escritura españolas en la Asociación Europea de Programas de Escritura Creativa (EACWP) y su participación en programas docentes conjuntos con instituciones de Europa y América, así lo demuestran.

En este contexto, la Ley de Enseñanzas Artísticas Superiores llega para consolidar los derechos laborales y la carrera profesional de los docentes, asegurar el derecho de los estudiantes a recibir una enseñanza superior reglada y bien estructurada, con la posibilidad de obtener becas y una titulación válida a nivel nacional e internacional, y permitir a los centros educativos elaborar programas oficiales que consoliden la calidad de su enseñanza y atraigan a estudiantes de todo el mundo. La Ley de Enseñanzas Artísticas Superiores otorga a la escritura creativa un permiso para existir, sí, pero también supone una gran oportunidad para consolidar lo construido y le abre las puertas del futuro.

Fuente

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El Maracaibeño es un periódico literario y cultural fundado por Luis Perozo Cervantes, cuyo primer y único número impreso fue lanzado el 8 de septiembre de 2014, bajo el lema “El nuevo gentilicio cultural”. Su creación surgió como respuesta a la necesidad de un espacio dedicado a la promoción y difusión de la cultura en Maracaibo.

El 1 de octubre de 2017, El Maracaibeño dio un paso importante al transformarse en un diario digital, convirtiéndose en el primer periódico de la ciudad enfocado exclusivamente en la cultura. Con su nueva versión digital, adoptó el lema “Periódico Cultural de Maracaibo”, extendiendo su alcance a todo el país.

Este periódico es una propuesta respaldada por la Asociación Civil Movimiento Poético de Maracaibo, que busca fomentar un periodismo cultural que contribuya a la construcción de una nueva ciudadanía cultural en la región. El Maracaibeño se posiciona como un vehículo para llevar las noticias más relevantes de la cultura, desde críticas de arte hasta crónicas y ensayos, cubriendo así una amplia gama de expresiones artísticas.

El Maracaibeño no solo es un medio informativo, sino un símbolo de la riqueza cultural de Maracaibo, llevando a sus lectores las noticias más importantes del ámbito cultural, tanto local como internacional.

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