Sabes que las flores de plástico nunca han vivido, ¿verdad?

Mireia Gabilondo firma y dirige esta dramedia en el Centro Dramático Nacional para abordar conflictos de salud mental

Foto de Bárbara Sánchez Palomero

En la abundancia de obras en las que últimamente está enfrascados los de Tanttaka Teatroa parece que el tono fabulístico con derivas didácticas se asienta de forma imperante. Si hace unas semanas El nadador de aguas abiertas nos daba una lección de amistad y de valentía, la temporada anterior era Del color de la leche, con esa muchacha analfabeta que interpretaba Aitziber Garmendia, donde hallábamos otros ejemplos vitales. Precisamente, esta misma actriz logra con el texto que firma Mireia Gabilondo una actuación espléndida y repleta de dificultades. En este caso se trata de una joven que se «ha impuesto» una doble personalidad. Ya sabemos que este tipo de personajes tan raros favorecen el lucimiento de los grandes intérpretes y que se han explotado mucho en la esfera audiovisual. Insisto, un portento; porque es capaz de discurrir a través de Yoldi, una chica con una evidente disfunción metal, un «toque», que la hace salirse de las convenciones, que se expresa con gran espontaneidad y sinceridad, y que, sin tener apariencia de Down, daría el perfil. En cualquier caso, dicharachera, autónoma, inteligente y dedicada al cuidado de plantas a domicilio. Sus alocuciones están cargadas de ironía y de verdades que provocan la risa y que derivan la trama hacia la dramedia. En ella se oculta su verdadera identidad, una mujer traumatizada por la muerte de una amiga y por una relación conflictiva con su madre. Esta es encarnada con bastante seriedad y firmeza por Karmele Aramburu, una psicóloga, con su propio lado oscuro; de hecho, ha perdido su licencia para ejercer por un lío amoroso con una paciente. En otro orden, ella se encarga de ofrecer terapia a otro psicólogo. El exitoso José Manuel, que interpreta Telmo Irureta. El actor expele con su retranca todo un domino desde su silla de ruedas motorizada (atención que no fue Platón quien afirmó «el hombre es la medida de todas las cosas…», sino Protágoras. Según se sostiene). También carga con su propia peculiaridad, pues está enamorándose de su asistenta virtual Alexa. Tiene su lógica, dada su situación, y nos recuerda bastante a Her, la película protagonizada por Joaquín Phoenix en 2013. Aguanta con mucha cintura las pullas de esa peculiar jardinera. Con este despliegue de caracteres, el lector puede hacerse cargo de cómo se conjugan los distintos elementos para destinarnos a un embrollo trazado circularmente. Quizás, en este sentido, se pierde el contexto exterior y nos encajona en unas vidas bastante solitarias.

La cuestión es que, desde mi punto de vista, Gabilondo estropea su texto en el desenlace con dos escenas que buscan suavizar el meollo. Son procedimientos para que un público más amplio se marche sin un sabor tan amargo. Sin embargo, lo cierto es que contemplar a Irureta rompiendo la «cuarta pared», como él mismo dice, para avisarnos sobre los males del suicidio y mostrarnos una cara optimista —y más él en su circunstancia— es inaceptable en una dramaturgia. Es como un trigger warning para posibles espectadores en trances complejos, pero encajado de mala manera. Un proceder poco adulto y hasta diría que irrespetuoso con la inteligencia del asistente. Si, además, el tema se resuelve con un happy end pelín cursi, toda la agilidad previa y ese argumento entreverado de sufrimiento existencial salpimentado de comicidad quedan en bagatelas. Una pena que esta sea una marca de la casa, seguramente con el afán de adaptarse a los gustos contemporáneos.

Sabes que las flores de plástico nunca han vivido, ¿verdad? (título larguísimo destinado al olvido) ofrece un aspecto elegante, con ese sillón que se va desplazando por el espacio mínimo. Esos letreros móviles que ha colocado Fernando Bernués para contextualizar sencillamente el asunto le otorgan entre las sombras y el sonido de la lluvia un apreciable tono melancólico. Por momentos es divertida; aunque termina por descalabrarse.

Sabes que las flores de plástico nunca han vivido, ¿verdad?

Texto y dirección: Mireia Gabilondo

Reparto: Karmele Aranburu, Aitziber Garmendia / Candela Solé y Telmo Irureta

Escenografía: Fernando Bernués

Iluminación y vídeo: David Bernués

Vestuario: Ana Turrillas

Ayudante de dirección: Laia Bernués

Técnica: Acrónica Producciones

Diseño del cartel: Emilio Lorente

Fotografía y tráiler: Bárbara Sánchez Palomero

Producción: Centro Dramático Nacional y Tanttaka Teatroa

Teatro María Guerrero (Madrid)

Hasta el 24 de noviembre de 2024

Calificación: ♦♦

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Fuente

admin@elmaracaibeno.art

El Maracaibeño es un periódico literario y cultural fundado por Luis Perozo Cervantes, cuyo primer y único número impreso fue lanzado el 8 de septiembre de 2014, bajo el lema “El nuevo gentilicio cultural”. Su creación surgió como respuesta a la necesidad de un espacio dedicado a la promoción y difusión de la cultura en Maracaibo.

El 1 de octubre de 2017, El Maracaibeño dio un paso importante al transformarse en un diario digital, convirtiéndose en el primer periódico de la ciudad enfocado exclusivamente en la cultura. Con su nueva versión digital, adoptó el lema “Periódico Cultural de Maracaibo”, extendiendo su alcance a todo el país.

Este periódico es una propuesta respaldada por la Asociación Civil Movimiento Poético de Maracaibo, que busca fomentar un periodismo cultural que contribuya a la construcción de una nueva ciudadanía cultural en la región. El Maracaibeño se posiciona como un vehículo para llevar las noticias más relevantes de la cultura, desde críticas de arte hasta crónicas y ensayos, cubriendo así una amplia gama de expresiones artísticas.

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