Crítica: ‘Turandot’ con Saioa Hernández en la Bayerische Staatsoper

Un trío de ensueño para la reposición de Turandoten la Bayerische Staatsoper                                           Por Luc Roger Crítica Turandot Saioa Bayerische Staatsoper

Durante los seis meses que duró la Exposición Universal de Shanghai en 2010, Carlus Padrissay la Fura dels Bauspresentaron cuatro veces su espectáculo Windows in the city, en aquel momento el mayor montaje que la compañía había producido nunca, un espectáculo elegido por las autoridades chinas para escenificar el tema de la expo Better city, better life. La compañía catalana tuvo la oportunidad de experimentar las realidades contemporáneas de una ciudad china de 20 millones de habitantes, con todo lo que ello conlleva en términos de exceso y grandeza. Una ciudad donde un edificio derribado en un día da paso a un rascacielos construido al día siguiente, donde los habitantes viven en espacios reducidos, donde los letreros luminosos animan la noche en una orgía de color.

Un momento de ‘Turandot’ dirigida por Carlus Padrissa © Geoffroy Schied / Bayesrische Staatsoper 2024

En su producción de 2011 de la Bayerische Staatsoper, Padrissa renovó el tema de Turandotsituando la acción en el futuro, en la China de 2046: la antaño próspera Europa ya ha caído bajo el dominio de China, que la salvó en el momento de la crisis financiera. Turandot, princesa de un imperio que se ha convertido en la primera potencia mundial, controla a todos los ciudadanos de Europa, a los que ha condenado a pagar las deudas de sus padres hasta el último céntimo. El escenario de su antigua dictadura (cabezas cortadas y empaladas en largos bambúes) es decididamente contemporáneo: una ciudad iluminada por luces de neón, una gigantesca rueda de turbina, el mundo de Internet y los iPod. La princesa de corazón y alma helados decapita con fruición a sus pretendientes amorosos, como en un matadero, que Padrissa simboliza situando la acción en el mundo gélido de una pista de hielo. El director utiliza colosales recursos escenográficos para ocupar todo el espacio escénico: coros sobredimensionados vestidos con trajes que combinan futurismo y alusiones a la tradición, con grandes ideogramas impresos en ellos, artistas de acción omnipresentes, acróbatas, jugadores de hockey, bailarines sobre patines de hielo, bailarines de break dance, bailarines de tai chi… Una estética Blade Runner en un mundo orwelliano. Crítica Turandot Saioa Bayerische Staatsoper

Para concebir su Carlus Padrissa se rodeó de profesionales de renombre. Franc Aleu diseñó las proyecciones de vídeo, a las que añade algunos momentos en 3D. A la entrada, el público recibía gafas azules y rojas, y se le avisaba de que debía ponérselas cuando así lo indicara una señal luminosa. Estas gafas, que no ofrecían gran cosa en 2011, apenas son utilizadas por el público actual. El escenógrafo Roland Olbeter colocó en el centro de su decorado un círculo gigantesco de tres toneladas y media que evoca el ojo del Big Brother, un ojo cuyo iris en forma de aspas de turbina aplastará al pueblo sometido. También puede servir de guillotina para cortar la cabeza a los pretendientes que perturben la gélida belleza de la todopoderosa princesa Turandot. Es el ojo de Turandot, o del sistema, como se quiera, un ojo que escruta a cada espectador del público y los encierra individualmente en los círculos de luz tridimensional que emanan de él como los anillos de una boa constrictor.

Otro momento de ‘Turandot’ dirigida por Carlus Padrissa © Geoffroy Schied / Bayesrische Staatsoper 2024

En el primer acto, el escenario está constantemente ocupado por el coro y los animadores (figurantes), a los que se añaden unos sesenta niños vestidos todos de blanco, dando la impresión de una multitud innumerable, que pulula y se multiplica. Como en el Shangaicontemporáneo, nunca se está solo en la China de Turandot. Y, como en un antiguo escenario donde ha de producirse la catarsis, los protagonistas muestran sus sentimientos y emociones a la multitud omnipresente. No hay lugar para la intimidad: el amor, la muerte, el autosacrificio y la barbarie están a la vista de todos y controlados por el Ojo Supremo. Los protagonistas, el príncipe Calaf y su padre, la esclava Liù y la princesa Turandot, adquieren una dimensión hiperbólica. La Fura dels Baus está perfectamente en su elemento: recordemos que la compañía produce espectáculos de teatro de calle desde sus inicios. Crítica Turandot Saioa Bayerische Staatsoper

A la multitud enjambrada le sigue un mar de calaveras en movimiento, cuyo vaivén se perpetúa en el vídeo situado al fondo del escenario. En el primer plano de este macabro osario blanco están los ministros Ping, Pang y Pong, vestidos con trajes futuristas de la corte, diseñados por Chu Uroz. A continuación se iluminan los letreros de neón, que representan ideogramas cuya descodificación se deja a la imaginación: eslóganes imperialistas o comerciales, según el caso. Del arco descienden cuerdas que llevan jaulas abiertas con figuras en reposo. También en este caso la interpretación queda abierta: tal vez evocan las ciudades dormitorio donde los trabajadores del régimen deben ir a descansar, si es que pueden.

