
Y, cuidado, porque pocas veces será tan peligroso abrir un libro como en esta ocasión. Por lo general, los lectores de un manual de escritura esperan encontrar técnica, consejos y estrategias para mejorar sus textos, pero no temen que alguna de las páginas de un libro le pueda morder. Abrir este manual de escritura fantástica garantiza recibir el mordisco de esas fuerzas invisibles que todos sabemos que están ahí, en el mundo del otro lado.
Los defensores de la literatura realista insisten en que la función principal de la escritura es representar de manera fiel el mundo en que vivimos. Y no les falta razón. Lo que ocurre es que, para ello, muchas veces, el realismo se queda muy corto. De esto hablan largo y tendido los diferentes autores que han escrito este manual. Pero ¿qué es la realidad? ¿Es lo que aparentemente percibimos con los sentidos o lo que realmente sentimos en el interior del cuerpo? Las noticias que repite el telediario o leemos en la prensa, ¿reflejan la realidad? ¿No es acaso más real esa sensación que, alguna noche, cuando estamos solos en una casa oscura, sentimos al recorrer el pasillo largo del baño a la cocina, casi una mano fría, recorriendo nuestra espalda?
A día de hoy, quizá siempre, expresar la realidad ha exigido ir mucho más allá de la mera representación realista. Por eso, desde los albores de la literatura, imaginar más allá de la realidad ha sido el modus operandi habitual: los mitos, las grandes epopeyas, las aventuras en busca de nuestros queridos monstruos –la Hidra, Polifemo, el Leviatán–, los terrores que surgen del bosque oscuro y los que acechan bajo las aguas y, más recientemente, los que nos esperan en el espacio exterior. La literatura siempre se ha escurrido de la realidad inmediata para poder decir de manera cabal quiénes somos, qué tenemos, qué hacemos y, sobre todo, qué deseamos.
Si leemos y escribimos es para trasladarnos a vivir otros mundos sin abandonar del todo el que vivimos; construimos mundos de ficción en forma de historias para explicarnos y reflejar nuestra realidad. Eso que nos sucede y que no se puede expresar de otra manera, esas emociones, sentimientos o intuiciones, esos dolores y atisbos de felicidad, que no acaban de plasmarse de manera exacta si no transcurren en el planeta Marte o, al menos, sin sentir el aliento de un dragón en la nuca. Sean esos mundos tan parecidos a los que conocemos como las calles de Comala de Pedro Páramo o tan diferentes como el laberinto bajo tierra al que llega Alicia persiguiendo a un conejo blanco. ¿Qué escritor, pues, no escribe fantástico? A ver si va a resultar que somos mayoría. Ursula K. Le Guin decía que construimos mundos y otras realidades para comprender la nuestra. Y también decía, en boca de uno de sus personajes más conocidos –Genly Ai– que, como le contaron de niño, la verdad nace de la imaginación. Una historia para ser honesta debe contener verdad y entrañas.
Recuerdo la primera vez que leí «El marciano», de Ray Bradbury y cómo fue llegar al final del cuento y sentir un latigazo de emoción, tristeza y terror. Usamos lo fantástico para representar la realidad de la manera más fiel posible. Para eso sirve, porque solo el mundo que tenemos al alcance de las manos se nos queda pequeño, es estrecho e insuficiente para representarlo todo. Natalia García Freire, en uno de los capítulos de este manual, afirma que el escritor de estas literaturas no necesita ver para creer, al contrario, lo que necesita es creer para ver.
¿Quién puede afirmar que las hadas no existen? Tal vez puedas afirmar que no las has visto. Pero no podemos ser tan ignorantes y ciegos como para negar que existen. De la misma manera que existen los magos tenebrosos, los vampiros, las brujas malvadas, los hipogrifos y los leprechaun. Somos muchos los que nos negamos a quedarnos solamente con el mundo que percibimos a través de los sentidos o el que vemos desde nuestra ventana particular.
Como le dijo Hamlet a su amigo Horacio después de cruzarse con el fantasma de su padre muerto: «hay más cosas en el cielo y en la tierra que las que tu filosofía puede comprender». Y es que el escritor de fantástico, cuando escribe, no está inventando algo «que no existe», para el escritor todo eso que está creando existe de verdad, lo percibe como tal y, lo más importante, siente real la emoción que está trasladando al lector de la mano de ese odradek que corretea en el pasamanos de la escalera y parece cubierto de hilo, de pedazos de hilo, anudados o apelmazados entre sí. Una emoción que convierte a los personajes que pueblan las historias fantásticas en más reales, incluso, que uno mismo.
Las páginas de este manual, editado de manera excelente por Alejandro Marcos, recogen diferentes miradas de la literatura no realista y formas de entenderla, a la vez que muchísimos consejos y técnicas que los autores del manual, escritoras y escritores con una amplia experiencia en el género y también en la enseñanza de la escritura, explican de manera sencilla con decenas de ejemplos ilustrativos. Tanto si te acercas a este manual como lector como si te interesas como escritora o escritor, te llevaremos de la mano en la clasificación de los diferentes subgéneros que, por su naturaleza similar, protegemos bajo el paraguas de lo no mimético: además de la literatura fantástica nos acompañan el terror, la maravillosa y la ciencia ficción.
En el manual contamos con las voces, sabiduría y explicaciones de Alberto Chimal (México, 1970), Maielis González (Cuba, 1989), Ismael Martínez Biurrun (España, 1972), Arantxa Rochet (España, 1979), Aitor Díaz (España, 1979), Bárbara Gil (España, 1980), Alejandro Marcos (España, 1986), la ya mentada Natalia García Freire (Ecuador, 1991) y, para cerrar el manual, con Lola Robles (España, 1963), que tanta claridad ya aportó en la enseñanza de estas literaturas con su ensayo En regiones extrañas, publicado en 2010. Te dejo ahora con ellos y, también, con una última advertencia. Recuerda que este manual te puede morder muy fuerte. Como el Necronomicón es la puerta de entrada a otros mundos, algunos terribles, a esa realidad paralela que, muchas veces, es más real que lo que los abogados, los patrones de yate y los inversores financieros llaman realidad. No te quedarás atrapado (o tal vez sí), pero es muy probable que salgas de este manual con una marca de dientes en el cuello y por supuesto, escribiendo fantástico.