
El pianista Andrius Žlabys debutará en España el próximo 7 de febrero en el Auditorio Nacional de Música con el recital ‘Echoes of Light’. En este concierto, dentro de la temporada de Maelicum Conciertos, Žlabys ofrecerá un viaje musical que rinde homenaje a Mozart y Bach, incluye una nueva obra de Luis Gustavo Prado y refleja su profunda conexión con la música de César Franck.
Por Manuel Pacheco
El concierto del 7 de febrero en el Auditorio Nacional de Música supondrá tu debut en España. ¿Cómo afrontas este primer compromiso en nuestro país?
Me hace mucha ilusión dar mi primer recital en España de la mano de Maelicum Conciertos, en su hermoso y moderno Auditorio Nacional de Música. Me encanta visitar Madrid y su ambiente; mis mejores amigos viven allí.
¿Cuál es el tema principal del recital, titulado ‘Echoes of Light’ (‘Ecos de luz’)?
El recital lleva el nombre de la pieza con la que cerraré el programa. Es un homenaje a Mozart. Echoes of Light es, en parte, una idea: que la música, en sus múltiples manifestaciones, es reflejo, eco de algo antiguo y eterno, gestos humanos primordiales.

Es la primera vez que se escuchará esta obra en España, ¿cómo la describirías?
Intentando decir el menor número de palabras posible sobre mi propia música, remito al lector a las notas al programa:
‘El núcleo de Echoes of Light es una textura con la que tropecé durante una improvisación. En el centro de la pieza hay dos fragmentos del Réquiem de Mozart.
El siguiente párrafo, influenciado por los escritos de Carl Sagan, transmite la imagen que la pieza evoca en mi mente.
En el espacio que rodea la Tierra, una esfera invisible se expande. Desde nuestras primeras transmisiones de radio, crece a la velocidad de la luz, conteniendo todo lo que emitimos. Mucho después de que la Tierra desaparezca y la civilización humana no sea más que un parpadeo a los ojos del universo, la esfera, por tenue e indetectable que sea, continuará para siempre. Puede que contenga emisiones de lo más bello de que haya sido capaz la humanidad. Imagino fragmentos del Réquiem de Mozart que siguen resonando a través del espacio y el tiempo, quizá nunca más detectados, pero siempre presentes’.

Esta pieza está dedicada a Sergei Babayan, que también participará en los conciertos del Maelicum con un recital el 21 de mayo en el Auditorio Nacional. ¿Cuál es tu relación con este pianista?
Tuve la alegría y el honor de estudiar con Sergei Babayan en el Cleveland Institute of Music. Es, en primer lugar, el pianista más increíble, que actúa por todo el mundo. Pero también es quizá el mejor profesor de piano del mundo. Su capacidad para inspirar y enseñar los aspectos más ‘inexplorables’ de la interpretación pianística —cómo hablar, dibujar y pintar a través del piano— es uno de los mayores regalos musicales que he tenido la suerte de recibir.
Aunque la segunda parte se centra en los siglos XIX y XX, el concierto se abrirá con la Partita núm. 6 de Bach. ¿A qué se debe esta elección?
Bach siempre ha ocupado un lugar central en mi vida musical. Es un compositor al que siempre vuelvo, para encontrar mi centro, para dar sentido al mundo, para encontrar esperanza. La música de Bach tiene una enorme carga espiritual. La Partita núm. 6, obra final de un magnífico ciclo de seis partitas, es una obra que he llevado conmigo a muchos escenarios de conciertos. Se ha convertido en una parte inseparable de mi vida musical.
¿Qué relación hay entre esta obra de Bach y el Preludio, coral y fuga de César Franck que se escuchará en la segunda parte?
César Franck es otro compositor con el que siento una profunda afinidad. Bach y Franck eran organistas. Gran parte de su música es polifónica. La fuga de Franck, como cualquier fuga, se remonta a Bach, el maestro del contrapunto.
Desde mi infancia me ha encantado el Preludio, coral y fuga de Franck. Esta obra lleva al oyente por un intrincado camino de sentimientos y sueños.

Esta segunda parte del concierto incluirá también un estreno mundial del compositor Luis Gustavo Prado. ¿Qué puedes contarnos sobre esta obra?
Luis Prado es uno de mis compositores contemporáneos favoritos. Me encantó tener la oportunidad de encargarle una obra y poder estrenarla. He interpretado otras obras suyas, incluido su increíble Concierto para la mano izquierda. Estudiar e interpretar su música ha sido una de las experiencias artísticas más gratificantes. La música de Prado es, ante todo, emocionalmente verdadera. Cada nota tiene un significado. No hay ‘trucos’ ni ‘efectos’. Es verdadero arte.
En Nocturnos, Luis reflexiona sobre la historia de la forma nocturna, desde los poéticos comienzos de John Field hasta las magistrales obras de Chopin, cuyo espíritu parece resonar profundamente en el lenguaje musical de Luis. Sin embargo, estas obras no son un mero homenaje al pasado, sino que están firmemente enraizadas en nuestro tiempo, abordando temas y cuestiones que resuenan con la experiencia humana contemporánea.
El nocturno de apertura, Reverberancias lejanas (Distant Reverberations), es inquietante en su evocación de mundos ensombrecidos, vidas lejanas y ecos del sufrimiento humano. Tocando esta pieza, uno se siente transportado a los confines de la memoria y la pérdida, donde débiles voces de guerras e injusticias parpadean como la frágil luz de una vela en la noche. Es una meditación intensamente conmovedora sobre el dolor y la resistencia.
La segunda, Barcarola de la tristeza inextinguible (Barcarolle of Inextinguishable Sadness), convierte la tradicionalmente romántica y cadenciosa barcarola en algo dolorosamente profundo: un lamento por la melancolía compartida de la condición humana. El suave movimiento de balanceo de la pieza es hipnótico, casi como una cuna para la propia tristeza, ofreciendo una sensación de belleza, incluso en la tristeza.
La Eternidad en un instante (Eternity in an Instant) ofrece un contraste sorprendente, capturando momentos de dicha pura y desenfrenada. Sus brillantes armonías cromáticas y sus texturas resplandecientes parecen alargar el tiempo, ofreciendo fugaces vislumbres de trascendencia. Para mí, es un momento de catarsis en el conjunto, un recordatorio de la naturaleza fugaz, aunque eterna, de la alegría.
Lo que más me atrae de Nocturnos es su capacidad para conjugar tradición e inmediatez. El lenguaje tonal cromático de Luis está profundamente enraizado en el espíritu romántico, pero habla con una voz inconfundiblemente viva y moderna. Estas piezas exigen tanto un dominio técnico del piano como un profundo compromiso emocional, un reto que acepto con gran entusiasmo. Es un honor estrenar obras tan profundamente personales y atemporales, y a la vez tan urgentes y relevantes para el mundo que habitamos hoy.