Por último, Carlos Padrissa da una interpretación bastante optimista de la muerte de Liù: la esclava enamorada de Calaf se niega a revelar el nombre de su amado y es llevada para ser torturada. Suspendida de una cuerda, es empalada por un bambú afilado. Pero esta entrega total es propiciatoria. A través de la muerte redentora de Liù, el mundo cruel queda por fin apaciguado, y el verdor de un mar de bambú ofrece un atisbo de un futuro mejor para todos. Padrissa insiste en que la belleza de Liù y su amor, su inmensa ternura que llega hasta el sacrificio supremo, contrastan totalmente con la gélida frialdad de Turandot. Nos desconciertan aún más las elecciones de Calaf, que parecen ignorar la perfecta dulzura del amor en favor del loco heroísmo de conquistar a una mujer sedienta de sangre con el corazón helado. Y esto es aún más sorprendente en la versión inacabada de la ópera que se ha elegido aquí: la trascendencia del sacrificio supera con creces el incipiente amor de Turandot por Calaf.

En primer plano, Selene Zanetti (Liù) y (Calaf). En segundo plano, © Geoffroy Schied / Bayesrische Staatsoper 2024
En primer plano, Selene Zanetti (Liù) y Yonghoon Lee (Calaf). En segundo plano, Kevin Conners (el Emperador Altoum)  © Geoffroy Schied / Bayesrische Staatsoper 2024

Toda la puesta en escena de Carlos Padrissa sirve a la música como una inmensa cámara de eco, en la que el director, la orquesta, los coros y los cantantes estuvieron maravillosos.  Antonino Fogliani, invitado habitual en Múnich, dirigió la orquesta con apasionada energía, dando vida a unos coros impecables y a una fantástica orquesta. Y para este teatro del exceso, se necesitaban cantantes excepcionales con gran potencia vocal para atravesar el ruido del foso. El tenor coreano Yonghoon Lee, en el papel de Calaf, dominó toda la producción con su imponente presencia escénica, muy física y juvenil. Yonghoon Lee, al que se le conoce en el Teatro nacional de Múnich, ha alcanzado una madurez vocal excepcional, con una voz de timbre bronce dorado, cuya intensidad y fulgor sólo son igualados por su finura para expresar matices emocionales. Puede ser imperiosamente audaz en su seguridad en sí mismo ante las terribles pruebas de la esfinge Turandot, mostrar una respetuosa pero decidida ternura filial con su padre y dulzura con Liù, cuyo sacrificio acepta no obstante. Su «Nessun dorma», lleno de dolor, dejó al público sin respiración. En Múnich, el tenor coreano confirmó su reputación como el Calaf de referencia que se ha ganado en los escenarios internacionales. La Turandot de Saioa Hernándezestá a la altura de su pretendiente, su gran voz operística confunde por su potencia y precisión, la cantante se identifica completamente con su personaje gracias a una presencia escénica admirable, en la tradición de Renata Scotto, quien contribuyó a su formación. Domina perfectamente este papel, que ya ha interpretado en la Deutsche Oper de Berlín,en La Fenicey en el Teatro Real de Madrid, y sigue siendo comprensible incluso en las notas más altas. Pule sus palabras tanto como su canto, especialmente en las modulaciones de su deshielo. La Liù de Selene Zanetti completa este trío de estrellas. La cantante, que cantó el papel en el escenario muniqués con Netrebkoy Eyvasov en 2020 y en Venecia este verano con Saioa Hernández, ha ganado en profundidad y sensibilidad. Se sumerge en las profundidades de su admirable alma en la escena de su ofrenda sacrificial ofreciendo un momento de bello intimismo, en perfecta contrapartida al dolor exacerbado de la princesa Turandot. Otro trío llamativo son los tres ministros, Ping, Pang y Pong, cantados respectivamente por Thomas Mole, Tansel Akzeybeky Andrés Agudelo.  La primera escena del Acto II, en la que recuerdan tiempos más felices en sus respectivos pueblos, anhelan la paz y desean sin muchas esperanzas que Turandot se enamore por fin, mientras piensan que seguirán rodando cabezas, estuvo muy lograda. Vitalij Kowaljow prestó su voz de bajo al príncipe Timour. Kevin Conners, del que ya habíamos disfrutado como Pang, ofreció una sólida interpretación como el Emperador Altoum. Crítica Turandot Saioa Bayerische Staatsoper

El mensaje que transmite Carlus Padrissa es optimista: frente a un mundo gélido y sin sentido que aplasta a sus gentes, frente a la frialdad e insensibilidad de los poderosos, el Camino del Tao se levanta lentamente, sin escatimar sacrificios para reconstruir y devolver la vida al planeta, que la necesita con urgencia. Al mismo tiempo, frente a las inquietudes que suscitan los acontecimientos geopolíticos actuales, el montaje de la Fura del Baus puede considerarse visionario en su presentación de una China todopoderosa cuyo verdugo lleva el terrorífico nombre homónimo de Pu-Tin-Pao.

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Bayerische Staatsoper de Múnich, a 16 de octubre de 2024. Turandot de Puccini. Dirección musical: Antonino Fogliani. Dirección escénica: Carlus Padrissa. Escenografía: Roland Olbeter. Vestuario: Chu Uroz. Vídeo: Franc Aleu. Iluminación: Urs Schönebaum. Dramaturgia: Andrea Schönhofer y Rainer Karlitschek. Director del coro; Christoph Heil.

Reparto. La princesa Turandot: Saioa Hernández. El Emperador Altoum: Kevin Conners. Calaf: Yonghoon Lee. Liù: Selene Zanetti. Timur: Vitalij Kowaljow. Ping: Thomas Mole. Pang: Tansel Akzeybek. Pong: Andrés Agudelo. Un mandarín: Bálint Szabó. El Príncipe de Persia: Andrés Agudelo Crítica Turandot Saioa Bayerische Staatsoper

Orquesta Estatal de Baviera. Coro de la Ópera Estatal de Baviera.

Imagen de portada: Saioa Hernández como Turandot © Geoffroy Schied / Bayesrische Staatsoper 2024

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