Si alguna palabra se repitió en la tarde del 25 de octubre, en Oviedo, fue la palabra esperanza, en la entrega de los Premios Princesa de Asturias. Esperanza unida a poesía, en el discurso de Ana Blandiana, una poesía que puede detener la caída hacia la nada y unida a ella una pregunta ¿Puede salvar al mundo?: “¿En este momento asombroso en que la poesía se encuentra en el punto de mira, cuál es aún, cuál puede seguir siendo el vínculo entre el poeta y los demás, entre la poesía y la sociedad, cuál es el papel de la poesía en nuestro mundo secularizado, tecnificado, informatizado y globalizado?”.
Sí, la poesía puede salvar al mundo, lo salvó en la historia de su país cuando en las cárceles comunistas de Rumanía se produjo una auténtica resistencia a través de la poesía: “Cuando en la poesía se escondían las últimas moléculas de libertad, la gente, asfixiada por la represión, las buscaba, las encontraba y las respiraba para sobrevivir”. Y se vuelve a preguntar si lo que ayer fue salvación, la poesía, no puede ser también hoy la fuerza que nos libere de la soledad, de la indiferencia, del vacío de fe, del exceso de materialismo y consumismo y de la falta de espiritualidad.
Y tomó la frase de Unamuno para expresar su dolor ante la realidad que él vivió “como un punto de apoyo en el universo actual, en el que las naciones se difuminan ante las ideologías, como un ancla en la profundidad del tiempo, en cuya superficie se estrellan las olas siempre cambiantes de la posmodernidad, a las que me resisto porque me duele España, me duele Rumanía, me duele el mundo”.
Sí, el mundo nos duele y porque nos duele vivimos en esta tarde otoñal un viaje a la esperanza en esos versos compuestos y cantados por Joan Manuel Serrat y recreados en la voz de la Princesa de Asturias que resonaron con fuerza en la sala del teatro Campoamor:
Pels voltants de setembre/abans que arribi el fred/compren el seu bitllet/pel al tren de l’esperança.
En torno a septiembre, antes de que llegue el frío, compran su billete para el tren de la esperanza.
Poema, escrito por Serrat, homenaje a aquellos que dejaban su país para poder sobrevivir en otras tierras, los vendimiadores, els veremadors.
Y estas son las razones que ella da para leer allí esos versos: “… porque me gusta pensar que las personas extraordinarias que hoy os sentáis en este escenario del teatro Campoamor ofrecéis con vuestra obra que hoy premiamos la emoción contraria al escepticismo o al desánimo: la emoción de la esperanza. Es el sentimiento que nos muestra que las cosas pueden mejorar, que siempre hay una grieta por donde entra la luz”.
Y la luz entró con fuerza en la voz de Serrat quien se definió como un señor mayor, tirando a viejo, que llegó hasta este momento a través de un camino azaroso donde fue encontrando razones para seguir adelante y donde con el impulso de los sueños llegó hasta aquí.
Sí, Serrat se siente querido y respetado, le gusta su oficio, cantar y escribir canciones, es partidario de la vida y prefiere los caminos a las fronteras, la razón a la fuerza y cree en la tolerancia, respeta el derecho ajeno y cree en el diálogo como la única manera de resolver justamente los asuntos; cree en la libertad, la justicia y la democracia y no le gusta el mundo hostil, contaminado e insolidario que vivimos y no se conforma con ver varados los sueños en la otra orilla del río.
Se preguntó ¿Cuándo llegará el tiempo de vendimiar los sueños? Y nos regaló la música y versos de aquellas pequeñas cosas/que nos dejó un tiempo de rosas.
Junto a estos, la voz firme y decidida de Marjane Satrapi al hablar de humanidad en la ambivalencia de su significado, de la necesidad de empatía, de que los valores de ética, civismo y, sobre todo, compasión y bondad estuvieran presentes en la educación que transforma el mundo. Michael Ignatieff nos confesaba cuánto tememos la mayoría de nosotros la libertad, cuán difícil es mantener la soberanía de nuestro propio juicio, ver el mundo tal como es, no como nos gustaría que fuera, cuánto, de verdad, debemos todos luchar para ser mujeres y hombres libres en un mundo saturado de manipulación y mentiras y sin embargo, “poder llamarnos libres y merecerlo realmente es el premio que más importa en la vida”.
La presencia del resto de los premiados, Carolina Marín, en deportes, el grupo de científicosgalardonados que han establecido las bases endocrinas de la diabetes y la obesidad, la Organización de Estados Iberoamericanos, impulsora del multilateralismo (desarrollo de la educación, la cultura, la ciencia, la lengua y los derechos humanos) y Magnum Photos “por su icónica y exigente labor de fotoperiodismo extendida a lo largo de casi ocho décadas […] ejemplo de libertad de prensa y asunción de riesgos”, contribuyeron a que la emoción de la esperanza se implantara con fuerza en esta tarde de otoño.